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domingo, marzo 28, 2010

Identidades

Escucho música.
Alterno entre Huey Lewis (si lo recordás estás revelando tu edad) y Mozart; ecléctico el pibe!

Escribo, navego por la Wikipedia (cinco horas ayer editando un artículo), me doy una vuelta por el Caralibro (¡me encantó la traducción!) y disfruto de la vida en este domingo soleado.

Después del almuerzo corrijo las tareas de vacaciones y me dejo llevar por la placidez de estar en mi casa, junto a la mujer que amo, pensando que la vida, la verdadera vida, es esto que me pasa. El momento, el instante en que lo Eterno se funde con lo Transitorio y uno puede sentirse casi un dios...

Y con lo dicho basta!

miércoles, marzo 17, 2010

Acepto el desafío; En Garde !












En otros tiempos  cualquier aspirante a ser considerado l'Enfant terrible, tenía a gala ser de izquierda. Puede que no comulgase con tal o cual ortodoxia marxista, pero defendía los valores de justicia y libertad que eran propios de una forma de pensamiento que, todavía, seguimos llamando progresismo. Las causas más nobles; los derechos del trabajador, de las mujeres, de los oprimidos en todo el mundo, hallaban en él su abogado y su embajador. Por sentido ético, mucha veces, por vanidad en ocasiones, por esa condición provocadora que debe tener todo intelectual.

En muchos aspectos las ideas que defendía fueron triunfadoras, si no en la sociedad, sin duda en la conciencia. Si nuestros tiempos tienen algo de bueno, que lo tienen, es también gracias a los pensadores de izquierda; disconformes, alborotadores, incómodos. Hoy en planes de estudio y proyectos de ley aparecen algunas de esas ideas que, en otros tiempos, aparecían como extremas; derechos civiles, igualitarismo, primacía del interés colectivo, crítica… y tantos más que siguen irritando a los que pretenden un mundo tradicionalista y ordenado.

Hoy ha surgido un nuevo tipo de intelectual.
Alguno de ellos puede ser obviado como un mero sicofante, propagandista de posturas reaccionarias que, ya en los años 50 del siglo pasado, hubiesen sido consideradas caducas.
No obstante existe otro tipo de pensador. Insólito estudioso; lúcido, preciso y con la capacidad para pensar más allá de los prejuicios, es un personaje que merece nuestra atención.

Es el nuevo intelectual orgánico de la derecha liberal (o aun extrema) y, como debe ser, plantea problemas que ninguna reflexión seria puede ignorar.

Quiere molestar, y lo logra, las conciencias cómodamente instaladas. Aspira a crear, y los blogs en los que prefiere publicar demuestran su éxito, nuevos modos de pensar, desafiantes, insolentes.

No lo desprecio y suelo escuchar con atención sus razonamientos. Responde, es evidente, a los intereses de los grandes bloques de poder y se escuda en un discurso antipolítico y, en ocasiones, anti sistema que puede ser engañoso a primera vista. Es enemigo, y procura no disimularlo, de los trabajadores organizados, pero se lleva bien con el trabajador individual; su mejor aliado. Su consigna, atrevida, ante las crisis es: atrevámonos a más, la solución no es menos capitalismo, sino más. Defiende la democracia, dice, pero prefiere la República; una república de iguales pero donde algunos lo son más que otros.

Lo peor que se puede hacer ante este tipo de pensador es ignorarlo. Tampoco es preciso refutarlo. Plantean preguntas que exigen respuestas inteligentes y meditadas. No basta con el discurso de barricada o los mantras ortodoxos, al contrario, eso refuerza el poder discursivo del intelectual conservador. Hay que asumir aquellas de sus críticas que sean válidas, y nos sorprenderemos de ver como algunas coinciden con la tradición de la izquierda. Hay que usar con inteligencia sus métodos y acercarnos al multiverso público del siglo XXI con un lenguaje despojado de convencionalismos y clichés de otros tiempos.



Hay que batirlos en su propio terreno, alzar la espada, saludar y atacar a fondo…


domingo, marzo 14, 2010

El desapego como ejercicio político



Haz el siguiente ejercicio.

Despeja tu mente de todo cuanto sabes, o crees saber, sobre la historia reciente de la Argentina.
Olvida, en un gesto voluntario, preferencias y tradiciones familiares, discursos recibidos y aceptados y el hecho, fundamental, de ser argentina o argentino.
Encierra entre paréntesis todo aquello que te implica personalmente con este país sudamericano y camina, mira, oye, lee, siente las calles familiares como si fueses un turista.
Deja a salvo de la omisión tu inteligencia: esto es muy importante.
¿Lo hiciste?

Bien, ahora abre las páginas de un diario (cualquiera, recuerda que no tienes pre juicios sobre ellos) y lee. Lee con toda tu lucidez pero, atención, sin involucrarte; eres un extranjero que se interesa por conocer la realidad de ese país exótico llamado Argentina.

Con el mismo distanciamiento enciende la radio, o la televisión, navega por las páginas locales de Internet, asómate a la puerta.
Pasea, también por la ciudad, devenida ajena por un acto de tu voluntad.
Escucha a los taxistas (si es que existe, nuestro inconsciente colectivo radica en ellos), a la chica de la panadería, al kiosquero, a uno y otro (público y priovado) joven universitario, a los militantes y a los indiferentes, a este, a aquel, al de más allá...
Visita a tus parientes que, ignorando tu decisión, buscarán que seas cómplice de sus apreciaciones sobre lo mal o bien que van las cosas ahora que tal o cual está en el gobierno.


Cuando hayas terminado tu experiencia.
Cuando regreses a tu identidad real.
Cuando vuelvas a ser el argentino quejoso, solidario y ligeramente cínico, o la argentina avispada y un poco paranoica que eras, que somos.
Cuando, en fin, regreses de tu viaje mental, quizás puedas descubrir, con asombro, más de un par de cosas que no sabías sobre tu propio país.

Verás que no todo es tan tremendo como algunos lo pintan, ni tan maravilloso como otros quieren demostrar.
Verás que hay mucho de bueno y demasiado de malo en este suelo; como en todos los otros suelos del mundo.
Verás que se grita más de lo deseable, que se entablan batallas absurdas con una lógica propia de críos.
Que los malos, de aquí o de allá, también pueden tener buenas ideas.
Que los buenos, nuestros o ajenos, suelen equivocarse más de lo que nos gusta admitir.
Que...

No vale la pena seguir. Si hiciste la experiencia lo habrás descubierto por vos mismo y tus conclusiones, no necesariamente idénticas a las mías y tal vez opuestas, serán infinitamente más sensatas, más valiosas sobre todo, porque has logrado, mediante esta sencilla técnica de desapego, superar un mal endémico.
Pudiste, por un rato, salir de esa lógica facciosa que nos ahoga en la Argentina. Tal es, compatriota, el primer paso para que podamos ser una República.

miércoles, marzo 10, 2010

DISCURSO DE PEPE MUJICA A LOS INTELECTUALES.


DISCURSO DE PEPE MUJICA A LOS INTELECTUALES.


En el encuentro con los intelectuales, el miércoles 29 de abril en el Palacio Legislativo.

Queridos amigos:

La vida ha sido extraordinariamente generosa conmigo.

Me ha dado un sinfín de satisfacciones más allá de lo que nunca me hubiera atrevido a soñar.

Casi todas son inmerecidas. Pero ninguna más que la de hoy: encontrarme ahora aquí, en el corazón de la democracia uruguaya, rodeado de cientos de cabezas pensantes.

¡Cabezas pensantes! A diestra y siniestra.

Cabezas pensantes a troche y moche, cabezas pensantes pa’ tirar pa’ arriba.

¿Se acuerdan de Rico Mac Pato, aquel tío millonario del pato Donald que nadaba en una piscina llena de billetes?

El tipo había desarrollado una sensualidad física por el dinero.

Me gusta pensarme como alguien que le gusta darse baños en piscinas llenas de inteligencia ajena, de cultura ajena, de sabiduría ajena.

Cuanto más ajena, mejor.

Cuanto menos coincide con mis pequeños saberes, mejor.

El semanario BÚSQUEDA tiene una hermosa frase que usa como insignia:

“Lo que digo no lo digo como hombre sabedor, sino buscando junto con vosotros”.

Por una vez estamos de acuerdo.

¡Si estaremos de acuerdo!

Lo que digo, no lo digo como chacarero sabiondo, ni como payador leído, lo digo buscando con ustedes.

Lo digo, buscando, porque sólo los ignorantes creen que la verdad es definitiva y maciza, cuando apenas es provisoria y gelatinosa. Hay que buscarla porque anda corriendo de escondite en escondite. Y pobre del que emprenda en soledad esta cacería.

Hay que hacerlo con ustedes, con los que han hecho del trabajo intelectual la razón de su vida. Con los que están aquí y con los muchos más que no están.

DE TODAS LAS DISCIPLINAS

Si miran para el costado van a encontrar seguramente algunas caras conocidas porque se trata de gente que se desempeña en espacios de trabajo afines. Pero van a encontrar mucho más caras que les son desconocidas, porque la regla de esta convocatoria ha sido la heterogeneidad.

Aquí están los que se dedican a trabajar con átomos y moléculas y los que se dedican a estudiar las reglas de la producción y el intercambio en la sociedad.

Hay gente de las ciencias básicas y de su casi antípoda, las ciencias sociales; gente de la biología y del teatro, y de la música, de la educación, del derecho y del carnaval.

Y en tren de que no falte nada, hay gente de la economía, de la macroeconomía, de la microeconomía, de la economía comparada y hasta alguno de la economía doméstica.

Todas cabezas pensantes, pero que piensan en distintas cosas y pueden contribuir desde sus distintas disciplinas a mejorar este país.

Y mejorar este país significa muchas cosas, pero desde los acentos que queremos para esta jornada, mejorar el país significa empujar los complejos procesos que multipliquen por mil el poderío intelectual que aquí esta reunido.

Mejorar el país, significa que dentro de veinte años, para un acto como este no alcance el Estadio Centenario, porque al Uruguay le salen ingenieros, filósofos y artistas hasta por las orejas.

No es que queramos un país que bata los récords mundiales por el puro placer de hacerlo.

Es porque está demostrado que, una vez que la inteligencia adquiere un cierto grado de concentración en una sociedad, se hace contagiosa.

INTELIGENCIA DISTRIBUIDA

Si un día llenamos estadios de gente formada va a ser porque afuera, en la sociedad, hay cientos de miles de uruguayos que han cultivado su capacidad de pensar.

La inteligencia que le rinde a un país es la inteligencia distribuida.

Es la que no está sólo guardada en los laboratorios o las universidades, sino la que anda por la calle.

La inteligencia que se usa para sembrar, para tornear, para manejar un autoelevador o para programar una computadora.

Para cocinar, para atender bien a un turista, es la misma inteligencia.

Unos subirán más escalones que otros, pero es la misma escalera.

Y los peldaños de abajo son los mismos para la física nuclear que para el manejo de un campo. Para todo se precisa la misma mirada curiosa, hambrienta de conocimiento y muy inconformista.

Se termina sabiendo, porque antes supimos estar incómodos por no saber.

Aprendemos porque tenemos picazón y eso se adquiere por contagio cultural, casi cuando abrimos los ojos al mundo.

Sueño con un país en el que los padres le muestren el pasto a los hijos chicos y le digan: “¿Sabés qué es eso?, es una planta procesadora de la energía del sol y de los minerales de la tierra”.

O que les muestren el cielo estrellado y hagan piecito en ese espectáculo para hacerlos pensar en los cuerpos celestes, en la velocidad de la luz y en la transmisión de las ondas.

Y no se preocupen, que esos uruguayos chicos igual van a seguir jugando al fútbol. Sólo que, en una de esas, mientras ven picar la pelota puedan pensar a la vez en la elasticidad de los materiales que la hacen rebotar.

CAPACIDAD DE INTERROGARSE

Había un dicho: “No le des pescado a un niño, enséñale a pescar”.

Hoy deberíamos decir: “No le des un dato al niño, enséñale a pensar”.

Tal como vamos, los depósitos de conocimiento no van a estar más dentro de nuestras cabezas, sino ahí afuera, disponibles para buscarlos por Internet.

Ahí va a estar toda la información, todos los datos, todo lo que ya se sabe. En otras palabras, van a estar todas las respuestas. Lo que no van a estar es todas las preguntas.

En la capacidad de interrogarse va a estar la cosa. En la capacidad de formular preguntas fecundas, que disparen nuevos esfuerzos de investigación y aprendizaje.

Y eso está allá abajo, marcado casi en el hueso de nuestra cabeza, tan hondo que casi no tenemos conciencia. Simplemente aprendemos a mirar el mundo con un signo de interrogación, y esa se vuelve la manera natural de mirar el mundo.

Se adquiere temprano y nos acompaña toda la vida. Y sobre todo, queridos amigos, se contagia.

En todos los tiempos, han sido ustedes, los que se dedican a la actividad intelectual, los encargados de desparramar la semilla.

O para decirlo con palabras que nos son muy queridas: ustedes han sido los encargados de encender la admirable alarma.

Por favor, vayan y contagien. ¡No perdonen a nadie!

Necesitamos un tipo de cultura que se propague en el aire, entre en los hogares, se cuele en las cocinas y esté hasta en el cuarto de baño.

Cuando se consigue eso, se ganó el partido casi para siempre. Porque se quiebra la ignorancia esencial que hace débiles a muchos, una generación tras otra.

EL CONOCIMIENTO ES PLACER

Necesitamos masificar la inteligencia, primero que nada para hacernos productores más potentes. Y eso es casi una cuestión de supervivencia.

Pero en esta vida, no se trata sólo de producir: también hay que disfrutar. Ustedes saben mejor que nadie que en el conocimiento y la cultura no sólo hay esfuerzo sino también placer.

Dicen que la gente que trota por la rambla, llega un punto en el que entra en una especie de éxtasis donde ya no existe el cansancio y sólo queda el placer.

Creo que con el conocimiento y la cultura pasa lo mismo. Llega un punto donde estudiar, o investigar, o aprender, ya no es un esfuerzo y es puro disfrute.

¡Qué bueno sería que estos manjares estuvieran a disposición de mucha gente!

Qué bueno sería, si en la canasta de la calidad de la vida que el Uruguay puede ofrecer a su gente, hubiera una buena cantidad de consumos intelectuales. No porque sea elegante sino porque es placentero.

Porque se disfruta, con la misma intensidad con la que se puede disfrutar un plato de tallarines.

¡No hay una lista obligatoria de las cosas que nos hacen felices!

Algunos pueden pensar que el mundo ideal es un lugar repleto de Shopping centers. En ese mundo la gente es feliz porque todos pueden salir llenos de bolsas de ropa nueva y de cajas de electrodomésticos…

No tengo nada contra esa visión, sólo digo que no es la única posible.

Digo que también podemos pensar en un país donde la gente elige arreglar las cosas en lugar de tirarlas, elige un auto chico en lugar de un auto grande, elige abrigarse en lugar de subir la calefacción.

Despilfarrar no es lo que hacen las sociedades más maduras. Vayan a Holanda y vean las ciudades repletas de bicicletas. Allí se van a dar cuenta de que el consumismo no es la elección de la verdadera aristocracia de la humanidad. Es la elección de los noveleros y los frívolos. Los holandeses andan en bicicleta, las usan para ir a trabajar pero también para ir a los conciertos o a los parques.

Porque han llegado a un nivel en el que su felicidad cotidiana se alimenta tanto de consumos materiales como intelectuales.

Así que amigos, vayan y contagien el placer por el conocimiento. En paralelo, mi modesta contribución va a ser tratar de que los uruguayos anden de bicicleteada en bicicleteada…

INCONFORMISMO

Les pedía antes que contagien la mirada curiosa del mundo, que está en el ADN del trabajo intelectual. Y ahora agrando el pedido y les ruego que contagien inconformismo.

Estoy convencido que este país necesita una nueva epidemia de inconformismo como la que los intelectuales generaron décadas atrás.

En el Uruguay, los que estamos en el espacio político de la izquierda somos hijos o sobrinos de aquel semanario Marcha del gran Carlos Quijano. Aquella generación de intelectuales se había impuesto a sí misma la tarea de ser la conciencia crítica de la nación. Anduvieron con alfileres en la mano pinchando globos y desinflando mitos.

Sobre todo el mito del Uruguay multicampeón. Campeón de la cultura, de la educación, del desarrollo social y de la democracia. ¡Qué íbamos a ser campeones de nada!

Y menos en esos años, en las décadas de los cincuenta y sesenta, donde el único récord que supimos conseguir fue la del país de Latinoamérica que menos creció en veinte años. Sólo nos superó Haití en ese ranking.

Esos intelectuales ayudaron a demoler aquel Uruguay de la siesta conformista. Con todos sus defectos, preferimos esta etapa, donde estamos más humildes y ubicados en la real estatura que tenemos en el mundo.

Pero tenemos que recuperar aquel inconformismo y tratar de metérselo debajo de la piel al Uruguay entero.

Antes les decía que la inteligencia que le sirve a un país es la inteligencia distribuida.

Ahora les digo que el inconformismo que le sirve a un país es el inconformismo distribuido. El que ha invadido la vida de todos los días y nos empuja a preguntarnos si lo que estoy haciendo no se puede hacer mejor.

El inconformismo está en la naturaleza misma del trabajo que ustedes hacen. Se precisa que se nos haga a todos una segunda naturaleza..

Una cultura del inconformismo es la que no nos deja parar hasta conseguir más kilos por hectárea de trigo o más litros por vaca lechera.

Todo, absolutamente todo, se puede hacer hoy un poco mejor que ayer.

Desde tender la cama de un hotel a matrizar un circuito integrado.

Necesitamos una epidemia de inconformismo. Y eso también es cultural, eso también se irradia desde el centro intelectual de la sociedad a su periferia. Es el inconformismo el que ha ganado el respeto a pequeñas sociedades y a lo que hacen.

Ahí andan los suizos, cuatro gatos locos como nosotros, que se dan el lujo de andar por ahí vendiendo calidad suiza o precisión suiza. Yo diría que lo que de verdad venden es inteligencia e inconformismo suizos, ese que tienen desparramado por toda la sociedad.

LA EDUCACION ES EL CAMINO

Y amigos, el puente entre este hoy y ese mañana que queremos tiene un nombre y se llama educación. Y mire que es un puente largo y difícil de cruzar.

Porque una cosa es la retórica de la educación y otra cosa es que nos decidamos a hacer los sacrificios que implica lanzar un gran esfuerzo educativo y sostenerlo en el tiempo.

Las inversiones en educación son de rendimiento lento, no le lucen a ningún gobierno, movilizan resistencias y obligan a postergar otras demandas.

Pero hay que hacerlo.

Se lo debemos a nuestros hijos y nietos.

Y hay que hacerlo ahora, cuando todavía está fresco el milagro tecnológico de Internet y se abren oportunidades nunca vistas de acceso al conocimiento. Yo me crié con la radio, vi nacer la televisión, después la televisión en colores, después las transmisiones por satélite.

Después resultó que en mi televisor aparecían cuarenta canales, incluidos los que trasmitían en directo desde Estados Unidos, España e Italia.

Después los celulares y después la computadora, que al principio sólo servía para procesar números. Cada una de esas veces, me quedé con la boca abierta.

Pero ahora con Internet se me agotó la capacidad de sorpresa. Me siento como aquellos humanos que vieron una rueda por primera vez. O como los que vieron el fuego por primera vez.

Uno siente que le tocó en suerte vivir un hito en la historia.

Se están abriendo las puertas de todas las bibliotecas y de todos los museos; van a estar a disposición, todas las revistas científicas y todos los libros del mundo.

Y probablemente todas las películas y todas las músicas del mundo. Es abrumador. Por eso necesitamos que todos los uruguayos y sobre todo los uruguayitos sepan nadar en ese torrente.

Hay que subirse a esa corriente y navegar en ella como pez en el agua. Lo conseguiremos si está sólida esa matriz intelectual de la que hablábamos antes.

Si nuestros chiquilines saben razonar en orden y saben hacerse las preguntas que valen la pena. Es como una carrera en dos pistas, allá arriba en el mundo el océano de información, acá abajo preparándonos para la navegación trasatlántica.

Escuelas de tiempo completo, facultades en el interior, enseñanza terciaria masificada.

Y probablemente, inglés desde el preescolar en la enseñanza pública.

Porque el inglés no es el idioma que hablan los yanquis, es el idioma con el que los chinos se entienden con el mundo.

No podemos estar afuera. No podemos dejar afuera a nuestros chiquilines. Esas son las herramientas que nos habilitan a interactuar con la explosión universal del conocimiento.

Este mundo nuevo no nos simplifica la vida, nos la complica. Nos obliga a ir más lejos y más hondo en la educación. No hay tarea más grande delante de nosotros.

EL IDEALISMO AL SERVICIO DEL ESTADO

Queridos amigos, estamos en tiempos electorales. En benditos y malditos tiempos electorales. Malditos, porque nos ponen a pelear y a correr carreras entre nosotros. Benditos, porque nos permiten la convivencia civilizada.

Y otra vez benditos, porque con todas sus imperfecciones, nos hacen dueños de nuestro destino. Aquí todos aprendimos que es preferible la peor democracia a la mejor dictadura.

En los tiempos electorales, todos nos organizamos en grupos, fracciones y partidos, nos rodeamos de técnicos y profesionales, y desfilamos frente al soberano. Hay adrenalina y entusiasmo.

Pero después, alguien gana y alguien pierde. Y eso no debería ser un drama. Con unos o con otros, la democracia uruguaya seguirá su camino e irá encontrando las fórmulas hacia el bienestar.

Nos toque el lugar que nos toque, allí vamos a estar tratando de poner el hombro. Y estoy seguro de que ustedes también.

La sociedad, el Estado y el Gobierno precisan de sus muchos talentos. Y precisan aún más de su actitud idealista.

Los que estamos aquí, nos acercamos a la política para servir, NO para servirnos del Estado. La buena fe es nuestra única intransigencia. Casi todo lo demás es negociable.

Gracias por acompañarme.