J.R.R. Tolkien
El Señor de los Anillos
La Comunidad del Anillo
Libro Segundo, capítulo 3
El Señor de los Anillos
La Comunidad del Anillo
Libro Segundo, capítulo 3
Rivendel, o Imladris, es el Hogar de los Elfos. La Última Casa Simple como (mal) traduce Domenech en la edición del Minotauro la expresión the Last Homely House.
Un casa perfecta, tanto te guste comer como dormir o contar cuentos o cantar, o sólo quedarte sentado pensando, o una agradable combinación de todo.
Mi exilio me está llevando a la Tierra Media. No es que ya haya llegado, ni que este fuera el objetivo de mi viaje, tampoco surgió como algo previsto; simplemente sucedió.
Comencé a leer a Tolkien a los quince años, una experiencia fascinante, turbadora, no sabía muy bien donde colocar ese maravilloso libro que descubria en mis solitarias tardes de otoño (y, ya se sabe, una de mis manías es clasificar: libros, gentes, lugares, situaciones...). Fue una revelación pero, como toda verdadera revelación, tuvieron que pasar años para poder comprenderla en toda su magnitud.
Y sucede que ahora, cuando he debido dejar mi casa y mi familia para impedir(me) seguir lastimándolos, cuando he vuelto a vivir con mis padres ¡a los cuarenta y tantos!, cuando las noches se hacen eternas en la morosa contemplación de todo cuanto he perdido, redescubro este libro.
Vengo leyendo a Tolkien al menos una vez por año. Me sé de memoria largos trozos de su obra y puedo dibujar, con un grado notable de precisión, el mapa de la Tierra Media en cualquiera de las Tres Edades del Sol. Conozco a los personajes como si fuesen amigos, o enemigos, íntimos: el siempre servicial ( a veces demasiado, se lo he dicho, ¡pero él piensa como un sirviente inglés!) Sam, el atribulado Frodo, los alegres camaradas Merry y Pippin, el torturado Boromir (uno de mis mejores amigos) y el sabio y cascarrabias, pero entrañable, Gandalf, el Gris. Recuerdo los hechos de la historia con envidiable precisión, sé que el año 1401 CC, Bilbo celebró su cumpleaños centésimoprimero y que Arnor fue fundado en el año 3320 de la Segunda Edad. Todo eso y más.
Ahora, empero, he descubierto una nueva dimensión en uno de los "romances" más grandes del siglo XX.
Y de eso voy a hablar.
Un casa perfecta, tanto te guste comer como dormir o contar cuentos o cantar, o sólo quedarte sentado pensando, o una agradable combinación de todo.
Mi exilio me está llevando a la Tierra Media. No es que ya haya llegado, ni que este fuera el objetivo de mi viaje, tampoco surgió como algo previsto; simplemente sucedió.
Comencé a leer a Tolkien a los quince años, una experiencia fascinante, turbadora, no sabía muy bien donde colocar ese maravilloso libro que descubria en mis solitarias tardes de otoño (y, ya se sabe, una de mis manías es clasificar: libros, gentes, lugares, situaciones...). Fue una revelación pero, como toda verdadera revelación, tuvieron que pasar años para poder comprenderla en toda su magnitud.
Y sucede que ahora, cuando he debido dejar mi casa y mi familia para impedir(me) seguir lastimándolos, cuando he vuelto a vivir con mis padres ¡a los cuarenta y tantos!, cuando las noches se hacen eternas en la morosa contemplación de todo cuanto he perdido, redescubro este libro.
Vengo leyendo a Tolkien al menos una vez por año. Me sé de memoria largos trozos de su obra y puedo dibujar, con un grado notable de precisión, el mapa de la Tierra Media en cualquiera de las Tres Edades del Sol. Conozco a los personajes como si fuesen amigos, o enemigos, íntimos: el siempre servicial ( a veces demasiado, se lo he dicho, ¡pero él piensa como un sirviente inglés!) Sam, el atribulado Frodo, los alegres camaradas Merry y Pippin, el torturado Boromir (uno de mis mejores amigos) y el sabio y cascarrabias, pero entrañable, Gandalf, el Gris. Recuerdo los hechos de la historia con envidiable precisión, sé que el año 1401 CC, Bilbo celebró su cumpleaños centésimoprimero y que Arnor fue fundado en el año 3320 de la Segunda Edad. Todo eso y más.
Ahora, empero, he descubierto una nueva dimensión en uno de los "romances" más grandes del siglo XX.
Y de eso voy a hablar.
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