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lunes, diciembre 29, 2014

El buen rey Herodes

El buen rey Herodes


Entre la historia y la leyenda
por Gotslaw Rubinovitz Besslow


Todos los 27 de diciembre, dos días después de la Fiesta del Natalicio, los niños de gran parte del mundo esperan con ansiedad la llegada de la noche. La salida de la primera estrella es la señal que lleva al máximo esa expectativa. No es para menos, en la madrugada, mientras ellos duermen un ser maravilloso se hará presente. Las imágenes convencionales lo pintan como un hombre de edad avanzada, con una larga barba blanca, una rubicundez permanente en las mejillas y una túnica encarnada; la influencia eslava lo ha transformado en un ícono universal.
El personaje es conocido por muchos nombres, pero para la mayor parte del mundo es Starenkia Heroda, El Buen Rey Herodes o, simplemente, El Rey Bueno. En algunos países, Galia o los estados sudvespucianos, Papá del Nacimiento.
Entre la medianoche del 27 y el amanecer del 28, el Rey Bueno recorre el mundo, montado en un mágico corcel, para distribuir regalos entre los niños y las niñas de buena conducta. A los malvados, según se cuenta, les dará un fuerte tirón de orejas como único castigo.
La tradición sibiriana ha ampliado con deliciosos detalles esta antigua creencia; relatos que compiten con los de otras leyendas en el ámbito de la cultura nazarena. Vespucia, por su parte, ha contribuido con sus canciones y películas a difundir esta imagen particular del Buen Rey Herodes, anciano de blancas barbas y perenne sonrisa.
Muchos escépticos ponen en duda la misma existencia del Buen Rey pero Herodes es un personaje histórico y se conservan testimonios documentales, amén de arqueológicos, sobre él y su reinado.
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Según los relatos nazarenos, ninguno de los cuales ha sido reconocido como normativo por la Iglesia, Jesús nació, en torno al año 6 a. C., en Bethlehem, pequeño pueblo al sur de Jerusalén. Las mismas leyendas aseguran que Mariam, la madre de Jesús, era una joven galilea expulsada de su hogar por haber quedado encinta antes de contraer matrimonio. Sólo su prima Elisheba la recibió en su casa de las montañas de Judea y fue allí donde el artesano Josef, betlehemita, viudo y sin hijos, le brindó protección. Antes de que ella diera a luz contrajeron matrimonio en la mencionada aldea de Bethlehem.
Yabé, el dios de los judíos, dicen las historias, premió a Josef con cinco vástagos en recompensa por aceptar la supuesta paternidad de Jesús.
En la “Vida de Jesús Nazareno”, compuesta por Luciano de Antioquia cerca de cien años después de los sucesos, se relata que Jesús era el avatar de Cristo, un ser celestial creado por Yabé, el único dios, en los comienzos del Universo. Este Cristo era el Demiurgo de la Creación y tomó carne en el cuerpo de Mariam en los tiempos de Herodes, el Grande y Julio Antonio, el romano.
El texto rival de Leví, “Vida del Nazareno”, puesto por escrito por la misma época, asegura que Jesús era la encarnación de Emmanuel, el mayor de los ángeles, y que nació como hijo legítimo de Josef, un descendiente del legendario rey David. A Miriam la menciona al pasar y silencia el episodio de su preñez.
Es en Leví encontramos el primer desarrollo de la leyenda de Herodes.
Cuenta, en efecto, que cuando nació Jesús en Bethlehem, una estrella apareció en las regiones orientales (es decir, el Imperio Parto) y causó gran conmoción. El soberano, Fraates cuyo nombre omite, envió seis hombres sabios o magos para entrevistarse con Herodes, pues la estrella era un signo relativo a un rey judío3. Los magos llegaron a Jerusalén y preguntaron al rey por el recién nacido; Herodes no sabía de quien se trataba pero, al consultar con los escribas (es decir, los esenios) supo que era el signo del nacimiento del Mesías de la casa de David. Reunido con los magos se dispuso a acompañarlos y llegaron a Bethlehem, pero no encontraron rastros del niño. Herodes, entonces, dispuso que todos los niños mayores de dos años fuesen llevados a su presencia y les entregó ricos presentes a cada uno. Jesús, sin embargo, rechazó todos los presentes. Descubierto que él era el Mesías, pues nada necesitaba, Herodes lo llevó consigo a su palacio, junto a sus padres. El relato se cierra con la muerte de Herodes y la huida de Jesús a Egipto a causa, aunque esto no se dice, de la guerra sucesoria.

Durante los tres primeros siglos pocos relatos nazarenos se ocuparon de Herodes. La mención de su nombre en Luciano, la leyenda recogida por Leví y el Evangelio fueron casi los únicos testimonios hasta el siglo IV. En el “Lalita Purana Ieshu”, puesto por escrito hacia 367 pero que recoge materiales más antiguos, Herodes es una figura prominente como interlocutor del pequeño Mesías, pero poco se dice sobre él mismo.

En el siglo XIX, en Nova Rossiya el personaje de Herodes, con los atributos sibirianos, se hizo extremadamente popular e inseparable de la Fiesta del Nacimiento. Después de la caída del Janato, innumerables campesinos emigraron a las inmensas praderas de Nordvespucia, la colonia conquistó su independencia con el nombre de Misty Sojuzas Vespucia (Ciudades Unidas de Vespucia), el primer gran estado federal del mundo, y se convirtió en una sociedad próspera y avanzada.

A finales del siglo XIX, los periódicos civiunidenses popularizaron un sub género de relato conocido como “cuento del Nacimiento” o “cuento de invierno”, seguían en esto una tradición eslava cuyo autor más destacado fue Kiril Dekinovič con su historia sobre un avaro visitado por los espíritus de la bondad. Los cuentos se publicaban durante todo diciembre y reflejaban las predilecciones de los ivankin, omo se denominaba a los descendientes de los viejos colonos de Nova Rossiya. Relatos simples, ambientados en diversos escenarios, pero con la presencia inevitable de la nieve y las tradiciones de Sibir.
Uno de estos cuentos, publicado en 1901, se titulaba. “El mensajero del Sur” y narraba la historia de Klaus, un marino ivanki perdido en los Mares del Sur. El autor, se supo hace no tanto tiempo, era Vladimir Ulanov, el famoso escritor de panfletos nacionalistas.
El viajero se lamentaba de no poder pasar las fiestas del Nacimiento entre los suyos, añoraba la nieve de Nova Rostov, imaginaba los regalos del Buen Rey. En ese momento un ser alado lo trasportaba mágicamente a una tierra lejana, el Polo Sur, donde hallaba al propio Herodes, risueño y rubicundo, con su larga barba, sus pequeños magos de los juguetes, sus sátrapas quienes clasificaban las cartas de los niños de todo el mundo, su mágica cabalgadura y hasta su esposa, Herodías, gruñona pero llena de ternura. Klaus escuchaba de labios de Herodes el relato de su viaje, jinete sobre Provarny, al Polo Sur, de la construcción de su palacio y de los eternos problemas con los sátrapas, proclives como cualquier capataz a ocultar las faltas de sus empleados, y con los magos que siempre querían hacer las cosas a su modo. Finalmente, el ivanki acompañaba a Herodes, a quien apoda Starenkia, el Viejito, en su viaje alrededor del mundo, con una cómica escala en Britania, hasta terminar con la entrega de juguetes en la casa de Klaus, donde dormía su hijo recién nacido; Kril.
El relato estaba muy bien escrito y resultó un éxito. Su encanto residía en la manera en que logró captar el clima de la época. Combinaba el cuento de hadas con la crónica de viajes, describía vívidamente los fantásticos escenarios del sur e introducía simpáticos personajes, difíciles de olvidar. Para el lector adulto, la mención, falsamente ingenua, de los problemas que enfrentaban los vespucianos era regocijante. Todos los temas de la agenda social eran tratados por el autor; los largos viajes de los balleneros, el nacimiento de las grandes cooperativas, la desaparición de las viejas tradiciones y hasta la inmigración británica que motivaba por entonces ásperos debates en la Duma. Las respuestas sólo eran insinuadas pero implicaban una vuelta a un mundo más sencillo, a las costumbres de antaño, a los genuinos valores de los primeros colonos sibirianos.
Starenkia Heroda, el Viejito Herodes, reapareció en la decoración natalicial. Los escaparates se adornaron con este anciano rubicundo y robusto, de larga barba y perenne sonrisa, imagen de la bondad y el afecto familiar. Stare, solían nombrarlo los niños, y Stare era el protagonista de numerosas historias publicadas durante diciembre, imitaciones más o menos hábiles de los motivos usados por “El Mensajero del Sur”. Año tras año, en revistas, periódicos y radioteatros, Stare llegaba con las primeras nevadas al grito de : “¡Ahó, Inocentes, traigo regalos para todos!”.

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Por esa misma época, según el Anuario de Historia Empresaria en 1921, se creó la Oghayo Kooperatiye Naptki (Cooperativa de Bebidas del Oghayo), una empresa con control obrero y participación del municipio de Cleopatra. Ese mismo año, en noviembre, la O K N lanzó a la venta una bebida gaseosa basada en el fruto del peyote y la nuez de cola; la Peyotikola. Al principio se la recomendaba como anti dispéptica, pero pronto se volvió un hábito entre los jóvenes afectos a la musica gúzlica y el nuevo arte panorámico.

Entonces estalló la Guerra y los soldados vespucianos fueron convocados. Los muchachos partieron cantando a la guerra.
Los soldados ivaniki recibían, entre sus raciones, una muda de ropa de obrero, efectos de higiene, dos libros (uno de ellos de preceptos religiosos), un radiorreceptor heterodino, dos paquetes de cigarrillos (marihuana, pues ya se había prohibido el tabaco), tres barras de chocolate y una jofaina de Peyotikola. Era parte de la impedimenta de los infantes vespucianos, marca registrada de su cultura: simbolizada por la participación de los trabajadores, la religión, la información pública y los placeres de la vida cotidiana. Con ellos iba toda la propaganda, la conciencia de ser “nuestros bravos boyevki”, las panorámicas de los estudios de Padbles y la música gúzlica. Por supuesto, Starenkia Heroda nunca faltó en cada Natalicio de los seis que duró la Guerra.
Durante la posguerra y en lo que duró la Paz Armada, Herodes fue un símbolo, cada vez más inseparable de la Peyotekola, de los valores vespucianos en todo el mundo.
Hoy, a más medio siglo desde entonces, con todos sus nombres en tantas lenguas; Starenkia, Stare, Pitana Janama, Hiroito, Atijoenian, Athair Na Nollag, Pater Nativitatem o Sengtanpé, el Buen Rey Herodes, sigue viajando, desde el Polo Sur a todos los hogares del mundo para llevar su mensaje de Paz, Entendimiento e Inocencia... ¡y maravillosos regalos para todos los niños buenos!
 Para leer el texto completo de este ensayo: El Buen Rey Herodes en Academia.edu