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jueves, julio 02, 2009

Gripe, elecciones y algo de reposo

Hoy me quedé en casa.

Prescripción médica y órdenes superiores. Pongo al día mi correo y mi lista de favoritos en You Tube. Alimento al gato ¿qué otra cosa se puede hacer con esa ronroneante bola de pelos?, descanso un buen rato, pienso, no demasiado y leo, más de lo debido.

Curiosamente en el día previo a mi cumpleaños número 45, que demuestra que tengo cinco décadas en mi espalda, no repaso mi vida, no uso esa máquina del tiempo que nos lleva a un inmodificable pasado. El presente y el futuro es lo que me preocupa, lo que me hace levantar cada mañana para dar lo mejor (que no siempre es gran cosa, pero a veces…) en esas dos escuelas donde la vida y la burocracia me han llevado.

La gripe A es un fenómeno notable.

No tanto por la cuestión puramente médica, sino por su funcionamiento en el imaginario colectivo.

Allí está el que vive lavándose las manos (alcohol en gel, artículo de primera necesidad, hasta enseñan como fabricarlo) y también otros tantos “ideal typen”; el indiferente, el audaz, el que cree que todo es una gran mentira, el que aprovecha para dejar en evidencia su agorafobia, el que se las sabe todas y el que agradece a la “peste” por su coartada para el miedo.

Y los medios, claro, y los que comentan en los foros virtuales de los medios, y los funcionarios de diversa laya, y los médicos que entienden del tema, y los médicos que se hacen los expertos.

Y el virus, por debajo de todo, oculto, silencioso, artero, saboteando ciclos lectivos, besos en la boca, mates compartidos, viajes de egresados y estrenos de cine. Hasta las elecciones, estas inútiles elecciones primarias, abiertas y obligatorias, también son víctimas del virus, pequeñito e inconsciente de su inmenso poder.

Estornudás y te miran mal. Tosés y buscan un barbijo. Amagás un saludo y te mandan, cortésmente, a quedarte en tu casa y no andar molestando a las buenas y sanas gentes.

Las buenas y sanas gentes que hace unos pocos días votaron senadores y diputados de la Nación. Las sanas y buenas gentes que apostaron a uno de los tres; el circunspecto, el carialegre y, en otra categoría pero equiparado, el soldadito fiel. Lejos quedó mi estimado Carlos del Frade, el único tipo que conozco capaz de hacer del periodismo poesía y parábola. Lejos quedó un tipo con coherencia, con un proyecto claro, preciso, realizable, con ganas de construir. Lejos, no estuvo en los medios, no existió.

Cada vez que hay elecciones me viene a la memoria un episodio de los Simpsons (algunos atolondrados todavía creen que son sólo “dibujitos”) Un par de extraterrestres se han apoderado de los cuerpos de los dos candidatos presidenciales y participan de un debate preelectoral donde ambos dicen lo mismo hasta que, por fin, declaran ante la gente que “tienen que votar por uno de los dos, porque el sistema es bipartidista”. Cuando un desubicado comenta que podrían “optar por un tercero”, se burlan: “adelante, echen su voto a la basura”. Es que, al fin y al cabo, no importa tanto por quien se vote, hay que hacerlo y legitimar el ejercicio del poder, buscar una alternativa es para ilusos; no la hay.

Por eso los muchachos del PCR llaman a no votar, curiosa propuesta casi anarquista, pidiendo que reservemos nuestras energías para la inminente revolución que comienza ¡cómo no! con la rebelión agraria como llaman, con libreto equivocado, al heterogéneo amontonamiento de la Mesa de Enlace (latifundistas de hecho y en potencia).

Por eso las chicas (bastante poco agraciadas) y los chicos (ya grandecitos) de todas las otras siglas de izquierda escriben esos panfletos ilegibles; en el fondo ya saben que sus porcentajes de votos no serían mayores si estuvieran en un concurso para elegir la “joven estrella pop”.

Por eso todos votamos sin entusiasmo.

Por eso los medios hacen esas coberturas especiales que nos mantienen pegados a la pantalla para ver si el menos malo le ganó al peor o si el más presentable se impuso sobre el que carga con una historia mucho más conocida…

Por eso los efímeros festejos y los vacíos discursos, llenos de lugares comunes.

Por eso esta política desganada y culposa.

No todo está perdido, digan lo que quieran algunas buenas amigas que me achacan inveterado optimismo, porque todo esto, porque la lentitud, la vacilación y tortuosidad de nuestra democracia, no son sino la visión que tenemos nosotros; prisioneros de lo episódico, de un fenómeno que tiene que ver con esa larga duración que mentaba Braudel. Avanza la cosa, avanza lenta y en espiral, pero lo hace. No es, nunca lo fue, asunto de los gobiernos o de las masas esclarecidas, no tiene que ver con discursos correctos o proclamas insurreccionales, es una revolución mucho más permanente y silenciosa, más agazapada y esquiva, difícil de captar en tonos épicos, escondida en las cotidianas trincheras de la acción concreta y del pensamiento.

Miro a Honduras, no sé que pasará, pero apunto unos datos que no solían aparecer en los guiones similares de antaño; soledad internacional de los conjurados, difusión masiva, los grandes medios forzados a condenar, a regañadientes, la violencia ejercida sobre el mandato popular, alternativas de resistencia subterránea que se difunden por redes impensables y poco permeables al control estatal… tal vez no sea mucho, tal vez no alcance, pero a mí, ¿qué querés que te diga? me llena de esperanza.

Imagino un futuro no tan distante en que convengamos que el voto, necesario, imprescindible, no basta si no se cuenta con el veto en manos del pueblo. Imagino un mañana, ¿lejano?, donde el poder está mucho más repartido y, sobre todo, va quedando afuera de la cabeza de las buenas gentes, espero vivir para ver un socialismo que no sea estatista, que tal vez ni se llame socialismo, pero que ponga en las manos de todos el control de la economía. Vamos hacia allí, lo veo cuando busco la perspectiva de la Historia, vamos hacia allí, lo sé cuando descubro que, de a poco, van saltando los resortes mentales del poder. Vamos, no porque esté escrito, sino porque confío en la especie humana.

Dicen que lo que no te mata te hace más fuerte, que si te enfermás una vez de gripe A no volvés a contraerla.

Dicen que uno crea inmunidad a fuerza de sufrir y que a fuerza de nombrar los miedos pierden su poder… los que hemos padecido el siglo veinte sufrimos demasiado, y aún hoy muchos sufren la injusticia de un sistema inhumano e irracional, pero eso nos está inmunizando.

Pronto dejaremos de creer en mesías y en las viejas consejas que hablaban de héroes y liberadores y entonces nos atreveremos a tomar las fábricas, a actuar en conjunto, a pensar lo impensado y a construir lo imposible.

Más tarde o más pronto nos quitaremos el barbijo individualista y rechazaremos el alcohol narcótico de los medios masivos, más pronto, o más tarde, no lo sé, pero lo espero, la pobreza, la injusticia, la superstición y la opresión pasarán de largo y estaremos inmunizados contra ellos. Serán un triste recuerdo… igual que el virus cuando pase esta gripe.