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jueves, julio 07, 2011

Decíamos ayer...

Algunos principios que guían mi (modesto) análisis político.

No soy neutral, no soy objetivo, no soy "independiente", ni K, por si quedan dudas, pero vivo en la polis y, por lo tanto, hago política; todo lo menuda que se quiera, con cada acción. Padezco, también, la política de los otros que no son, todos, políticos (¿o los empresarios no hacen política? ¡y sin haber sido elegidos!).



Tomo distancia, intento analizar con precisión, me aparto de las "primeras impresiones" o de las falacias "ad hominem". 
Busco entablar un diálogo, por lo tanto me abro a todos los argumentos posibles. A todos. Argumentos, repito, no injurias o prejuicios.
Observador participante; me sitúo en el polo de los subordinados. Mi lugar es el de la clase trabajadora,  a la cual pertenezco. Clase trabajadora argentina, para más datos. 
Observador que intenta ser inteligente; si no lo soy, al menos aprovecho las mejores herramientas disponibles. Marx y Engels, sin duda, son mis "proveedores" favoritos, a más de siglo y medio, sus hallazgos e intuiciones siguen siendo geniales. No desprecio, empero, otros aportes; sean científicos o, simplemente, lúcidos. 
Mis ojos se han acostumbrado a mirar de una manera diferente, con un sesgo poco común; dialéctica se llama. Es un modo de captar la realidad que proporciona panoramas reveladores, permite comprender mucho mejor la Historia y la Sociedad  ¡y hasta la cotidianidad si me apuran!, pero para una persona acostumbrada al juicio expeditivo o o para quienes resuelven su vida a base de listas de pro y contra resulta desconcertante. Es tan evidente, a poco que se mire, que puede deslumbrar...



Cuando analizo, como pretendo hacer en este blog, considero que el avance y el retroceso,  la construcción y la destrucción, la liberación y la sujeción, son dos caras de una misma moneda. Da para mucho más, pero no ahora.












De todo lo dicho; mis principios de trabajo, digamos, surgen (a modo de corolarios) algunas proposiciones  que conforman una toma de posición personal:



  • La política es lucha de poderes, lucha de clases si se prefiere, pero una pelea callejera la representa mejor que una guerra tradicional. No hay grandes ejércitos, no existen “comandos centrales”, no se ve un campo de batalla, ni siquiera los bandos están marcados claramente. Y esto vale tanto para Argentina, como para Botswana, Alemania o los E.U.A. Los que mandan, tal vez, parezcan tener más clara la cosa; por lo menos hay que ver como se abroquelan para mantener su poder; pero esto no los salva de emprenderla, a menudo, a golpes de puño contra cualquiera …
  • Se combate, se debate puede ser una alternativa aceptable a veces, en  diversos escenarios. La cultura, los imaginarios y la comunicación son algunos de ellos… y no los menos importantes. Dígase lo mismo de las religiones.
  • El Estado está concebido como un instrumento de poder. Su lugar natural es al lado de los poderosos, de lo contrario amenazaría su propia existencia, pero su agenda no es idéntica a la de ellos. No es monolítico y está abierto a generar espacio de lucha (debate, si prefieren). Conocer cuales son sus límites, entender sus posibilidades y sus carencias, aprovecharlo sin hacerse ilusiones es la postura que regula mis relaciones con el “más frío de los monstruos fríos”. Anarquista en el fondo de mi corazón, no espero ver la desaparición del Leviatán creado junto con la Historia… no en mis días, al menos.


  • La Historia es barro. No hay olores agradables en ella, tampoco nada parecido a asepsia. Y la hacen minas y tipos, o sea gente capaz de tanta grandeza y tanta miseria como uno mismo, pero algunos de ellos con voluntad de poder, lo que los hace un poco más cínicos y bastante más estúpidos que el promedio.







  • El poder es un instrumento, como el Estado, pero no se circunscribe a él. LO ejercen muchos y de muchas maneras. Es maravilloso en cuanto permite hacer cosas que cambian nuestra vida. Es terrible en cuanto permite hacer cosas que cambian nuestra vida. Es, también, una droga dura, altamente adictiva, que no admite abstinencia y de la cual casi nadie se recupera. En pequeñas dosis, repartido, compartido, nos potencia. El problema es que nadie, por lo común, se conforma con pequeñas dosis…


  • La Economía es la expresión de las relaciones sociales, de la más básica, para ser precisos; la producción de todo aquello que necesitamos para continuar viviendo. Es el lugar donde estamos desnudos y a solas con nuestros deseos, donde el poder del amo se muestra sin velos y por eso, quizás resulta aterradora.


  • La Cultura, esa tintura compuesta de lenguas, historias, mitos, orgullos varios, narcisismos, religiones muertas y genialidades nos determina mucho más de lo que imaginamos. Es indeleble y no podemos salir de ella impunemente. Para ceñirme a la Argentina el “tinte cultural” explica, a veces, mucho más que la economía, Aunque, claro, ésta pesando a la hora, íntima, de tomar decisiones. Cultura y Economía, juntas, pueden aclarar algunos pequeños enigmas locales tales como el discurso cultural “de izquierda” de muchos argentinos y su fervor oculto por el capitalismo más duro, o el evidente desprecio de amplios sectores sociales por un peronismo que no sólo votan, sino que apoyan tácitamente.



De todo ello extraigo unas pocas conclusiones sobre las que abundaré en otra ocasión pero que resumo aquí de manera epigráfica.



No hay que hacerse ilusiones.

No hay que desilusionarse.

Hay que estar atentos. Ser sagaces. Sacar ventaja. Buscar aliados. Entender que la realidad no se acomoda a nuestros esquemas.

El futuro no está escrito en ningún lado, hay metas que uno quisiera alcanzar, pero la Historia está abierta, siempre, a lo inesperado.

Y a los comentarios…