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martes, marzo 08, 2011

Día de Mujer (en ocasión del Международный женский день)

Sin entrar en cuestiones históricas que, presumo, ustedes conocen bien. Sin pretender sentar cátedra de nada. Sin otra intención que pensar en voz alta, juntos...

¿Por qué? me pregunta ella ¿por qué hay un día para la mujer? ¿por qué? insiste con sus ojos de aguamarina ¿no tienen un día los hombres?

Beso sus labios, me detengo a pensar, nada se me ocurre (las respuestas rápidas no son lo mío, mucho menos en sus brazos) y me duermo para soñar con ella.

Despierto en la mañana, ya entra el sol, y vuelvo a pensar en la pregunta.

¿Un día para la mujer?

Sí, ya conozco la historia, la terrible historia  de aquellas mujeres de Nueva York.
Y no se  puede olvidar a Clara, ni a las mujeres que, en Rusia, se pronunciaron contra la prudencia y por la Revolución... Mujeres, tantas y tan diversas...
Sin duda ellas, las trabajadoras, las sufragistas, las que quemaron sus corpiños, las que se negaron a parir esclavos, las que rompieron convenciones, silencios y opresiones,  deben ser homenajeadas...

Con todo hoy no pienso tanto en ellas, sino en todas.

En las mujeres que me rodean, que me asfixian, que me colman, que me hicieron lo que soy; para bien y para mal (y no siempre porque esa fuera su intención).
En la mujer, compañera y rival, nuestra igual, amigos varones, y tan diferente.

Tampoco evoco, ahora,  la cultura.

Las influencias de los modos de pensar y de estar que determinaron, ¿al final del Neolítico?, ¿en la Edad del Bronce? la división sexual del trabajo...
La historia es fascinante (quizás por ser de género femenino) pero no es el caso rememorarla.

Antes bien hoy, 8 de marzo de 2011, pienso en vos.
Sí, en la mujer que veo, siento, padezco, admiro, soporto, necesito, esquivo, busco y pierdo todos los días. Mujer de muchos nombres, como tantas que están cerca, mujer de distintas formas y que, pese a todas las diferencias, tiene algo (indefinible) que la hace ser mujer.

Su nombre importa poco.
Su relación conmigo (esposa, hija, hermana, compañera, madre, alumna, exesposa...)  no viene al caso.
Sos vos la que me deja cavilando.

Mujeres.

Sombras, menores de edad, terribles presencias tentadoras, divinidades de fuego y sangre, sutiles, esquivas, volubles, tenaces...

Lilith y Eva.
Ariadna y Fedra.
Astarté y María Virgen
Sor Juana, Rosa de Lima, Mariquita, Juana Azurduy
Evita y las Madres...

Nos arrastran, nos olvidan, nos someten con aparente desgano hasta el punto de suplicarles su dominio, nos aplastan con indiferencia y desean que seamos, siempre, lo que ellas quieren.
Nos asustan. 
Nos recuerdan que no todo es límpido, claro y distinto, que la Razón tiene un límite y que la Dialéctica es mujer.
Nos intimidan con la vida que son capaces de portar, nos rodean, nos dejan desnudos en medio de nuestra aparente frialdad, no nos piden que amemos, sino que las amemos.

Sombras

Les hemos puesto nombres en nuestro varonil afán de clasificarlo todo;

Menores de edad.

Presencias tentadoras.

Divinidades de fuego y de sangre.

Sutiles.

Esquivas.

Volubles.

Tenaces.

Todo eso han sido las mujeres  para los que estamos parados del otro lado del cromosoma XX...

Un misterio.

Los misterios eran antiguas festividades, nos cuentan, en las cuales los participantes intuían, pero no comprendían, el secreto de la existencia. A nadie podían revelarlo y poca falta hacía, estimo, tal prohibición porque los misterios, de por sí, son inefables.

De ese orden de misterios son las mujeres...

Y como todos los misterios, sea el de la alegría, sea el de la tristeza, tienen un día para recordar que aún nos siguen desvelando con su presencia.

Para caer en la cuenta de algo...

Nunca, mujer, podré comprenderte del todo.

Bendita sea la Diosa, por ello!


Gustavo