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miércoles, febrero 25, 2009

Sismo grado ¿?


Tiembla la Tierra.

No es que los continentes hayan acelerado sus movimientos. No se derrumban los puentes, ni se salen de madre los ríos. El terremoto tiene lugar en el engañoso mundo del mayor mito creado por la Humanidad: el capitalismo.
¿Caerá, por fin?
Seguramente, pero no todavía. Y esta crónica no tiene por objeto los movimientos braudelianos de la “larga duración”. Es menos pretenciosa.
Y más localista.

Fue lindo mientras duró.


Los remezones del temblor, con epicentro en el reino de la virtualidad monetaria, llegan a nuestro país en estos últimos días. Cierres y amenazas de cierres, despidos y fantasmas, desconcierto, explicadores oficiosos que nada pueden decir.
Incapacidad, también, de los que elegimos para dirigir al Estado. No hay plan, nunca lo hubo, y ni siquiera tienen estrategias; saben que es lo que no quieren, pero ignoran (o no les interesa) cuál sea la meta. La historia les pasa por encima, y ellos tan desnudos.
Hasta ahora la constelación K, que empieza a dispersarse como fuegos de artificio, había aprovechado el doble impulso de una coyuntura favorable y un par de medidas acertadas, el empuje se agota y las medidas, ahora, ya no producen movimiento.
Lástima que se les acabe la redistribución cuando echan cuentas y ven que les queda poco para ellos. La caridad, bien entendida, dicen que pasa por casa.

Las ratas abandonan el barco.

Uno, aunque no compró pasaje en el Titanik, no puede evitar sentir desprecio por cobardes como Jorge Obeid. Es un ejemplo casi libresco de oportunismo político y una prueba al canto de la doble conciencia peronista. Reuteman, un bicho más malo con su presunta honestidad, es otra cosa; al menos nunca pretendió representar otra cosa que sus propios intereses y los de su clase.


La doctora dixit.

¡Clase!, grita exasperada nuestra Hannah Arendt vernácula. Eso es de viejos, dice la doctora mientras Fernando Iglesias la mira con aprobación, ya no hay clases sociales, ahora sólo cuenta ser buena persona, como en el catecismo. Ya que jubilamos la Teología de los Setenta, olvidémonos de los pecados estructurales; todo irá mejor si los ricos son generosos y los pobres, obedientes.
Por eso su remedio para el temblor del mundo consiste en esconderse bajo la cama, pedir plata prestada a la Baring Brothers y evitar cobrar impuestos. Tan moderna es la doctora.
Enceguecida por su odio a la Bestia K, y con una pobreza intelectual que encubre con citas citables, la señora del bronceado es tan capaz de tener ideas como Cristina de escuchar a los demás.


El tapado.

Binner, el gobernador de Santa Fe, es el único que presenta lo más parecido a un plan. No es suyo, Hermes es muy básico en economía, sino obra de los cuadros universitarios del PS remozado.
Ya se sabe que a los muchachos les gusta armar proyectos, presentarlos en cuanto concurso ande dando vuelta y recibir galardones de instituciones internacionales. No es que cuando los ejecuten las cosas les funcionen tan bien como en la pantalla de la PC: especialmente porque a veces los que los llevan a cabo quieren cobrar y entonces el presupuesto se desbalancea. Pero escribir planes les sale de maravilla.
El “paper” binnerista presenta, cuando menos, el diseño de una solución, no la comparto del todo, se queda a mitad de camino, pero es algo frente a la nada que los demás tienen para ofrecer. El PS es, hoy por hoy, el único partido político argentino que no desprecia a los profesionales universitarios, aun cuando no les pague (salvo a sus afiliados) y si juega bien sus cartas puede ver al alemán sentarse en el sillón del mulato.



Left behind.

Además de alegrarse, con gozo de milenarista, por “el fin del sistema” la izquierda argentina no dice nada. Hace años que se olvidó de pensar, ahora sólo grita en las villas y hace piquetes para jugar a la revolución; lástima que para ello usa el hambre y la ignorancia. Lo que pasa es que, en algún momento de los últimos quince años, quemó todos sus libros; el Capital, el primero, porque no los entendía; el rock barrial era mejor y más claro, basta de eurocentrismo. Se pasó de porros y se convirtió en postal turística. El resto se quedó en su rutina; entrismo los troskistas, frentes piantavotos los demás. Los más rescatables dejaron de lado la acción política por el trabajo social, las fábricas recuperadas y el paciente tejido de redes solidarias. Poco, pero es lo que hay.

Jugando a la perinola.

Los diferentes sectores sociales, ya que no les gusta que hablemos de clases, continúan en grado diferente según su poder, haciendo lo que mejor saben; presionar.
El campo, ¿el campo?, en una alianza antinatural (o no tanto si uno pierde una tarde leyendo a Lenin) de pequeños, medianos y grandes productores arriesga la rentabilidad de los primeros en beneficio de los últimos. Un conflicto en el cual se mezclan reclamos legítimos con pretensiones excesivas y reivindicaciones institucionales que muestran, una vez más, el poder de los medios para construir mitos. La industria, solicitando como siempre, la socialización de las pérdidas y la privatización de las ganancias. Los, así llamados, movimientos sociales incapaces de construir poder, como les gusta decir, porque sólo saben manipular para fines tan chiquitos como sus organizaciones.

Y se acaba.

El temblor está llegando a la Argentina. Se caen, de entrada, muchas caretas.
Los cuarenta y tantos millones que la habitamos, a pesar de todo lo anterior, seguimos sobreviviendo: Lo tenemos por costumbre

lunes, febrero 23, 2009

Comentarios a contramano





Una amiga, virtual no la conozco en persona, me comentó que pensaba borrarse del Facebook, sitio de encuentros en Internet, al que ambos pertenecemos.

Su decisión, que respeto y me ha rondado también algunas veces (ahora estoy en Facebook más que nada para que mi hijo juegue con no sé qué mascota virtual) me inspiró algunos comentarios que quisiera compartir con ustedes.

Lo hice en forma de carta, el viejo género recuperado por el moderno E mail, y dice lo que sigue:

Creo, siempre he creído, que las decisiones personales son algo que nadie puede impedir, torcer o pretender modificar (en tanto, claro, no afecten a los demás, que no es el caso) y como corolario encuentro insoportablemente molestas a las personas que quieren obligarnos o persuadirnos para que adoptemos su propio curso de acción. Desde el que te insiste a sol y a sombra para que pruebes esa rica comida, que te repugna, hasta quien cae un domingo a la hora de la siesta para que seas testigo de no sé que dios...

Digo esto porque saludo tu intención de dejar de participar en Facebook y en modo alguno me propongo, con lo que sigue, sugerir que cambies tu propósito.

Sin embargo me parece que ingresaste en ese sitio virtual con expectativas que no eran las más acordes.

Quiero decir, si vas al carnaval de Gualeguaychú, por un acaso, no sería esperable que en ese ámbito puedas discutir de filosofía neoplatónica, puede pasar, claro está (conozco gente que terminó una noche de hotel debatiendo sobre filología, pero bueno...) no es razonable, empero, contar con ello.

Primer punto, pues, Facebook es un lugar para conocer o reencontrar gente, yo ubiqué toda una rama de mi familia, un sitio de juegos frívolos, una distracción sin mayor compromiso.

No pretende ser otra cosa y, opinión enteramente personal, está muy bien que lo sea.

Existen, sí, algunos que sugieren adhesiones a diversas causas, en un estilo muy básico de "miren cuantos somos", pero aún así eso es parte de la diversión, no implica un compromiso serio, ni una acción positiva, a lo sumo permite que gente que, como mi hija adolescente, hace su propio camino, encuentre referencias a hechos, personajes u opiniones controvertibles, imitables, repudiables o curiosas... de ahí en más pueden surgir grandes cosas (grandes en el sentido de trascendentes para uno mismo) o acabar en nada. y dejame decirte que es un modo tan bueno como cualquier otro. Los de mi generación íbamos a las peñas para levantar “minitas”, pero a la larga algunos se terminaban comprometiendo con activismos sociales o políticos...

Todo este asunto de los fines y los medios me recuerda lo que pasó, hace algún tiempo, cuando el viejo Solón se encontró con Tespis, el creador del teatro griego:


- ¿No te da vergüenza, Tespis- preguntó el legislador ateniense- decir mentiras tan grandes?


Se refería, claro está, a las tragedias de éste.


- No tiene importancia- le respondió el autor- todo es una farsa.


Solón se enojó: - ¡Por los dioses!- dijo- si seguimos con esto del teatro no habrá seriedad en la vida...


Con el tiempo, como sabemos, el teatro se convirtió en una especie de segunda conciencia de la Humanidad sin dejar de ser, a la vez y en sus productos más logrados, un entretenimiento.


No pretendo tanto para Facebook, pero sí para la red.

Segundo punto. La historia de Internet es un poquitillo más compleja de lo que vos planteás.

Es cierto que surgió de investigaciones militares, pero también es verdad que las Universidades tuvieron mucho que ver en ella, y hoy por hoy es la gran ágora (hoy estoy filohelénico parece) de esta gran polis en que se está convirtiendo nuestro mundo.

Un ágora donde se combate, al fin y al cabo la stasis fue parte siempre de la polis, donde se dirimen supremacías, predominios, agendas para el futuro y también, como buen ágora, donde se chalanea, se vende, se cotillea, se fisgonea y se habla más de la cuenta... somos humanos ¿qué esperaban?

No me hago cruces por la porquería que circula por la red, al fin y al cabo ¿quien no ha echado un vistazo a esa página de ch…?

Tampoco me ilusiono con una eclosión maravillosa de libertad, pero, confieso, soy muy optimista acerca del futuro de la Internet, optimista y cauto, claro, porque en el fondo estoy muy esperanzado con respecto a ese ser prodigoso que evoca Sófocles; el Humano.

Como buen marxista, además; ¿cómo no estar fascinado por el desarrollo tecnológico?. No digo, fíjate bien, deslumbrado, pero sí admirado de la inventiva de nuestra raza humana.

Vamos hacia un futuro mejor, y ayudaremos a construirlo, no sólo con grandes hechos, sino con grandes ideas y con anónimos guijarros.

La tontería de Internet, que tanto parece preocuparte, es también parte de esos nuevos códigos que estamos gestando, balbuceantes, torpes, atrabiliarios, pero profundamente libres y preñados de futuro.

Tercer punto. Te preocupás demasiado y, permíteme decírtelo por la breve pero creo que sincera amistad que nos vincula, te quejás mucho.

Vamos, amiga, que hay que mirar un poco alrededor para ver que:

a. este país en el que nos ha tocado vivir no es mejor ni peor que otros.

b. puestas las cosas en perspectiva las buenas superan a las malas (y te lo dice alguien que no tiene donde caerse muerto)

c. la mayor parte de la gente es confiable, pero de eso no se sigue que deje entrar a la mayoría de la gente a mi casa, puede que justo ese tipo, de sonrisa tan afable, sea un redomado pillo.

d. nuestros padres, abuelos y demás ancestros se quejaban, tan atrás como el Australopitecus, de lo malo que era el tiempo presente y lo buenas que fueron las edades anteriores... es un mito muy común y, como tal, casi completamente falso.

e. la TV es una basura, mucha de la Radio (sobre todo Radio 10) es también una basura... pero esto fue siempre así. Cuando uno, como es mi caso, lee un poco de historia encuentra comentarios similares sobre los medios de comunicación de todas las edades.

El teatro isabelino, el que nos dio a Shakespeare, era morboso, chabacano y grosero, lo mismo una gran parte de la literatura popular del Renacimiento.

Las obras maestras son siempre una minoría y no pocas veces lo que deviene en clásico fue considerado de mal gusto por sus contemporáneos.

¡Vamos que el propio teatro griego (¡perdón, otra vez!) se parecía más a la popular de Rosario Central que al Colón!

Había que aguantarse las ocho o nueve horas en el Odeón, con el calor de las dionisíacas y el aliento a borracho de muchos de los asistentes (recordá que Dioniso era dios del vino), la acústica deficiente, el olor del pescado y los insultos del público. Dos mil años después, en el Globo, las cosas no eran muy diferentes...

f. y último, tienes todo el derecho a tus gustos, pero ¿por qué no te permites dudar un poco de tus juicios tan apodícticos?




Amiga, todo esto, no implica ¡por Hércules!, una crítica hacia tu persona, ni siquiera un cuestionamiento de tus puntos de vista.

Lo que pretendí con este extenso mail que abusa de los adverbios, era acercarte algunas reflexiones que rondan mi espíritu cuando escucho, leo o veo a tantísima gente quejarse del mundo que nos rodea.

No soy Pangloss y no creo que este sea el mejor de los mundos posibles, pero estoy seguro de que, por cierto, no es tampoco el peor.

Hasta pronto
Con afecto sincero
Gustavo

sábado, febrero 14, 2009

El hijo del General (un cuento)


El General Medina, el atezado héroe de la Guerra Civil, volvía a su cuartel cuando paró en La Posta de las Tres Hermanas.

El maestro de posta tenía una hija única, linda como el entrevero, que pasó la noche con el General. Él partió por la mañana dejando sólo promesas y uno de sus raídos uniformes.

Esa noche ella soñó amores imposibles y se dejó tomar por un deseado y rubio ángel.

Pasaron dieciséis años.

Una mañana se presentó ante el General, ahora Ministro, un muchacho de piel blanca luciendo un descolorido uniforme pasado de moda.

El mozo quería conseguir.

El milico deseaba evocar.

Se miraron con desconfianza pero, al fin, terminaron abrazados. Hubo, dicen algunos, una cierta vergüenza en ambos y se separaron con brusquedad.

El recién llegado fue adoptado por Medina, que no tenía otros hijos pero sí demasiados sobrinos, y pronto se hizo conocido en la Capital. Se volvió jefe de partido, en virtud de su apellido y de su empuje.

Una tarde partió de la casa familiar luciendo inmerecidos entorchados y se internó en el Desierto del Oeste.

Regresó después de muchas mañanas, al frente de tropas victoriosas y saludó con altanería al viejo militar, protagonista de guerras poco gloriosas. Dicen que volvieron a abrazarse por última vez.

El joven y rubio general Medina se presentó como candidato a la Presidencia, a la cual el viejo y morocho Medina había aspirado dieciséis años atrás sin poder lograr su deseo.

La misma noche en que el joven fue elegido se escuchó un pistoletazo en la vieja residencia de los Medina.

Su hijo le brindó los honores del caso e hizo enterrar su cuerpo en el cementerio donde reposaban los ilustres del país.

Luego, tomó el poder.

No fue, reconozcamos, el peor gobernante de la República.



miércoles, febrero 11, 2009

El código Darwin


Un naturalista alrededor del mundo.

Se llamaba Charles y mañana cumpliría doscientos años, pues nació el 12 de febrero de 1809, poco más de un año antes que nuestro país, el cual visitó allá por el año 1832, cuando era un joven veinteañero.
Si quisiéramos resumir su obra en cifras, una manera tan buena como cualquier otra, diríamos que es autor de unos treinta libros, sin contar otras publicaciones menores, o que recorrió más de sesenta mil kilómetros durante su viaje de cinco años (como la Enterprise) alrededor del mundo.
Partió como un joven graduado, a bordo del HMS Beagle que, entre otros fines hacía el inventario del potencial imperio británico, y regresó como algo más que un naturalista. Un científico.

Evolución; hecho y teoría.
Que los seres vivos evolucionan unos de otros es un hecho, basta ser un poco observador para comprobarlo; las similitudes en ciertos rasgos de plantas y animales, los procesos de reproducción, y gestación en el caso de los mamíferos, el examen de los órganos y el registro fósil son evidencia de que las especies vivientes han cambiado a lo largo del tiempo y que, en ese proceso, han surgido nuevas especies. Si ampliamos un poco más el estudio descubriremos que entre esas especies estamos los seres humanos con notables diferencias respecto de las demás. Esto que acabo de enunciar no es, repito, una teoría, sino un hecho demostrado.

Darwin no sólo tuvo el mérito de darse cuenta de este hecho, como ya lo estaban haciendo sus contemporáneos, sino de intentar su explicación. Evolucionamos, sí, pero ¿cómo?
A la respuesta de Darwin se la conoce como Teoría de la Evolución por medio de la Selección Natural o, de manera más abreviada, Teoría de la Evolución.

El más apto.
Se ha dicho que la teoría evolutiva de Darwin puede resumirse como la de la “supervivencia del más fuerte”. Esto, claro, es doblemente inexacto porque en la evolución lo central no es tanto la supervivencia, sino la posibilidad de reproducirse de los seres vivos, en segundo lugar donde muchos leen fuerte habría que aclarar que el término correcto es apto, es decir eficaz a la hora de enfrentar el medio ambiente; y en este punto no siempre ser más fuerte es una ventaja.
Darwin parte de dos observaciones básicas; el medio ambiente está en constante cambio y los miembros de las especies vivientes no son nunca idénticos entre sí. De esto extrajo una importante consecuencia; algunos individuos logran adaptarse o resistir mejor su entorno y, por ello, dejan descendencia; otros, con menos posibilidades, no dejan herederos y, finalmente, se extinguen.

Este sencillo razonamiento forma la base de la selección natural y fue realizado, de manera independiente, por Charles Darwin, de regreso de su viaje en el Beagle, y por Alfred Wallace, que venía de recorrer el archipiélago malayo.

La teoría fue, en su momento, muy bien recibida, aunque no sería sino hasta los años 30 del siglo pasado cuando fuese aceptada como lo que, con modificaciones, sigue siendo; la mejor explicación para el hecho de la evolución, dicho en otros términos; la mejor explicación de la complejidad de la vida.

Desvíos.

Darwin y sus ideas no resultaron indiferentes en esa Gran Bretaña imperial y victoriana del siglo XIX. Se lo amó y se lo odió con igual intensidad.
Algunos clérigos de la Iglesia anglicana lo atacaron duramente y un núcleo de incondicionales, Thomas Huxley, el bulldog de Darwin, fue el principal, asumieron su defensa. En honor a la verdad hubo también eclesiásticos que consideraron a la Selección Natural compatible con sus creencias. Si los primeros fueron coherentes desde el punto de vista lógico, los segundos resultaron más perspicaces.
Otros, pensadores, filósofos, publicistas, tomaron la gran idea y, con razón o sin ella, la extrapolaron hacia otros ámbitos; la economía, la política, la misma sociedad se convirtieron en espacios donde se manifestaba la “lucha por la vida” y la “supervivencia del más apto”. La pobreza y las injusticias sociales quedaban, de este modo, enmarcadas en el cuadro de la evolución; unos debían sobrevivir, otros estaban destinados a perecer; caricatura que el propio Charles llegó a conocer y rechazar.

Darwin, dos siglos después.

La explicación de Darwin es, hoy lo sabemos, insuficiente. Lo cual no implica su abandono, sino al contrario, su enriquecimiento con el aporte de numerosas ciencias de las cuales la genética es la más importante. En la actualidad la teoría sintética de la evolución, llamada a veces neodarwinismo, es ampliamente aceptada y día a día da muestras de su vitalidad al permitirnos desentrañar con mayor exactitud los aspectos más complejos de la vida.

La síntesis moderna de la evolución reconoce que existen otros mecanismos evolutivos además de la selección natural, el azar o el error (deriva genética en términos más técnicos) entre ellos. Sabemos, además, que la variación está en nuestros genes y que no es ilimitada, que no hay una sola causa de la evolución, sino múltiples, y, del mismo modo, que no existe una finalidad determinada, sino un abanico abierto de posibilidades.

Los científicos continúan estudiando y descubriendo en base al legado de Charles Darwin.
De especial interés es el debate entre el gradualismo que sostiene un modelo de pequeños cambios acumulativos y la teoría de los equilibrios puntuados, para la cual el proceso evolutivo es discontinuo con nuevas especies que surgen en, relativamente, poco tiempo.

Del otro lado, empero, está el avance, minoritario pero ruidoso y preocupante, de las ideologías que arguyen a favor de un supuesto Diseño Inteligente. No habría nada que objetar a aquellos que dicen “creer” que la vida se originó por la voluntad creadora de un ser divino, como opinión es perfectamente respetable, pero cuando la creencia pretende hacerse pasar por Ciencia y ser enseñada como tal, estamos en problemas. Hay, con todo una manera de contrarrestar estas tendencias irracionales, que a la larga derivan en oscurantismo e intolerancia.

Regresar a ese joven de doscientos años, leer su prosa serena y convincente para descubrir, en la maravilla de la Naturaleza, no la mano de un dios, sino algo mucho más apasionante: ¡la posibilidad de comprenderla!

lunes, febrero 09, 2009

Alerta meteorológico... reflexiones de la semana

Inicio, con este artículo, una serie de breves reflexiones a partir de las noticias que, de manera completamente personal, considero relevantes. Es mi intención actualizarlo semanalmente, pero no puedo prometer nada; el año se presenta apasionadamente complicado…

Como siempre sus comentarios (o silencios) serán bienvenidos.



El lunes pasado la tormenta se vino con toda su fuerza. Justo como para darnos a entender nuestra pequeñez, diría el predicador, lluvia, granizo y vientos de noventa por hora (¿por qué los noticieros dicen “en la hora”?) golpearon una desprevenida ciudad de Rosario. No es que si hubiésemos estado prevenidos la cosa hubiese dolido menos o los daños hubiesen sido mínimos. Las carencias de infraestructura son históricas y lo poco o mucho, las opiniones están divididas, que hace la municipalidad siempre es insuficiente ante este tipo de eventos… no fue, por suerte, una catástrofe ¡pero si nos hubiese caido Katrina!


Hablando de aquel famoso huracán que azotó a La Nouvelle-Orléans en 2005, el sábado fuimos a ver “El curioso caso de Benjamin Button”, que trascurre en esa misma ciudad.

No, no voy a contarles el argumento, deberían ir a verla libres de ningún comentario (cosa que no hice) para dejarse sorprender… ¿gratamente? Es muy posible; la composición de personajes es de primera, no sólo de los protagonistas; Brad y la bellísima Cate Blanchett, sino también de los “secundarios” Tilda Swinton como una muy británica amante y Taraji Henson como la madre adoptiva de Benjamín.

Hay escenas de gran belleza; el reloj, el lago Pontchartrain, la recreación de Nueva Orleáns a principios de siglo, otras impactantes, como el combate entre el remolcador y el submarino y algunas más que delicadas que me reservo; no vaya a ser que…

Demérito que me hizo notar mi compañera: la duración, puede resultar un tanto larga porque, excepto la premisa, “no pasa nada” durante el film, siempre que admitamos que en la vida de alguien “no pasa nada”.



Tampoco parece que pase nada en la política local.

Cristina, con una de esas comitivas tipo “corte de los milagros” que acostumbramos por estas provincias ¿unidas? visita a España, la Madre Patria, con la que, doscientos años más tarde de mayo, seguimos manteniendo relaciones difíciles; calcadas, a veces, de las de las hijas adolescentes con sus madres (y lo digo por propia y reciente experiencia).

Hablando lo más seriamente posible que amerita la noticia, lo cierto es que hay poco que rescatar en la acción de gobierno, ah, cierto, gestión se le dice ahora, de CFK (¿qué tal la sigla que popularizó el inconfesable TN?) un puñado de buenas intenciones, acciones más o menos audaces para enfrentar la crisis del capitalismo (los Grundrisse están más actuales que nunca) y nuestros males no son, esto es trabajo de todos/todas nosotros/as, tan terribles como los anuncia la Casandra de Punta del Este. No digo que estemos bien, no auguro nada, sólo constato el hecho…





¿Qué se hizo de los pronósticos de colapso?.





Por otra parte lo de la carta de porte me pareció genial, no, no sé si está bien (no te encabrites Daniel) pero es un golpe político de primera… y sí, me caen mal los muchachos de la FAA; burguesía nacional: ja, ja, ja.

Es que a veces las cosas se confunden.


Algunos, con una visión sesgada por cierta enfermedad local llamada gorilismo, suponen que este es el peor de los gobiernos posibles y se refugian, ilusos, en el mesianismo de una señora gorda (nunca mejor dicho el término) que no sabe, literalmente, distinguir a la derecha de la izquierda de tan posmoderna que es ella. Aclaro que también yo miro un poco sesgado, hay mucho de “cabecita” en mí (no te rías Sabri) y bastante de conciencia de clase como para decir, alegremente; “apoyo al campo y abajo CFK”. Digo, nunca entendí por qué si uno no está con uno, tiene que estar, forzosamente, en contra. Los que no creemos en el Estado, esté quien esté a su frente, no nos ilusionamos tan fácilmente.

Y no nos creemos los cuentos de brujas y caballeros que nos cuentan oficialistas y opositores por igual.


En lo que se refiere a cuentos; mal lo está pasando Ratizinger con estos deslenguados de los lefebvristas. Bien empleado le está, hoy releía la Teología en el siglo XX (un libraco de los años posconciliares) y pensaba en como ha involucionado la Iglesia en estos últimos treinta años; un precio muy caro ha pagado por su proyecto de derrotar al marxismo.


Tan caro como el que está pagando el judaísmo por la genocida acción del gobierno de Israel. Recrudecen los gestos antisemitas, pero es esta absurda identificación entre un Estado y un régimen con el judaísmo la que da pie a esas repudiables expresiones. En el centro de Rosario están los carteles que pegó algún sector de la Cole: Hamás quiere que haya víctimas. Puede que así sea, pero a mí me recuerda el lenguaje de la Dictadura: Algo habrán hecho…


Está calmo, por ahora, pero no se descarta la presencia de tormentas, algunas localmente fuertes. Vientos de guerra, lamentablemente, en tierras más castigadas que la nuestra, sequía prolongada en los famosos “mercados” y chaparrones de verano, con abundantes gritos de teros, en nuestra Argentina.


En cuanto a Rosario, la lluvia se fue y volverá, uno de estos días, seguramente el único en el cual no anuncien, como hacen todos los días, “alerta meteorológico”. Por mi parte sigo atento, mirando al cielo, el cometa Lulin puede aparecer en cualquier momento y, ya se sabe, los cometas siempre anuncian grandes cosas.



miércoles, febrero 04, 2009

Esperanzándonos


Me niego, lo dije, a ser un desencantado.


Tampoco es que quiera ser su contrario, un encantado.


Me basta con la esperanza y la realidad.


Una me da aliento para la carrera de fondo, la otra sofrena mis ímpetus y me susurra al oído; ya, pero todavía no…


No creo en el Estado, pero aspiro a transformarlo tanto que termine desapareciendo, desconfío profundamente de los que hacen de la política una profesión, pero soy capaz de reconocer que a veces, por error, por distracción o porque se lo proponen, pueden lograr avances en lo que realmente importa: que la gente (digo la gente, quiero decir, como los brasileños, todos nosotros) viva mejor.


Creo, sí y profundamente, en el ser humano y estoy convencido de que en cada uno de ellos (ellas) hay algo bueno, algo noble, algo magnífico; salvo excepciones que no son sino eso, excepcionales. Nadie es, repito la salvedad, malo por naturaleza por mucho que nos inculquen el cuento ese del pecado original. Mejores y peores, seguro, abominables, sólo unos pocos.


Me he dado cuenta de que no existen vías rectas para llegar a alguna meta, también inexistente; la Historia avanza en espirales, a veces ni siquiera parece moverse, pero siempre termina por dejar atrás nuestro pasado más brutal. Creo en el futuro, es claro, y si me prevengo de algo es de aquellos que disfrazan el pasado con las ropas de lo más moderno; quienes dicen, sin saber de que hablan, antes era mejor, volvamos a lo primitivo, temamos la tecnología, adoremos de nuevo a la Naturaleza… Estos tales no se dan cuenta de lo crueles que son las fuerzas primordiales. No por rechazar a Jehová no voy a volver a Baal.


Este mundo no es, ciertamente, el mejor de los posibles; pero tampoco está condenado sin remedio.


Cuando me muestran con mórbido gozo, como hacen los desencantados, el hambre, la miseria, las guerras, la sordidez y la estulticia meneo la cabeza y afirmo, para su escándalo; hemos mejorado.


El hambre es un crimen, la Humanidad tardó dos mil años en aprenderlo, pero antes las hambrunas eran una política de estado y la indiferencia de muchos.


La guerra es el abandono de toda razón en nombre de dioses inexistentes, llámense Nación, llámense Tierra Prometida, llámense Reivindicación; pero sólo ahora lo creemos, durante siglos la guerra fue natural, evidente y permanente.


Sórdida era Roma, con sus proletarios sin esperanza, sórdido el Medioevo europeo en sus tres órdenes inmutables, sórdidas las calles londinenses en los tiempos del vapor y todos estaban convencidos de que así debía ser; sórdidos son nuestros tiempos en muchos rincones del mundo, pero ahora sabemos que no debe ser así.


Hemos mejorado, el mundo en su conjunto ha mejorado, falta mucho, muchísimo, demasiado, Utopía está distante, si es que llegamos a ella alguna vez, pero no tanto como lo estaba cuando Moro, el primero, la describió.


En mi tierra, en la Argentina que amo y que me duele tantas veces, tampoco es tan oscuro el panorama como afirman los desencantados.


La estúpida soberbia de los Kirchner y la soberbia estúpida de la sedicente oposición, léase Carrió y el rejunte de falsos chacareros, no son afortunadamente todo el panorama, por más que lo digan Radio 10, TN y el “tontuelo” de Novaresio (nota de color local si las hay).


Más allá de peronistas reciclados, o no, de los contestatarios de Barrio Norte, de la media docena de pequeños partidos políticos cuyo único objetivo, tan, pero tan chiquito, es hacer caer al señor y señora K, de la indecisión socialista, buenos muchachos, por los que conozco, pero tan tímidos como una colegiala (de las novelas de la tarde, claro), más allá de la izquierda ciega de las siglas y de los que identifican a la revolución con el kilombo hay mucho, mucho más.


Fábricas recuperadas y experiencias, todo lo tumultuosas que se quiera, de autogestión en serio.


Sindicatos horizontales, debates, asambleas, construcciones silenciosas.


Jóvenes que piensan el futuro sin atarse a modelos del pasado, gestiones locales que ensayan nuevas maneras de encarar la cosa pública (res publica si prefieren el viejo latín), una sociedad que se organiza para vigilar a sus representantes, pueblos olvidados que emergen, nuevas formas de sociabilidad y, hay que decirlo porque pocos lo ven, un empuje y una fuerza que son el síntoma de una nación en crecimiento.


Hay que salir de delante de la pantalla, de la notebook o de la tele, para verlo, pero están ahicito nomás, créanme.


No, no estamos tan mal como nos quieren hacer creer y en el rincón más yermo uno encuentra, si sabe buscar, una flor que desafía a la ceguera del acaso.

lunes, febrero 02, 2009

Desencantados


Ya todo está visto, dice el desencantado cerrando los ojos.

Es mentira, no puedo creerles, murmura la desencantada, mientras sube el volumen de la radio.


Los desencantados no son un espécimen local, están repartidos por todo el mundo, pero lo cierto es que la variedad argentina es notable por dos motivos, a saber; se consideran progresistas y sienten que el escepticismo más soso es en sí, delicioso.

Ningún desencantado ha nacido por generación espontánea, las circunstancias históricas; el fracaso repetido, las altas esperanzas defraudadas, la sequedad de la rutina, los han configurado como lo que son: delicadamente resentidos.

El miedo también ha configurado la conciencia, e inconsciencia si vamos a ello, del desencantado. Miedo a que lo baleen en cualquier descampado, miedo a que le roben lo trabajosamente conseguido, miedo a caerse de esa posición social que ha podido lograr, miedo, en fin, a su propio rostro en el espejo.

El (la) desencantado/a cree que todo tiene precio excepto él (ella) mismo/a.

Mira con sonrisa torva a los funcionarios del Estado, de sus tiempos de izquierda ha aprendido a desconfiar de ese instrumento de la clase dominante y tiene a gala no olvidarlo nunca, porque intuye que ellos le robarán el saldo de sus esfuerzos.

Se sonríe ante los movimientos sociales; locos lindos, siempre y cuando no corten la ruta cuando se va de vacaciones.

Porque se va de vacaciones, los desencantados nunca son tan pobres que no puedan disfrutar de su merecido descanso.


Apuesta a la protesta porque sí, porque queda bien, porque es una forma de mostrar su disconformidad ante el ascenso de lo vulgar. Protesta desde su casa, desde su departamento golpeando una cacerola, desde el living mirando TN, desde el sitio web enviando burlones comentarios. Nunca participa en construir, no le interesa, ¿para qué si todo sale mal?

Por eso disfruta de las malas noticias, goza cuando aparecen problemas, de la izquierda que fue mantiene ese viejo y tonto lema: cuanto peor, mejor.

Se entusiasma con el discurso racional, sólo un momento, sólo por unos instantes, y desprecia a cualquiera que no sepa usar con corrección la preposición “de”.

Elitista en su concepción, reniega de esa falta oculta para proclamar su amor por el pueblo. Nada lo demuestra mejor que esa cerámica que se trajo, por pocos pesos, del noroeste…


El desencantado lee Noticias, Crítica y Perfil, abomina de los K y tiene la secreta esperanza de que Carrió no lo defraude, apoya al campo sólo porque éste comparte sus fobias y se imagina de izquierda porque ha pasado por la universidad.


Hay mucho de bueno en los desencantados.
El escepticismo es bueno, la crítica también y ni hablar de la desconfianza.

Hay mucho de hojarasca, es una lástima, en los desencantados, trivialidad y una fundamental incapacidad de comprender los procesos históricos. Están acostumbrados a pensar las cosas en blanco o negro, en gris a lo sumo, y no pueden, simplemente no pueden, ser dialécticos; eso les suena a traición.

A veces me tienta ser un desencantado más; quejarme todo el día, burlarme de “la clase política” y exclamar triunfalmente cuando, como es de suponer, algo salga mal: te lo dije.
Me tienta, de verdad, pero entonces me paro, voy al baño, y me miro en el espejo.

Y me des – desencanto.