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lunes, mayo 30, 2016

Comentarios polémicos (que a nadie interesan) I

¿Acusás a España por la conquista de América? ¿Ves a un español y le recriminás. "lo que le hicieorn a los indios Pueblos Originarios"? ¿Repetís todos los tópicos acerca de los ignorantes conquistadores, los crueles misioneros y las oscurantistas Leyes de Indias?

Todo bien. A toda acción sigue una reacción y tras tantos "Día de la Raza" es lógico pensar en varios "Día de la Reivindicación".

El problema es que España, como tal, no existía en 1492. Eran varios reinos unidos en la persona del monarca. El asunto es que el español actual no es descendiente de los conquistadores, porque el descendiente de los conquistadores sos vos mismo y, encima, los ancestros del "galleguito" padecieron los males de la Conquista, inflación y pobreza... Algunos de esos conquistadores, tus antepasados, eran pobres, analfabetos y supersticiosos, pero se las arreglaron para sobrevivir en un territorio hostil, para aprenden las lenguas americanas, para poder conciliar el sueño en una geografía de pesadilla. Y otros, por su parte, eran tipos cultos, capaces de conversar en latín con los sabios de su tiempo, peritos en astronomía y cosmografìa, trazadores de derroteros en la selva y de singladuras en la mar, capaces de levantar mapas de la nada. ¿Y los misioneros que pretendían llevar lo que consideraban civilización donde creían que no la había? Pudieron ser culpables de no reconocer los valores de otras culturas, lo cual no es el todo cierto, pero se parecían más a Médicos Sin Fronteras o a los Guerrilleros del siglo XX en su empeño por convertir a los indígenas en prototipos del Hombre Nuevo (que en ellos pasaba por ser el cristiano, que le vamos a hacer...) Crearon ciudades y universidades, recopilaron historias, inventaron escrituras y escribieron gramáticas de lenguas que nunca antes habían oído. Sin mencionar sus aportes a la botánica, la zoología, la etnografía y la farmocología... Un imperio, como el de Carlos I de España y V de Alemania, que detuvo sus conquistas hasta averiguar, Biblia y Pandectas en mano, si era o no justo dominar a los nativos de estas tierras, que se autoimpuso límites (límites que sus propios funcionarios incumplían porque erann ¡demasiado favorables a los aborígenes!), que estableció tratados y concedió privilegios de nobleza a los descendientes de los Yupanqui, los Moctezuma o los Xiu.

¡Por supuesto que fue terrible! ¡Sin duda fue sangriento! Sombras, tormentos, sufrimientos atroces, no niego nada de esto. De hecho es lo que hicieron nuestros antepasados.... Desde el Neolítico para acá.
Te gusta imaginar a los indígenas con los rasgos del "buen salvaje". Ecologista, ilustrado, tolerante, noble y bravo. Crés que su culto a la Tierra era un anticipo de la Hipótesis Gaia, que las palabras del Jefe Seattle (que nunca pronunció) eran su guía de conducta, que nunca engañaban, que jamás  traicionaban.
Tampoco es así.
Su respeto por la Naturaleza era miedo, sí, temor a un espíritu caprichoso  e inescrutable, rápido en ofenderse, vengativo, oscuro...
Algunos enfrentaron al invasor europeo. Mucbos buscaron su alianza para derrotar a sus rivales. Otros hicieron ambas cosas, sucesivamente. Es que eran personas, no personajes de historieta, de ninguna manera héroes para reemplazar a los héroes de antaño.
Y negociaban, y trampeaban, y saqueaban. Tal vez alguno de tus tatarabuelos, o más atrás, pudiera contarte lo que era vivir con el temor del malón, lo que signficaba ser un cautivo o, peor, una cautiva.





No pasa por justificar la (mal) llamada "Conquista del Desierto" y similares. Fueron genocidios, hay que decirlo con todas las letras. Sin embargo es hipócrita y hasta injusto con los muertos pensar que el noble nativo fue muerto por el malvado blanco. Implica sotener la peligrosa idea de que si hubieran sido malos... tal vez fuera justificable el genocidio.



A vos, seguramente, te gusta una historia en blanco y negro, una historia con guión de Hollywood; donde hay malos muy malos y buenos, buenísimos. Donde triunfa el amor y la tolerancia. Donde se defienden los valores que vos mismo considerás deseables. Donde el chico se queda con la chica, el malvado muere en su propia trampa y todo se recopila en un luminoso The End.
Una Historia en fin, donde no hay Historia.



martes, mayo 10, 2016

Arcángeles de un cielo rojo.

D.D. quien podría haber sido mi amigo de no ser por cuestiones de polleras, me regaló hace ya diez años el libro Arcángeles, de Paco Ignacio Taibo II.
Me fascinó entonces, me sigue regocijando hoy.
Además del estilo de escritura, que no es la queja errante del derrotado ni la elaboración esquemática del doctrinario, apasiona por su ecleticismo.
Durruti se cruza con Trostky y Flores Magón. Max Hölz vuelve a intentar la Revolución una y otra vez, la princesa roja Larisa Reisner muere por su propia mano, es decir que muere asesinada, Juan Escudero, al contrario, muere y resucita cada vez y P'eng P'ai reescribe su apócrifa historia.
Historias de derrotas todas ellas, historia de moralidades y principios olvidados, historia de color rojo sin que importen los matices de la bandera de cada uno.
Hacía mucho que no lo releía.
Esta tarde, hojeando una biografía de Diego Abad de Santillán, me quedé pensando en aquella guerra terrible y mágica, tan cruel como los campos donde se libraba, que marcó nuestra primera derrota. En 1939, en España no sólo murieron los últimos españoles libres (por lo que veo, todavía no han renacido) sino que murió el sueño de la Revolución. Y nosotros, los que nos decimos de izquierda, lo matamos. Siempre es un espectáculo decepcionante el de la estupidez humana (si lo sabremos los argentinos que venimos cometiendo una tras otra), pero mucho más el de la crueldad vacía. El enemigo estaba allí, frente a nosotros, y nosotros realizando purgas, fusilándonos mutuamente, los anarquistas denunciando a los del POUM, los socialistas desconfiando de los sindicalistas, los comunistas barriéndolos a todos. No es extraño que Orwell, tan inglés él, comenzara a imaginar ese desvarío llamado 1984. Nosotros digo y no estuve allí, pero ese nosotros (que aterraba a Zamyatin) aflora cuando un libro me lleva  a esos años, pero el nosotros me redime porque también uno está infectado con el virus de la intolerancia (los Profetas de Israel nos lo inocularon... en especial Isaías con ese veneno llamado mesianismo).

Venimos denunciándonos mutuamente desde la Primera Internacional. Lo hicimos en gestas como la Revolución Soviética y en mezquians diputas de barrio como las elecciones de un sindicato cualunque (el de maestros de una perdida provincia sojera, ponele). Venimos marcando las diferencias mientras los que mandan aprovechan sus coincidencias. Y venimos sufiendo una derrota tras otra, pero preferimos buscar traidores a hacernos cargo de nuestra estupidez.

Repaso las páginas de Paco que me cuentan de los vencidos. Y en ellos, unidos por su herejía, recupero el sentido de cualquier izquierda: Nous ne sommes rien, soyons tout !

lunes, mayo 09, 2016

Es una joda, che!

Por un tiempo estuve fuera, dejando el tiempo pasar, las heridas cerrar y descansar la vista (literal y metafórico a la vez, el tipo).
Cuando vuelvo a recorrer estos muros (un muro es algo que también separa, insiste con las figuras retóricas el quía) veo que uno de esos "amigos de un amigo" escribe que alguien le pidió dinero prestado, que no volvió a hablar con él y que no se lo devuelve. Un link me lleva a la página del "deudor" y encuentro que ese soy yo mismo.
Mi primera reacción es de sorpresa y algo de bronca.
Mis únicas deudas son con los bancos y, quizás, con algún hospital que quiso cobrarme plus (ya prescribió, estimo). Por cierto, puede que le deba algo a cierto amigo de la adolescencia. Y, como dice mi analista, la sensación de deuda permanente es parte de una personalidad neurótica... o algo así.
Después descubro que se trata de una broma. Uno entra a cierta página, escribe sus datos y redacta un reclamo de deuda o un amor no correspondido (a gusto). Luego, la página etiqueta a todos los amigos del FB y, de manera pesonalizada, muestra el mensaje y el link a la página de cada uno. Es decir que todos los contactos del tipo vemos el mismo mensaje pero que a cada uno le muestra su propia página personal de FB.
No me causó gracia.
Quizás porque no tengo sentido del humor, algo sabido hasta en el Cuadrante Gamma. Quizás porque la broma no es tan graciosa como se supone.
O, más bien, porque la broma no vino de parte de un / una amigo/a real, presente, elegido/a. Vino de esos amigos virtuales, de los que comparten una idea, un trabajo, un espacio acotado, una casualidad.
Vino de un desconocido, de un nombre que alguna vez escribió mi nombre y quiso ser "amigo"; tal vez de puro aburrido, a lo mejor satisfecho de encontrar alguien supuestamente afín. Y a quien yo, sin saber demasiado, guiado posiblemente por una foto en su perfil o un comentario inteligente, acepté como "amigo". Sin que la palabra significara más que "un tipo que pone cosas interesantes" o "un tipo que piensa parecido", en el mejor de los casos.
 
Como uno es viejo, ignora que esto no es excepcional; se llama trolear (de troll, esos personajes malévolos de las leyendas escandinavas) y supone una manera geek, o no tanto, de poner un muñeco en la espalda de alguien con alguna inscripción.
 
Como uno es viejo, se da cuenta de que la broma está en su etapa de decadencia toda vez que un viejo, como mi "amigo", ya es capaz de ponerla. De hecho, estar en FB ya es sinónimo de haber pasado cierta edad...

¿Qué voy  a hacer al respecto?

Probablemente nada. Quizás elimine de mi cuenta al tipo, que tampoco me lo  hizo a mí, sino a todos sus contactos. Es posible que continúe alejado de esos muros virtuales, como hasta ahora. O hasta puede ser que te elija a vos, que me estás leyendo, para hacerte una broma... cuando menos te lo esperes.



En este lugar sagrado...

Hay quienes tienen todo previsto...
Escribir.
En una hoja en blanco o en un muro.
Expresar y decir. Sentimientos, conceptos, agudezas, bromas... Simples estados internos que se plasman en dibujos, que representan sonidos, que expresan eso que, por comodidad, llamamos ideas.
Escribir desde la pared de la caverna hasta el rectángulo virtual. Desde la pierrna de un coloso egipcio hasta la puerta de un baño público.
Estuve aquí. Existí. Vine, marqué presencia, me fui... Ya no estoy, pero algo mío permanece.
Mis palabras envueltas en el ropaje de los signos.
Sea que haya escrito un tratado, sea que haya grabado mi nombre en una muralla derruída... sigo estando.
Modernamente escribimos en hojas que no existen para ser leídos en pantallasqeu suponemos.
El deseo, la ilusión, es el mismo: no morir del todo.


En las paredes de Abu Simbel, mercenarios griegos al servicio de Psamético, dejaron testimonio de su presencia en el siglo VI antes de Cristo.

 
Y en un baño neoyorquino, los humanos continuamos escribiendo...