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lunes, octubre 28, 2013

¡Ganamos, perdemos...!


En la red social se preguntan por los resultados de las elecciones. 
Transcribo el post de Hernán Brienza: “¿… por qué en el 2011, con todos los medios en contra, un 54 por ciento de los argentinos votó a CFK y hoy, con todos los medios en contra, sólo un 32 por ciento votó al FpV? Si los medios siempre estuvieron en contra -incluso Clarín, claro- ¿por qué la gente cambió su voto?

Como buen porteño, el amigo ve al país como un gran patio trasero, idéntico de Ushuaia a La Quiaca (lo que me sorprende viniendo de alguien tan “viajado”) y a las elecciones como una suerte de test de popularidad.

Es un enfoque que considero, con el respeto que Hernán me merece, errado e insuficiente a la vez.

Se trató de elecciones de legisladores, diputados en todos los distritos y  senadores en algunos, y hasta comicios locales en otros;  en Santa Fe, por ejemplo, concejales de sus ciudades. Esto marca una impronta donde lo local es lo más importante.
Sin embargo, y sin contradecir lo anterior, es una campaña que se nacionaliza por la ubicuidad de los medios. Hay que considerar ambos factores a la hora de explicar los resultados, resultados que eran esperados por otra parte.

Me animo a esbozar una respuesta desde lo político local, cada uno verá si le parece o no. Si se palica o no a su particular "patria chica"



Cada distrito tiene su propia historia, dinámicas distintas y hasta estilos si me apuran.

El caso de Santa Fe, por ejemplo.
En nuestra provincia era cantado que ganaba  Binner.
Por varios motivos.
El principal es que Rosario, Santa Fe alguna de las ciudades del sur y Reconquista rechazan de plano al gobierno nacional. Es un clima social compartido incluso por trabajadores que han mejorado su nivel de vida, que acceden al plan PROCREAR y se benefician de las políticas nacionales pero no consideran que eso sea determinante para su apoyo. Tal vez si fueran elecciones presidenciales…
La impronta “bárbara” del gobierno nacional los asusta. No se ajusta a las formas republicanas.
El control para la compra de divisas y otras medidas económicas, aunque no las entiendan muy bien, les parecen lesivas de los derechos individuales, de los que hacen un culto.
Tienen la idea de que la política de Derechos Humanos es la responsable de la inseguridad.
Creen que la provincia de Santa Fe, y Rosario en particular, han sido perjudicadas adrede por el gobierno federal. Sienten que los castigan por ser diferentes, por no ser sumisos.
Estas ideas han sido difundidas ampliamente por el frente (partido socialista y sus satélites) gobernante y ampliadas por un aparato que incluye los medios locales; esos que en la Capital suelen ningunear.
Un botón de muestra, un hecho que podría parecer menor: el 20 de junio, en Rosario, es un día de orgullo local. La aldea de La Capital y canal 3, se pavonea con sus banderas y su monumento, sus periodistas locales que pueden salir de la rutina, sus autoridades que aparecen en el centro de la escena y la idea, que a los rosarinos les fascina, de que son el centro de las miradas del país (léase Capital Federal). Que venga el Presidente, sea cual sea, es una cuestión de honor. Ahora si en ese acto aparecen banderas partidarias, si se destaca la militancia como continuidad política de la historia, si se convierte en un escenario para realzar la figura de la Presidenta, en detrimento de las comparsas locales, se levanta el coro de voces airadas cual antiguos patricios romanos ante el pan y circo de los césares. Protesta el gobernador, en voz baja, protesta la intendenta y protestan los corifeos locales en los medios. Y con eso basta, muchos rosarinos protestan también, sobre todo los que comentan en las redes sociales.
Es posible que el votante medio (¿existe?) no esté del todo conforme con Fein, la intendenta de Rosario, con Bonfatti, el gobernador, pero no trasladan este malestar a la figura de Binner, a quien consideran distinto, mejor, la gran esperanza blanca de la democracia republicana.
El discurso de la normalidad (el mismo que le "dicta" Tomás Abraham) se hace eco de en muchos sectores para los cuales problemas como el narcotráfico creciente son “culpa” de las políticas sociales de la Nación y “trampas” tendidas a un político al que consideran honesto, previsible y republicano.
La presencia de Obeid no ayudó a mejorar las cosas, los K lo votaron por lealtad partidaria (se comieron el sapo) y nada más. Es verdad que recuperó parte de la fuga de votos que generaba el “chivo” Rossi, pero no logró convencer al resto de la población. Hay que reconocer que fue un grave error de Cristina imponerlo, aun cuando no hubiera otro.
La figura de Miguel “Krusty” Del Sel se benefició de la alianza con la gente de Reutemann, que conserva su aparato provincial y sus aceitados contactos con los chacareros de la Pampa Gringa y el norte provincial. Amén de eso redondeó unos votitos más con su imagen de tipo común, campechano, distinto al “aburrido” Binner y al “peroncho” Obeid, los reutemistas aunque lo parezcan no son peronistas del palo. En Rosario, el acierto desde el punto de vista de imagen, de sumar a una periodista local con cierto encanto, sin demasiadas ideas (condición sine qua non para ser parte del PRO)  y simpática también aportó a la victoria del payaso de Springfield… digo, de Santa Fe.

¿Entonces?

En Santa Fe, al menos, primó la idea de la “defensa del territorio provincial” ante el supuesto avasallamiento K.
El discurso del oficialismo no tuvo fuerza ante la imagen negativa de los candidatos locales del FpV frente al prestigio (a pesar de todo) y el aparato de Binner.
La prédica de los medios nacionales; muy lejos como para escuchar a los santafesinos, pero demasiado cerca para ser escuchados, fue un apoyo extra para la derrota kirchnerista, pero no determinante.

¿Entonces?

La victoria de los sectores opositores no es una victoria de un grupo consolidado, mucho menos homogéneo. Coinciden en lo que no quieren, concuerdan en la prédica de un republicanismo vacío y hasta es posible que convengan en políticas macroeconómicas contrarias a las actuales; que no son tan heterodoxas como todos repiten, y hasta ahí. Se van a enzarzar en una política de egos, serán incapaces de construir poder, excepto el massismo que se vincula al gran factor de poder; el colectivo de “jefes territoriales” llamado peronismo, y terminarán diluyendo su victoria en discursos, gestos y denuncias.

La victoria, esto es lo lindo, todos festejan (¡hasta el PO!), del FpV tampoco es la gran cosa. No por lo que dicen los sicofantes de TN; es decir porque ganaron en “el país que no importa”, sino porque se cimenta en lealtades efímeras, dispuestas a cambiar de bando así como así (a la manera romana los peronistas terminan gritando: vivat qui vincit!). A la primera de cambio se van con Massa como si tal cosa, al fin y al cabo Massa lo hizo al irse del FpV…
Tendrán mayoría en las cámaras, eso sí y el kirchnerismo conserva sin demasiadas averías su capacidad de maniobra, si bien depende demasiado de la Jefa Espiritual de la Nación 2.0… La lucha por la sucesión será desgastante y hasta ahora, desde estos pagos, es una incógnita.

¿Entonces?

Entonces a seguir apoyando este ¿modelo?, ¿relato?, ¿estilo? llamado kirchnerismo como la mejor posibilidad real de cambio, como camino para recuperar la política y como expresión de un amplio, más amplio que el mero recuento de votos, movimiento social transformador nacional y popular (disculpen el lagrimón setententista).
Si bien los votos no se suman, ya lo dije, hay siete millones de argentinos, poco más, poco menos, que quieren inclusión social, estado de bienestar y alineamiento latinoamericano… y quedan otro par de millones que, con diferencias que parecen insalvables pero no lo son tanto, también pretenden algún tipo de cambio social.

No está todo tan mal, muchachos. Festeje también usted, amigo Brienza.