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jueves, abril 17, 2014

De protestas y proyectos

Con el desayuno me desayuno (poco original el tipo) del proyecto de ley sobre manifestaciones públicas. Más allá de lo "gracioso" del concepto; pedir permiso para protestar es casi como agendar la hora de hacer el amor, debo decir que no parece tan malo como lo pintan. El artículo 7, sí no tengo nada mejor que hacer que leerlo, con lo de la notificación o el 15 y hasta el 17 son medio “botones”, es cierto, pero otros no me parecen tan negativos. Se regula algo que hasta el momento era un campo de lucha y uno podría pensar, a lo Foucault, que otra vez el Estado aparece ejerciendo su brutal control sobre los cuerpos; no obstante dado que el control se ejerce igual y con total brutalidad, me pregunto si no es mejor que aparezca esta autorregulación antes que el caos represivo.
Más allá de las simpatías que se tenga por uno u otro ruidoso reclamo, lo cierto es que la más de las veces joden la vida a otros laburantes, son mero exhibicionismo (los de la CCC, por ejemplo, que juegan a la Revolución amén de recurrir al clientelismo más burdo) y no logran sus reclamos; si se lee el proyecto desapasionadamente (agradezco a Claudia por compartirlo si bien sé que no acordará con estas palabras) aparecen un par de puntas interesantes para pensar.
En primer lugar se habla de mediadores que recogerán el reclamo y deberán dar respuesta; suena ingenuo, pero no descabellado. Por otra parte se establece la obligatoriedad por parte del Estado de difundir las manifestaciones, así sean aquellas que la misma ley considera ilegítimas (concepto este bastante cuestionable); esto no sería un tema menor y me parece una medida progresista, con perdón sea dicho.

Las reacciones ante este proyecto (un típico proyecto con sello K), así como ante el operativo de Berni en Rosario me provocan cierta sonrisa de desganada: no importa que se hace, importa quien lo hace. Es una lógica muy primaria, de tribuna o comité, que se inhibe del análisis porque “nada bueno puede venir de los K” o bien que tampoco cuestiona porque “si lo hace Cristina, o quien ella mande, está bien sea lo que sea”.
Uno, que no milita encuadrado (y por eso no puede ser peronista), y que pretende pensar, siquiera precariamente, (y por eso no puede ser del PO) se sorprende de que tantas personas lúcidas (aparte de los pelotudos repetidores de consignas) acepten poner su inteligencia en una caja, tirar la llave y opinar con las herramientas hermeneúticas del comic: la liga de la justicia versus los súper villanos.
Uno, que escucha y camina por la calle, que sale del microclima de “los del palo”, se sorprende de que tantos se escandalicen del operativo de Berni, un tipo que no tiene por qué caerme simpático, cuando es evidente que al menos tiene el mérito de actuar ante la inoperancia del pelado y sus amigos. Y actuar de manera acorde, por lo que sé, con las leyes vigentes que ya es bastante.
Uno, por último, que gusta del espejo de la Historia y ha vivido, virtualmente, otras realidades se pregunta que hubiera hecho Illich, o que hizo, ante el crimen organizado y/o las protestas sociales (¿alguno recuerda Kronstad en los años 20?) o como actuaba Guevara frente los especuladores...
Semana Santa, que le dicen, y termino el desayuno. No todo lo que pasa me gusta, ni modo, pero el gataflorismo me gusta mucho menos...

viernes, abril 04, 2014

¿No oyen silbar a las serpientes?

Hablar, escribir, pensar, incluso ¡puta madre que inútil que parece en estos tiempos!
Ayer escuché a una dulce niña, doce años, delicada y hasta ingenua: “Para mí está bien que lo mataran”... los rostros de casi todos sus compañeros, reflejaban aprobación. Si el profe decía lo contrario y hablaba de cosas tan extrañas como derechos o justicia el fastidio era evidente.
El mal se combate, se aniquila; todas las armas son válidas, los malos no merecen vivir ¿no lo dice la tele? Desde Hora de Aventuras hasta 24, desde el presentador que apaga y prende luces hasta el notero que levanta chismes de barrio ¿tiene miedo, señora?, ellos o nosotros, ¿donde estaban los derechos humanos cuando...?

La lucha de clases está a la vuelta de la esquina, pero es un poco más complicada que los buenos proletarios contra los malvados capitalistas. No alzamos el puño para derribar el edificio burgués, eso suena a cuento del pasado, remoto e incomprensible; ¿proyectos colectivos? ¡Es el siglo XXI, despertá, muchacho!
¿Cómo llegamos a esto?
¿Un país con buena gente?
A lo mejor sí, ¿matan a golpes en Iruya o Trevelin?
Si a vos te hubiera pasado... ¿Y sabés qué?, sí, me pasó. ¿Y sabés otra cosa?; los hubiera cagado a palos... por eso es lógico que la justicia no la ejerza la víctima, por eso hacemos este ejercicio de optimismo llamado sociedad. No siempre resulta, que le vamos a hacer, pero es lo que hay. Eso o la barbarie, la edad oscura, la quema de brujas, los variados exterminios que hemos ensayado desde la prehistoria para acá.
No, no tengo respuestas.
Se me queman los papeles cuando veo a los “vecinos” matar a golpes a un tipo, quien sea, haya hecho lo que haya hecho. ¿También a un genocida?, también, aunque escribirlo me provoque el vómito; que lo juzguen, que lo sentencien, que lo encierren, lo que sea, pero con esa particular forma de racionalidad que se llama, quizás impropiamente, justicia.
No te voy a convencer, por supuesto, estimado compañero de laburo, cansado de esquivar “choritos” a las seis de la matina. Tampoco a vos, seguro de tu propia honestidad, encerrado en tu pequeña fortaleza, receloso de tantas caras “raras”. Tampoco uno la tiene tan clara. Hablar de inclusión, de proyectos de vida, de contención social está bueno, pero no alcanza, parece que nunca alcanza.
Es que no es sólo el crimen. No es que te maten por nada. No es la droga que avanza y tampoco la falta de horizontes. Es más terrible que eso.
Es la crueldad, es el desprecio por la vida, es el crimen instalado como modo de ser, el odio como base de la sociedad. Lo dicho, la lucha de clases al desnudo, pero en estado puro, sin cauce político, sin proyecto alternativo; una pesadilla caótica en lugar de un desborde de vida al estilo anarquista.
Es doloroso, en un sentido hasta físico, y es terrible, además.
Porque uno sabe de donde viene esto y a donde conduce. Porque son historias demasiado cercanas las que se repiten. Porque es la receta clásica del fascismo.
Por momentos también me gana el odio, por momentos también me apunto a la violencia (uno no es, nunca fue, un pacifista) pero me sale por otro lado. Los gordos pelotudos de la tele, los comentadores compulsivos de las redes sociales, algún puntero político de cuarta, los candidatos de sonrisas falsas que juegan con fuego, los que incubaron a tantas serpientes en treinta años de democracia y ahora se espantan cuando las oyen silbar...