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jueves, enero 31, 2008

De ilusión también se vive… o la ironía del neopositivismo



Dedicado a Sabrina, cuyas charlas inspiraron este texto...


El neopositivismo, o empirismo lógico o escepticismo racionalista, que de todas estas maneras podemos llamarlo, es un loable intento por sanar la escisión básica del ser humano a través de la racionalidad. Simpatizo de veras con él y acepto con agrado muchas de sus sugerencias; al cabo es un hermano mayor, un hijo del siglo de la Modernidad, y fue uno de mis primeros guías en el combate contra los mixtificadores de lo sobrenatural; los anunciadores de trasmundos.


Dicho esto, por entera justicia, debo declarar también que los neopositivistas se equivocan cuando creen que la división que todos padecemos, ese corte fundante entre razón y pulsión, puede ser superada por medio del hiperracionalismo.


Estas buenas gentes suponen, más bien asumen, que negando toda entidad al inconsciente, a los simbólico, a lo totalmente irracional, el sujeto devendrá en un ser racional, objetivo, capaz de elecciones fundadas en juicios lógicos y completamente sano. Es una ilusión, pero se empeñan en mantenerla. Los teóricos del escepticismo al estilo Mario Bunge y muchos neurobiólogos como J.P. Changeux que atacan al psicoanálisis son cabales representantes de esta visión sesgada y peligrosa.

Bunge, neopositivista, cultor del cientificismo y un poco gorila...

Las banderas de estos científicos son dos: la causalidad genética y la expulsión de lo simbólico. Todas las enfermedades, todas las rupturas del supuesto equilibrio, todos los desajustes de la homeostasis ideal del ser humano pueden, nos dicen, ser explicadas por determinaciones genéticas o “por la movilización interna de un conjunto topológicamente definido de células nerviosas” en palabras del citado Changeux (en http://www.arp-sapc.org/publicaciones/lar6.html). Somos lo que nuestros genes y nuestras sinapsis nos mandan ser.

Cualquier discurso que haga hincapié en las honduras invisibles de lo irracional, señalan, debe ser proscrito. No hay tal cosa como pulsiones ni, por tanto, goce, no existen simas inquietantes en la tersa superficie de la máquina mente – cuerpo. Se trata, aventuran, de un programa totalmente libre, de código abierto y susceptible de ser modificado con ayuda de transmisores neuroquímicos.

El humano es, concluyen, un sistema en equilibrio ideal, cualquier desperfecto se soluciona por medio de una medicación específica:

- Tómese usted una de éstas y toda su escisión constituyente desaparecerá por la mañana…

Detrás, o al lado, están las grandes compañías farmaceúticas y los fabricantes de equipos de diagnósticos por imágenes.

Detrás, o al lado, están los amigos y amigas neoliberales.

Detrás, o por encima, están el Estado y el Mercado.


Los neopositivistas no los ven, o no quieren, o no pueden verlos. Su cruzada contra los oscurantismos (nobleza obliga; ímproba tarea) los absorbe de tal modo que hacen abstracción de todo lo demás. Así se enfrentan contra los que deberían ser sus obvios aliados en esta lucha contra la superstición; el marxismo, del cual hablaré en otra ocasión, y el psicoanálisis.

La ironía es que muchos de los descubrimientos de estos científicos bien podrían integrarse en una explicación que no negase, que no proscribiese de entrada, la emergencia del inconsciente. Eric Kandel, excepción a esta regla, ha mostrado brillantemente lo que esta colaboración puede lograr.

Kandel, un neurobiólogo abierto al diálogo

La ironía es que mientras los empiristas creen liberar a la mente humana de los resabios metafísicos, la reducen a una dimensión unilateral y actualizan, por medio de la negación, la alienación de quién no sabe que hay mucho en su interior que ignora.

La ironía es, en fin, que lejos de lograr ese imposible ser racional y autónomo, fomentan el empobrecimiento de la capacidad simbólica en beneficio de una crítica superficial y un discurso sólo aparentemente libre.

No me sorprende, claro.


Es que algunos, hijos rebeldes de la Modernidad, hemos encontrado que la realidad es siempre irónica y dialéctica.


Freud, por razones que se cuentan aquí, un verdadero "argento"

domingo, enero 27, 2008

Por venir (más allá de circunstancias)

por venir

están los besos

los abrazos esperados en la noche

por venir

las caricias robadas

los refugios consentidos

en el rincón de nuestros cuerpos

por venir está la mañana

cargada de esperanzas

que, puntualmente, no se cumplirán jamás

de la manera esperada

por venir la tarde

con el encuentro y la sorpresa

de saber que una vez más

dos corazones coincidieron

por venir el descanso de la noche

sus juegos secretos

sus suspiros contenidos

y el abrazo final envuelto en el dulce sopor

de la entrega consumada.

por venir está el porvenir

de todo esto que empezamos.

viernes, enero 25, 2008

Sobre la dialéctica



No fue sino hasta después de mis cuarenta años que pude empezar a pensar dialécticamente.

Por supuesto la conocía, a ella, a la bella dialéctica, desde mucho antes pero tardé cierto tiempo en abrirle sin hesitar los portales de mi mente. Aún más, considero que sólo en los últimos años pude hacerla mi pareja permanente y, de todos modos, confieso que muchas veces le soy infiel.



No es fácil, claro, romper con los esquemas tradicionales, rígidos y basados en el principio de la no contradicción., para abordar una forma diferente de conciencia.

Es que la dialéctica, novia celosa pero paciente, requiere un cambio radical de mentalidad; una verdadera metanoia para decirlos en los términos de mi querido amigo; el Flaco de Galilea.

Cuando, pese a todo, pude entregarme a sus amorosos brazos descubrí un mundo nuevo. Es como si, de pronto, después de una fatigosa marcha por un páramo, encontrara un ameno valle entre cumbres pintadas de verde y blanco. No quiero abandonar este sitio, pese a que el río corre, abajo, en un fragoroso precipicio y no siempre el cielo será tan azul como hoy, porque aquí hallé mi hogar espiritual junto a ella: la dialéctica.

La dialéctica, como todos creemos saber, es un juego de oposiciones o, más bien, de momentos que se enfrentan unos a otros. El Oscuro, su padre, decía bien que era un estado de guerra, de cambio permanente. Un fuego, un río donde nadie se baña dos veces, en frase que alguna vez inscribiré en una remera.


Ante una proposición cualquiera el pensamiento dialéctico asume, de inmediato, su antítesis. Deja suavemente, al mejor estilo de Lao Tsé, que la idea opuesta germine en la mente, la alimenta y la riega para que desarrolle sus posibilidades y, con agrado, la contempla en su eclosión final; de larva a mariposa.

El escenario, la propia mente, entonces está listo. Una proposición positiva y su opuesta, hermosas, radiantes, seductoras, mostrando cada una sus atributos más encantadores.

Deviene, ahora, el momento de la lucha, del enfrentamiento y la discusión. Ambas formulaciones, hermanas enemigas, se traban en combate sin cuartel, buscan, haciendo fintas, los puntos más débiles de su oponente y clavan los dientes en los flancos expuestos.

Es el tiempo, crítico, de la crítica.

Es la instancia de la confrontación.


El combate, empero, no se saldará con victoria y derrota, sino con luz. Asentado el polvo de la lucha, punteado el terreno con las víctimas de la contradicción, surge una nueva entidad que lleva el pomposo nombre de síntesis superadora.

¿Quién es esta consecuencia, deseada, del conflicto?

Ciertamente no la suma de las partes, ni siquiera una suma cero, sino la integración de los opuestos. Es un pensamiento nuevo que incluye lo mejor de los antagonistas y deja latente, para futuros desarrollos, los puntos no resueltos del conflicto. Es una conclusión no conclusiva, un espacio delimitado pero abierto, una tregua, si se quiere, pero ubicada en un nivel superior respecto de sus predecesores. Algunos lo llaman equilibrio, y está bien dicho, siempre que se recuerde que es un equilibrio precario pronto a ser desbalanceado por nuevos y opuestos problemas.


En este modo de abordar la realidad, que respeta sus complejidades, no hay lugar para malos y buenos; el juicio se suspende y cada antagonista tiene la oportunidad de demostrar su punto; se sabe, es lo único que se sabe, que ni uno ni otro serán conclusivos. Se intuye, también, que pese a las simpatías personales del pensante (perfectamente posibles y hasta deseables) no habrá trato de favor; ambos contendientes merecen ser escuchados y ninguno de ellos tiene la verdad en exclusiva.


He aquí, pues, el proceso que sigue mi manera de pensar, manera (método si se prefiere), que aprendo trabajosamente día a día, que nunca termina y que exige una permanente atención, capaz de superar prejuicios estrechos y consideraciones apriorísticas.

No es fácil ¿quién dijo que lo era? pero es hermoso, bello en su aparente desorden y signo, es lo que creo, de vitalidad intelectual; remedio excelente contra todo tipo de esclerosis, la dogmática incluida.


Tal es la dialéctica, que humildemente me enorgullezco de practicar y que he aprendido de grandes maestros y maestras, famosos unos, ocultos pero no menos lúcidos otros y otras...





jueves, enero 24, 2008

Apuntes de un no creyente sobre la Iglesia Católica.









No creo en Dios, es decir, soy ateo.

No es algo de lo que me jacte, simplemente siendo monoteísta he dado el siguiente paso lógico, no creía en ningún dios excepto uno, privilegio injusto de una Tradición que me he preocupado de subsanar.

Me molestan, sin embargo, aquellos que despotrican contra la Iglesia con los manidos argumentos de siempre; el oscurantismo, la Inquisición, las diversas formas de represión o la alianza con el poder.


¡Cuidado!, no digo que sean argumentos inválidos, sólo señalo que no le hacen ningún favor a la causa, si la hubiera, del ateísmo y tampoco habla muy bien de su formación cultural. La Iglesia, especialmente la católica romana, es mucho más que eso.

Sucede que sus atacantes, y sus defensores, se limitan al panfleto.

Es, no obstante, importante que avancemos un poco más si queremos entender la vigencia, y hasta cierto indeterminado punto la importancia, de esta tradición religiosa en nuestra sociedad.

La dialéctica de la Iglesia, desde ella misma

Entre estas dos proposiciones, a saber:

  • La Iglesia es Santa
  • La Iglesia es Inicua

un verdadero teólogo,

cosa que no son la mayoría de los obispos y otros representantes eclesiásticos,


debería suscribir ambas.



En buena teología católica la Iglesia es una Santa Pecadora;

aunque los Santos Padres preferían decir Prostituta.



Santa en cuanto a sus fines, algunos de sus miembros y su fundador.

Pecadora por su inmersión en el mundo y su condición de "peregrina" (término, de paso, que se refleja en el sustantivo parroquia que, justamente, significa comunidad de peregrinos).

Es decir que al enumerar todos los males que le debemos a la Iglesia incluso sus representantes más lúcidos no sólo no deberían negarlos, sino que hasta los reforzarían como medio de mostrar la Gracia de Dios; por eso, en el Medioevo, se decía que: “el agua de la vida puede brotar hasta de las fauces de un perro muerto”

La presencia del mal en el seno de la Iglesia señala, para sus miembros, que, mientras espera el Juicio divino, la comunidad de los fieles está sujeta, también, a las tentaciones del "dios de este mundo".

Todo esto hablando desde la Teología católica más estricta, sea tomista o escotista.

Por ello, desde un punto de vista dialéctico, sería un error ser menos abiertos que la misma Iglesia.

Dos Iglesias conviviendo

La Iglesia que anunció el fin del reino del César en el Apocalipsis,

que proclamó la insatisfacción más radical respecto del Estado y de la sociedad,

la iglesia que vio en la Historia mucho más que un ciclo de repeticiones y enseñó a buscar una sociedad ideal al final del camino humano (que la llamara Reino de Dios no viene, ahora, al caso, era mitología, pero de la buena),

la iglesia que estimuló el pensamiento al punto de generar herejía tras herejía (llevando con ello adelante una renovación de la anquilosada filosofía tardoantigua),

la iglesia que generó el surgimiento de nacionalidades en toda la cuenca del Mediterráneo,

la iglesia que suscitó nuevas concepciones del arte, que renovó la poesía y la prosa, que mantuvo la cultura a punto de ser anegada por las hordas bárbaras,

que roturó los bosques salvajes de la Galia y Germania,

que adoptó los festivales paganos y que introdujo, en la herencia hebrea, la ausente figura femenina.

La iglesia que avanzó en misiones a países entonces desconocidos,

que hizo soñar a la Europa hambrientas con un Reino Milenario,

que sancionó moralmente el infanticidio y que intentó dictar leyes internacionales (treguas de Dios) entre los turbulentos barones feudales.

La iglesia que prohijó a los primeros humanistas,

que dio origen al género literario de la utopía,

que generó el movimiento revolucionario más influyente hasta la llegada del marxismo (me refiero al joquinismo reinterpretado por los franciscanos),

que denunció la explotación indígena en América,

que sentó las bases de la modernidad con los pensadores de la Escuela de Salamanca y con los teóricos de la escolástica.


La Iglesia que en América Latina fue semillero de revolucionarios, tanto en las guerras de Independencia como en las guerrillas de los años 60.

La Iglesia que denunció abusos y torturas, la que buscó crear puentes en la Guerra Fría, la que se renovó en el Concilio Vaticano,

la que actúa día a día en las villas miseria.

Esa Iglesia representó un avance en la civilización, preparó o defendió la democracia moderna, fue y en parte es un faro para iluminar conciencias.

Es la Iglesia que proclamaba, como lo hizo Juan XXIII:

In necesariis unitas, in dubiis libertas, in omnibus charitas




La Iglesia que admiró el reino de los Césares desde la Carta de Clemente hasta la Historia de Eusebio,

la iglesia que se entregó con armas y bagajes a la discrecionalidad del estado imperial,

la iglesia que expulsó a la insastisfación radical fuera de la Ciudad y creó hordas de monjes fanáticos e ignorantes,

la iglesia que se conformó con este mundo y retorció los textos evangélicos para calmar al rico y glorificar al sufrimiento,

que anunció, en lugar de la comensalidad abierta del Nazareno un "patriarcalismo de amor" que mantenía el status quo ante y que sancionaba desde la nueva religión el clientelismo romano.

La Iglesia que persiguió el pensamiento alternativo,

que negó un lugar a las mujeres y puso en los altares la imagen inalcanzable de la Madre Virgen asexuada,

la Iglesia que condenó el placer sexual dándole veneno a Eros (él, por supuesto no murió, pero degeneró en vicio).

La iglesia que quemó herejes,

la que sostuvo a déspotas,

la que obliteró culturas enteras.

La Iglesia de los duques, marqueses, condes y otros asesinos similares; dispuestos a torturar, rapiñar, violar y matar para defender sus privilegios mal habidos.

La Iglesia de las Cruzadas,

de los pogromos,

de los saqueos a pueblos lejanos.

La Iglesia que bendijo la conquista,

la trata de esclavos,

el derecho divino y la “guerra justa”.


La Iglesia que sancionaba a los librepensadores,

que impedía el desarrollo de las artes,

que quemaba libros,

que alzaba Santas Alianzas, que canonizaba a tiranos.

La Iglesia que bendijo a Franco, a Hitler, a Mussolini y a tantos tiranos.

La Iglesia de los Kennedy, de los Columbus Knigth, del Opus Dei y de Fraternitas.

La Iglesia que en el Concilio Vaticano I proclamó el dogma enervante de la infalibilidad papal,

la que aún hoy niega el acceso al sacerdocio a hombres casados y a mujeres,

la que está contra el control de la natalidad e impide la despenalización del aborto con excomuniones que no aplicó con los Videla, los Pinochet o los Trujillo.

La Iglesia que apoya a la derecha más recalcitrante en Polonia y se alía con EEUU como antes lo hizo con el Imperio.

Esta Iglesia fue una rémora y una afrenta a la dignidad humana.

Con su vileza contaminó de odio la civilización occidental, con su represión propició la creación de seres humanos mutilados, incpaces de amar y sujetos a la bota del opresor.

Esta es la Iglesia que proclamó:

Extra Ecclesiam nulla salus.

Ambas coexisten todo el tiempo, ambas son parte de la Historia, ambas interactúan, se influencian, se mezclan y se combaten…


ni una, ni la otra, juntas y en oposición permanente.


No seré yo quien defienda a una institución en la cual no creo (y a cuyo dios tampoco acepto) pero, a diferencia de numerosos ateos, no odio, no abomino de la Iglesia; la respeto como se respeta a una anciana a quien se le toleran ciertos caprichos y de quien se tiene a bien olvidar sus “pecados” de juventud.


Claro, cuando la viejecita se pone a dar órdenes o se altera, prefiero ignorarla a la vez que intento evitar que, en su senilidad, se dañe a sí misma o a otros…

domingo, enero 20, 2008

Calendario


Un nuevo giro del ciclo.

Un comienzo en la estela de un final.
La cuenta renace y los días se enumeran otra vez.



Hace un año mi vida también empezaba un calendario inédito.

Veinte años quedaron atrás.

Un nuevo amor, que como una deliciosa espina se clava más y más en mi cuerpo, una nueva manera de mirar las cosas, proyectos y sueños que parecían olvidados, carencias y nostalgias, pero también esperanzas y bellas realidades; ninguna más bella que los brazos de Sabrina en un tardío amanecer...