El buen rey Herodes
Entre la historia y la leyenda
por Gotslaw Rubinovitz Besslow
Todos los 27 de diciembre, dos días después de la Fiesta del
Natalicio, los niños de gran parte del mundo esperan con ansiedad la
llegada de la noche. La salida de la primera estrella es la señal
que lleva al máximo esa expectativa. No es para menos, en la
madrugada, mientras ellos duermen un ser maravilloso se hará
presente. Las imágenes convencionales lo pintan como un hombre de
edad avanzada, con una larga barba blanca, una rubicundez permanente
en las mejillas y una túnica encarnada; la influencia eslava lo ha
transformado en un ícono universal.
El personaje es conocido por muchos nombres, pero para la mayor parte
del mundo es Starenkia Heroda, El Buen Rey Herodes o, simplemente, El
Rey Bueno. En algunos países, Galia o los estados sudvespucianos,
Papá del Nacimiento.
Entre la medianoche del 27 y el amanecer del 28, el Rey Bueno recorre
el mundo, montado en un mágico corcel, para distribuir regalos entre
los niños y las niñas de buena conducta. A los malvados, según se
cuenta, les dará un fuerte tirón de orejas como único castigo.
La tradición sibiriana ha ampliado con deliciosos detalles esta
antigua creencia; relatos que compiten con los de otras leyendas en
el ámbito de la cultura nazarena. Vespucia, por su parte, ha
contribuido con sus canciones y películas a difundir esta imagen
particular del Buen Rey Herodes, anciano de blancas barbas y perenne
sonrisa.
Muchos escépticos ponen en duda la misma existencia del Buen Rey pero Herodes es un personaje histórico y se conservan
testimonios documentales, amén de arqueológicos, sobre él y su
reinado.
...
Según los relatos nazarenos, ninguno de los cuales ha sido
reconocido como normativo por la Iglesia, Jesús nació, en torno al
año 6 a. C.,
en Bethlehem, pequeño pueblo al sur de Jerusalén. Las mismas
leyendas aseguran que Mariam, la madre de Jesús, era una joven
galilea expulsada de su hogar por haber quedado encinta antes de
contraer matrimonio. Sólo su prima Elisheba la recibió en su casa
de las montañas de Judea y fue allí donde el artesano Josef,
betlehemita, viudo y sin hijos, le brindó protección. Antes de que
ella diera a luz contrajeron matrimonio en la mencionada aldea de
Bethlehem.
Yabé, el dios de los judíos, dicen las historias, premió a Josef
con cinco vástagos en recompensa por aceptar la supuesta paternidad
de Jesús.
En la “Vida de Jesús Nazareno”, compuesta por Luciano de
Antioquia cerca de cien años después de los sucesos, se relata que
Jesús era el avatar de Cristo, un ser celestial creado por Yabé, el
único dios, en los comienzos del Universo. Este Cristo era el
Demiurgo de la Creación y tomó carne en el cuerpo de Mariam en los
tiempos de Herodes, el Grande y Julio Antonio, el romano.
El texto rival de Leví, “Vida del Nazareno”, puesto por escrito
por la misma época, asegura que Jesús era la encarnación de
Emmanuel, el mayor de los ángeles, y que nació como hijo legítimo
de Josef, un descendiente del legendario rey David. A Miriam la
menciona al pasar y silencia el episodio de su preñez.
Es en Leví encontramos el primer desarrollo de la leyenda de
Herodes.
Cuenta, en efecto, que cuando nació Jesús en Bethlehem, una
estrella apareció en las regiones orientales (es decir, el Imperio
Parto) y causó gran conmoción. El soberano, Fraates cuyo nombre
omite, envió seis hombres sabios o magos para entrevistarse
con Herodes, pues la estrella era un signo relativo a un rey judío3.
Los magos llegaron a Jerusalén y preguntaron al rey por el recién
nacido; Herodes no sabía de quien se trataba pero, al consultar con
los escribas (es decir, los esenios) supo que era el signo del
nacimiento del Mesías de la casa de David. Reunido con los magos se
dispuso a acompañarlos y llegaron a Bethlehem, pero no encontraron
rastros del niño. Herodes, entonces, dispuso que todos los niños
mayores de dos años fuesen llevados a su presencia y les entregó
ricos presentes a cada uno. Jesús, sin embargo, rechazó todos los
presentes. Descubierto que él era el Mesías, pues nada necesitaba,
Herodes lo llevó consigo a su palacio, junto a sus padres. El relato
se cierra con la muerte de Herodes y la huida de Jesús a Egipto a
causa, aunque esto no se dice, de la guerra sucesoria.
Durante los tres primeros siglos pocos relatos nazarenos se ocuparon
de Herodes. La mención de su nombre en Luciano, la leyenda recogida
por Leví y el Evangelio fueron casi los únicos testimonios hasta el
siglo IV. En el “Lalita Purana Ieshu”, puesto por escrito hacia
367 pero que recoge materiales más antiguos, Herodes es una figura
prominente como interlocutor del pequeño Mesías, pero poco se dice
sobre él mismo.
En el siglo XIX, en Nova Rossiya el personaje de Herodes, con los atributos
sibirianos, se hizo extremadamente popular e inseparable de la Fiesta
del Nacimiento. Después de la caída del Janato, innumerables
campesinos emigraron a las inmensas praderas de Nordvespucia, la
colonia conquistó su independencia con el nombre de Misty Sojuzas
Vespucia (Ciudades Unidas de Vespucia), el primer
gran estado federal del mundo, y se convirtió en una sociedad
próspera y avanzada.
A finales del siglo XIX, los periódicos civiunidenses popularizaron
un sub género de relato conocido como “cuento del Nacimiento” o
“cuento de invierno”, seguían en esto una tradición eslava cuyo
autor más destacado fue Kiril Dekinovič con su historia sobre un
avaro visitado por los espíritus de la bondad. Los cuentos se
publicaban durante todo diciembre y reflejaban las predilecciones de
los ivankin, omo se denominaba a los descendientes de los viejos colonos de
Nova Rossiya. Relatos simples, ambientados en diversos escenarios,
pero con la presencia inevitable de la nieve y las tradiciones de
Sibir.
Uno de estos cuentos, publicado en 1901, se titulaba. “El mensajero
del Sur” y narraba la historia de Klaus, un marino ivanki perdido
en los Mares del Sur. El autor, se supo hace no tanto tiempo, era
Vladimir Ulanov, el famoso escritor de panfletos nacionalistas.
El viajero se lamentaba de no poder pasar las fiestas del Nacimiento
entre los suyos, añoraba la nieve de Nova Rostov, imaginaba los
regalos del Buen Rey. En ese momento un ser alado lo trasportaba
mágicamente a una tierra lejana, el Polo Sur, donde hallaba al
propio Herodes, risueño y rubicundo, con su larga barba, sus
pequeños magos de los juguetes, sus sátrapas quienes clasificaban
las cartas de los niños de todo el mundo, su mágica cabalgadura y
hasta su esposa, Herodías, gruñona pero llena de ternura. Klaus
escuchaba de labios de Herodes el relato de su viaje, jinete sobre
Provarny, al Polo Sur, de la construcción de su palacio y de
los eternos problemas con los sátrapas, proclives como cualquier
capataz a ocultar las faltas de sus empleados, y con los magos que
siempre querían hacer las cosas a su modo. Finalmente, el ivanki
acompañaba a Herodes, a quien apoda Starenkia, el Viejito, en
su viaje alrededor del mundo, con una cómica escala en Britania,
hasta terminar con la entrega de juguetes en la casa de Klaus, donde
dormía su hijo recién nacido; Kril.
El relato estaba muy bien escrito y resultó un éxito. Su encanto
residía en la manera en que logró captar el clima de la época.
Combinaba el cuento de hadas con la crónica de viajes, describía
vívidamente los fantásticos escenarios del sur e introducía
simpáticos personajes, difíciles de olvidar. Para el lector adulto,
la mención, falsamente ingenua, de los problemas que enfrentaban los
vespucianos era regocijante. Todos los temas de la agenda social eran
tratados por el autor; los largos viajes de los balleneros, el
nacimiento de las grandes cooperativas, la desaparición de las
viejas tradiciones y hasta la inmigración británica que motivaba
por entonces ásperos debates en la Duma. Las respuestas sólo eran
insinuadas pero implicaban una vuelta a un mundo más sencillo, a las
costumbres de antaño, a los genuinos valores de los primeros colonos
sibirianos.
Starenkia Heroda, el Viejito Herodes, reapareció en la
decoración natalicial. Los escaparates se adornaron con este
anciano rubicundo y robusto, de larga barba y perenne sonrisa, imagen
de la bondad y el afecto familiar. Stare, solían nombrarlo los
niños, y Stare era el protagonista de numerosas historias publicadas
durante diciembre, imitaciones más o menos hábiles de los motivos
usados por “El Mensajero del Sur”. Año tras año, en revistas,
periódicos y radioteatros, Stare llegaba con las primeras nevadas al
grito de : “¡Ahó, Inocentes, traigo regalos para todos!”.
....
Por esa misma época, según el Anuario de Historia Empresaria en
1921, se creó la Oghayo Kooperatiye Naptki (Cooperativa de Bebidas
del Oghayo), una empresa con control obrero y participación del
municipio de Cleopatra. Ese mismo año, en noviembre, la O K N lanzó
a la venta una bebida gaseosa basada en el fruto del peyote y la nuez
de cola; la Peyotikola. Al principio se la recomendaba como anti
dispéptica, pero pronto se volvió un hábito entre los jóvenes
afectos a la musica gúzlica y el nuevo arte panorámico.
Entonces estalló la Guerra y los soldados vespucianos fueron convocados. Los muchachos partieron cantando a la guerra.
Los soldados ivaniki recibían, entre sus raciones, una muda de ropa
de obrero, efectos de higiene, dos libros (uno de ellos de preceptos
religiosos), un radiorreceptor heterodino, dos paquetes de
cigarrillos (marihuana, pues ya se había prohibido el tabaco), tres
barras de chocolate y una jofaina de Peyotikola. Era parte de la
impedimenta de los infantes vespucianos, marca registrada de su
cultura: simbolizada por la participación de los trabajadores, la
religión, la información pública y los placeres de la vida
cotidiana. Con ellos iba toda la propaganda, la conciencia de ser
“nuestros bravos boyevki”, las panorámicas de los
estudios de Padbles y la música gúzlica. Por supuesto, Starenkia
Heroda nunca faltó en cada Natalicio de los seis que duró la
Guerra.
Durante la posguerra y en lo que duró la Paz Armada, Herodes fue un símbolo, cada vez más inseparable de la Peyotekola, de los valores vespucianos en todo el mundo.
Hoy, a más medio siglo desde entonces, con todos sus nombres en tantas lenguas;
Starenkia,
Stare,
Pitana Janama,
Hiroito,
Atijoenian,
Athair Na Nollag, Pater Nativitatem
o Sengtanpé,
el Buen Rey Herodes,
sigue viajando, desde el Polo Sur a todos los
hogares del mundo para llevar su mensaje de Paz, Entendimiento e
Inocencia... ¡y maravillosos regalos para todos los niños buenos!
Para leer el texto completo de este ensayo: El Buen Rey Herodes en Academia.edu
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