Después de un paréntesis de algunas semanas (motivos más que personales) retomo este interrumpido diálogo con el ignoto lector o la desconocida lectora. Si es que alguno de ellos tiene existencia real.
La rebelión es bella, no cabe duda, y no es casual que el personaje del rebelde siempre suscite nuestra simpatía; incluso si es el mismo Satán, como en el poema de Milton. Pero la rebelión puede ser simplemente una manera de perturbar, dicho más llanamente, una manera de “romper las pelotas” y poco más que eso.
La rebeldía, por si sola, no construye, por supuesto, oh sí, es un bonito efecto, como esas escenas de masa del cine de Hollywood, pero al fin y al cabo es una rama de los FX y muchas veces no aporta nada a la historia (si hablamos de películas) o a la Historia (si os referimos a la común aventura humana)
La rebeldía, entendida como perturbación, como ruptura del orden dado, incluso como caos creativo (un poco a la manera de los anarquistas “vulgares”) es un comienzo, es una parte, es un principio si se quiere, pero a la larga deviene en inanidad.
Resistirse es fútil, le decían los Borg de Star Trek al buen capitán Picard, y tenían razón; sólo resistirse (y la rebelión no es sino la más alta forma de resistencia) no sirve para nada...
viernes, junio 16, 2006
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