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domingo, junio 22, 2014

Sin lágrimas

Domingo por la mañana.
Un domingo de nubes frías, de silencio, de calma.
Un domingo que marca el comienzo de otra semana. ¡Qué cosa indiferente el almanaque!

Hace ¿cuánto? minutos, días, no lo sé, murió mi vieja.
Repaso las palabras: ¿puede entrar en tres golpes de teclas algo tan definitivo?; esta cosa enorme de estar un poco más solo y saber que es para siempre.

En un segundo, el que separaba mi sueño agitado del mensaje de texto ("venite"), todo cambió, todo fue otra cosa, todo perdió su cualidad de completo; ¿cómo puede haber un todo si estoy partido en pedazos? Pedazos que buscan en vano las palabras, pedazos que no encuentran el camino de las lágrimas... hasta ahora.

No lloré lo que debía, lo que quería, lo que necesitaba.

Había papeles para hacer, personas a las que avisar, dinero que pagar. ¡Pucha que es burocràtica la muerte!

Gente, gente, gente. No puedo no agradecer su presencia, estaban ahí cuando necesité un apretón de manos, un rostro amigo o siquiera conocido, una palabra que no necesita ser pronunciada. Estaban allí conmigo, con nosotros y lo agradezco. Pero igual no pude llorar. Y no está bien, no está nada bien.

Simepre estuve con alguien, siempre hay alguien... y no es que no lo agradezca, repito, los alguienes son necesarios como el agua pero... a veces uno necesita de la sed, a veces uno busca la soledad, a veces quisiera alejarse y poder putear a los gritos, sin palabras de calma, sin que nadie pregunte: ¿qué te pasa? ¿estás mal?

(¡La recalcada concha de tu madre, claro que estoy mal, mal, mal, recontra mal...!)

Poder decir a los gritos, con toda la fuerza histriónica de la sangre italiana (que por algo inventamos la ópera), todo eso que se me hace nudo, que se me hace cáncer, en la garganta...

Poder decir que es definitvo y no hay vuelta atrás.

Que está muerta y nunca jamás la veré de nuevo.

Que me siento una basura, una mierda, un imbécil y, a la vez, no me arrepiento o sí, sí me arrepiento, pero que el arrepentimiento es tan absurdo como esa costumbre judeo cristiana del perdón...

Gritar los recuerdos que murieron con ella y los que morirán conmigo.

Evocar el recuerdo que es todo lo que nos queda.

Gritar, desgarrar la ropa, exagerar, romper todo, putear a dios y maría santísima, darse a todos los diablos, poenrse en pedo de lágrimas, tirarse al piso, hacer una escena, olvidarse de las miradas, que se vayan todos a la mierda y quedarse solo con la madre de uno, con ese despojo, ese cuerpo que ya no es pero se le parece tanto y decir todo lo que no puede decirse con palabras, con engaños que es lo mismo, con mentiras, y decirse lo que no se dijo por miedo, por vergüenza, por respeto, por tantas mierdas como configuran nuestra necesaria cultura. fruto de la mala conciencia.

No pude.

Siempre había alguien.

Y acá también hay alguien y el idiota, yo mismo, lo publica para satisfacer vaya a saber qué egocentrismo retrasado.

Igual, qué más da, sigo sin poder llorar.

Y ya se levantaron y empieza otro día sin soledad.