Toda la base "histórica" de Brown descansa sobre una fecha: el concilio de Nicea del año 325. Según sus tesis, antes de esta fecha, el cristianismo era un movimiento muy abierto, que aceptaba "lo divino femenino", que no veía a Jesús como Dios, que escribía muchos evangelios. En este año, de repente, el emperador Constantino, un adorador del culto -masculino- al Sol Invicto se apoderó del cristianismo, desterró a "la diosa", convirtió al profeta Jesús en un héroe-dios solar y montó una redada a la manera stalinista para hacer desaparecer los evangelios que no le gustaban.
Para cualquier lector con algo de cultura histórica esta hipótesis resulta absurda por al menos dos razones:
1. Tenemos textos que demuestran que el cristianismo antes del 325 no era como dice la novela, es cierto que había muchas diferencias, pero la mayor parte de ellas se habían “resuelto” hacia el año 250. Todos los cristianos creían virtualmente en “Cristo como un dios” (frase del escritor pagano Plinio) y adoraban al dios de los judíos como su Padre. Algunos grupos cuestionaban la divinidad de Jesús, pero no en el sentido de considerarlo un profeta, excepto los ebionitas que estaban más apegados al judaísmo que el resto de los cristianos. En cuanto a los gnósticos sus afirmaciones eran variadas, ya que ponían el acento en la experiencia personal, pero reivindicaban un participación en la divinidad de Cristo y aseguraban que el dios judío era un ser inferior, soberbio y mentiroso, a quien Cristo, Hijo del Verdadero Dios (o Diosa) venía a derrotar. Entre estos grupos sí había mujeres ejerciendo el sacerdocio (volveré sobre ello) pero sin las connotaciones sexuales de la novela (excepto en los escritos polémicos de los obispos cuyo valor es relativo, como en el caso de las acusaciones políticas actuales de partidos rivales).
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