Con
el desayuno me desayuno (poco original el tipo) del proyecto de ley
sobre manifestaciones públicas. Más allá de lo "gracioso"
del concepto; pedir permiso para protestar es casi como agendar la
hora de hacer el amor, debo decir que no parece tan malo como lo
pintan. El artículo 7, sí no tengo nada mejor que hacer que leerlo,
con lo de la notificación o el 15 y hasta el 17 son medio “botones”,
es cierto, pero otros no me parecen tan negativos. Se regula algo que
hasta el momento era un campo de lucha y uno podría pensar, a lo
Foucault, que otra vez el Estado aparece ejerciendo su brutal control
sobre los cuerpos; no obstante dado que el control se ejerce igual y
con total brutalidad, me pregunto si no es mejor que aparezca esta
autorregulación antes que el caos represivo.
Más
allá de las simpatías que se tenga por uno u otro ruidoso reclamo,
lo cierto es que la más de las veces joden la vida a otros
laburantes, son mero exhibicionismo (los de la CCC, por ejemplo, que
juegan a la Revolución amén de recurrir al clientelismo más burdo)
y no logran sus reclamos; si se lee el proyecto desapasionadamente
(agradezco a Claudia
por compartirlo si bien sé que no acordará con estas
palabras) aparecen un par de puntas interesantes para pensar.
En
primer lugar se habla de mediadores que recogerán el reclamo y
deberán dar respuesta; suena ingenuo, pero no descabellado. Por otra
parte se establece la obligatoriedad por parte del Estado de difundir
las manifestaciones, así sean aquellas que la misma ley considera
ilegítimas (concepto este bastante cuestionable); esto no sería un
tema menor y me parece una medida progresista, con perdón sea dicho.
Las
reacciones ante este proyecto (un típico proyecto con sello K), así
como ante el operativo de Berni en Rosario me provocan cierta sonrisa
de desganada: no importa que se hace, importa quien lo hace. Es una
lógica muy primaria, de tribuna o comité, que se inhibe del
análisis porque “nada bueno puede venir de los K” o bien que
tampoco cuestiona porque “si lo hace Cristina, o quien ella mande,
está bien sea lo que sea”.
Uno,
que no milita encuadrado (y por eso no puede ser peronista), y que
pretende pensar, siquiera precariamente, (y por eso no puede ser del
PO) se sorprende de que tantas personas lúcidas (aparte de los
pelotudos repetidores de consignas) acepten poner su inteligencia en
una caja, tirar la llave y opinar con las herramientas hermeneúticas
del comic: la liga de la justicia versus los súper villanos.
Uno,
que escucha y camina por la calle, que sale del microclima de “los
del palo”, se sorprende de que tantos se escandalicen del operativo
de Berni, un tipo que no tiene por qué caerme simpático, cuando es
evidente que al menos tiene el mérito de actuar ante la inoperancia
del pelado y sus amigos. Y actuar de manera acorde, por lo que sé,
con las leyes vigentes que ya es bastante.
Uno,
por último, que gusta del espejo de la Historia y ha vivido,
virtualmente, otras realidades se pregunta que hubiera hecho Illich,
o que hizo, ante el crimen organizado y/o las protestas sociales
(¿alguno recuerda Kronstad en los años 20?) o como actuaba Guevara
frente los especuladores...
Semana
Santa, que le dicen, y termino el desayuno. No todo lo que pasa me
gusta, ni modo, pero el gataflorismo me gusta mucho menos...
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