Grasse en el corazón
de la Provenza.
Célebre por un
almirante que peleó del lado de los rebeldes en la guerra de
Independencia de las Trece Colonias, que serían más tarde los
Estados Unidos.
Más célebre por sus fábricas de perfumes que
ofrecen astutas visitas guiadas seguidas de inevitables compras.
Mi compañera y yo
llegamos a media mañana con un doble cometido; conocer las
perfumerías, pues ella tiene una sensibilidad especial para los aromas,
cualidad de la cual carezco, y hablar por teléfono.
¿Hablar por
teléfono?
¿No los hay en Niza?
¿Era realmente necesario?
La historia es larga y
me limitaré a unas pocas precisiones:
Sucedió que el día
anterior compramos los pasajes para venir a Grasse, por el viejo
método de ir a la estación, y los pasajes para París por medio de
Internet, ya que los precios eran notablemente menores.
Sucedió que las
tarjetas no europeas estaban bloqueadas y había que comunicarse,
entre las diez y las seis, con atención al cliente de los
ferrocarriles para desbloquearlas.
Estación de Niza |
Sucedió que esta
operación, por cuestiones de tiempo, sólo podíamos hacerla el día
de nuestra visita a Grasse.
Estación de Grasse, al fondo (y 300 escalones arriba) la ciudad... |
Así que pasamos una
hora buscando una cabina telefónica, encontrándola, llamando a
atención al cliente, bajando a un sótano dudoso para una nueva
operación por Internet y llamando nuevamente. Todo esto a cargo de
mi compañera que habla fluidamente la lengua local, y el italiano
incluso como para que la tomen por una italiana y el inglés para
sacar de apuro a un pobre turista famélico.
En caso de problemas... consúltela. |
Después de llamadas y
trámites conseguimos los pasajes. Nos dispusimos, entonces, a
disfrutar de la ciudad.
Pero ese relato deberá
esperar, todavía.
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