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jueves, septiembre 08, 2016

Sic et Non

Desde joven sufro esta dolencia. Ha sido fuente de desilusiones, enemistades, tristeza. Ha sido, también, una pálida compañía de la cual es imposible desprenderme. Menos que una adicción y más que un vicio.
Desde joven fui capaz de escuchar. De entender ambos argumentos en una disputa, de poder ponerme en el lugar del otro (con cierta preferencia por el más débil o el más golpeado), de abrir mis certezas a otras certezas igual de posibles.
No es que careciera e ideas propias o de convicciones. Las tuve y las tengo, pero aún las más preciadas caen, no puedo evitarlo, bajo el escrutinio de la razón, son asediadas por los argumentos contrarios, dejo que sean probadas por el disolvente ácido de la crítica.
Esto, claro está, me ha valido sinsabores varios. Por empezar me impidió dedicarme al comercio; ¿cómo ponderar las virtudes de, digamos, una nueva lustraspiradora si era capaz de ver, también, sus falencias? ¿cómo decir que ese crédito a sola firma, aquel libro con todas las respuestas, cierta milagrosa solución a todos los problemas eran lo que proclamaban su reclamos, si,a la vez, sabía que eran una estafa bien urdida, un juego de palabras o un imposible porque los milagros no existen? Dedicarme a la religión de manera profesional tampoco era una opción; ¿podía predcar todos los domingos sobre la acción de Dios en la Historia y añadir, como nota al pie, "pero quizás no"í? Ni el marketing, ni el coaching ontológico, ni el fundamentalismo, ni siquiera el ateísmo podían ser posibles para alguien que padeciera, como yo, tal manáitica obsesión con la duda, con la crítica, con las puertas abiertas a otras ideas.
Por supuesto que fracasé en la militancia política. Del peronismo veía sus logros, pero era consciente de sus miserias, del radicalismo, bueno no es que tuviera tantos logros, pero en la tibieza no tiene sentido disentir. ¿La izquierda?, bueno, ya hablé de la religión. La derecha en sus diversas variantes era tan dogmática como su opuesta. El liberalismo me gustaba por temperamento, pero lo llevaba hasta sus últimas consecuencias y terminaba siendo marxista, que es la única posiblidad. El anarquismo, pintoresco y todo, se me antojaba un hermoso cuento de hadas.
No, nunca pude poner mi cabeza en una caja y dejar de pensar.
Critico a todos y todas con ecuménica amplitud. Ni los refranes se salvan, porque (como me enseñó mi viejo) siempre hay uno que contradice al otro.
El resultado es que los anti K me creen un furibundo defensor de Cristina porque señalo los logros económicos y sociales de su gestión (que sólo un necio podría negar) y los K sospechan que no soy "del palo" porque a veces dejo entender que el kirchenirsmo cometió más de un par de errores y que la líder a veces se equivoca, lo cual me parece que es más que evidente. Ambos, sin embargo, me desprecian porque pienso que la divisoria K y anti K es una de las mayores pelotudeces de este siglo pródigo en ellas.
Y eso que omito, por vergüenza, decir por este medio algunas cosas que pienso que van a contramano de los más entrañables mitos argentinos.
La duda es la jactancia de los intelectuales, dijo uno de los más cobardes milicos argentinos (¡y hay que hacer méritos para eso!); sospecho que ni él mismo sabía lo que queria decir esta peregrina frase que (era militar, vamos...) debió haber copiado de algún lado. Lo cierto es que la duda es mi forma de ser en el mundo, el Sitz im Leben (diria un exégeta... alemán) de todo cuanto pienso, digo, hago, maquino y escribo. Dudo de mí mismo, dudo de mis certezas, dudo de las tuyas y dudo de mi propia duda. Escepticismo se llama. O gataflorismo.
Algunos, los que no lo padecen,dicen que es una virtud.
Me permito ponerlo en duda.

miércoles, junio 15, 2016

Mientras suena la música

"¡Qué barbaridad!, listo, ahora decí vos también : '¡qué barbaridad!' y podemos seguir jugando..." {Susanita a Mafalda en una tira que no recuerdo}


  Como Long John Silver en la Isla del Tesoro, el tipo estaba enterrando guita, literalmente. Al lado de un convento. En su vehículo tenía armas largas. Dicen que oye voces. Lo defiende una abogada conocida como "la Doctora Hot". Y así...
Todo es demasiado berreta, pero no menos posible. Porque en estas latitudes las cosas son así. A veces me asombra que el ispa siga existiendo, te juro.

"Roban pero hacen", "no necesitan robar porque tienen plata", "hay que tragar algún sapo", "es un amigo...", "resistiendo con aguante", "kukas; agarren la pala", "no vamos a andar haciendo un ADN por cada chinita que se embarace", "hay que dejar de lado la idea de que un empleado puede viajar o comprar un celular", "hay una luz al final del túnel", "tres meses de vacaciones", "yo conozco a uno que...", "¿en qué te han convertido, Daniel?"
La lista podría seguir. Lugares comunes para justificar la memoria selectiva, palabras vacías de uno y otro lado. Poca política. Nulo debate.
Era un país de individualidades. El sueño de cualquier teórico del capitalismo puro. Era como los Estadios Unidos, una tierra de oportunidades, pero con una gran, enorme diferencia, el desprecio completo por cualquier clase de ley, la idea básica de que no hay límites a la voluntad, ni morales, ni religiosos, ni siquiera los de la costumbre. Un hato de anarco capitlaistas puestos a construir una nación y, contradicción insoluble, un Estado. Y lo hicieron, pero lo hicieron con sus taras previas. Un Estado a su servicio, una administración que no interfiriese con sus negocios, una sociedad descabezada, sin ideología, compuesta por unos pocos ciudadanos que se servían del Estado y unos muchos inmigrantes que deseaban prosperar. Lo que los jodió fue que quisieron asimilar al extranjero y darle una identidad, y que esa identidad (en los modelos de la época) era la Nación, la Patria por otro nombre, y que disponían del mejor dispositivo para lograrlo; la Escuela Pública... Dicho de otro modo, lo que los cagó fue la Escuela Pública; sin ella no hubiese habido radicalismo, ni peronismo.

Explicar todo es extenuante. Fatiga y no da réditos, Explicás, te cansás, ¿qué ganás? Y encima te putean porque le destruís sus sueños dorados, o rojos, o a lunares...

No soy un militante. No soy un apolítico. No participo porque A) en todos lados encuentro especímenes de eso que ahora llaman "cerebro liso" (flojito muchachos, el insulto), B) tengo que aceptar la línea del Partido que sea, dejar de criticar a los propios, hablar pestes de los otros y, sobre todo, pensar de una manera ortodoxa... y no me gusta que me lo hagan, C) tengo muchas cosas que hacer D) me da fiaca.
Y, fuera de orden, porque me interesa demasiado la política como para militar. La palabreja misma me desagrada.

Definirse es, desde la misma palabra, encontrar un fin, limitarse, cerrarse en una figura dada. Definirse es, también, dejar de pensar lo que sucede. ¿Ser Iluminista en el siglo XXI? Casi tan patético como ser Comunista. Comunista de Internacional Diaria. Cuando uno mira los regímenes, se da cuenta de que la miseria humana los contamina por todos lados... la miseria y la estupidez. A veces, sin embargo, parece que la mayor estupidez se concentrara en los camaradas incpaces de dar un paso sin la anuencia del comité... o de la cita de autoridad. Los del otro lado eran idiotas, sí, y más idiotas si habían nacido al oeste de los Apalaches, pero se salvaban porque la idiotez encontraba un límite en los demás. Esa, quizás, sea la única ventaja del Mercado.

"Unión sagrada, Tren Blindado, Kronstadt, Realismo Socialista, Oportunismo, Desviasionismo, Stajanovismo, Holodmor, Represa del Don, Bosque de Katlyn, Molotov - Ribbentrop, Muro, Gran Salto Adelante, Revolución Cultural, Partido Único, Pol Pot... " el camino hasta el Juchen está empedrado con estos nombres...Antes, sin embargo, viene el veneno más infame; la idea de un Mesías, la esperanza de un Reino de Dios. Más que un veneno, un pharmako, en el doble sentido que tiene en griego.

Acá estamos lejos de todo eso. Todo argentino es capitalista, liberal y anti estatista. Todo argentino es socialista, totalitario y estatista. La cuestión es de que lado del Estado se encuentra cuando tiene cada una de las dos opiniones. Y, ojo, son opiniones, no argumentos, al argentino medio le da pereza pensar y desconfía de las teorías.

El tipo, Long John Silver, esconde la guita en un pozo. La tele lo muestra y mientras tanto se votan leyes que legalizan el robo...siempre que sean nuestros amigos quienes lo hacen. Y un día nos damos cuenta de todo, diez o veinte años después, y decimos: yo no lo voté, que se vayan todos, ¡qué barbaridad!

lunes, mayo 30, 2016

Comentarios polémicos (que a nadie interesan) I

¿Acusás a España por la conquista de América? ¿Ves a un español y le recriminás. "lo que le hicieorn a los indios Pueblos Originarios"? ¿Repetís todos los tópicos acerca de los ignorantes conquistadores, los crueles misioneros y las oscurantistas Leyes de Indias?

Todo bien. A toda acción sigue una reacción y tras tantos "Día de la Raza" es lógico pensar en varios "Día de la Reivindicación".

El problema es que España, como tal, no existía en 1492. Eran varios reinos unidos en la persona del monarca. El asunto es que el español actual no es descendiente de los conquistadores, porque el descendiente de los conquistadores sos vos mismo y, encima, los ancestros del "galleguito" padecieron los males de la Conquista, inflación y pobreza... Algunos de esos conquistadores, tus antepasados, eran pobres, analfabetos y supersticiosos, pero se las arreglaron para sobrevivir en un territorio hostil, para aprenden las lenguas americanas, para poder conciliar el sueño en una geografía de pesadilla. Y otros, por su parte, eran tipos cultos, capaces de conversar en latín con los sabios de su tiempo, peritos en astronomía y cosmografìa, trazadores de derroteros en la selva y de singladuras en la mar, capaces de levantar mapas de la nada. ¿Y los misioneros que pretendían llevar lo que consideraban civilización donde creían que no la había? Pudieron ser culpables de no reconocer los valores de otras culturas, lo cual no es el todo cierto, pero se parecían más a Médicos Sin Fronteras o a los Guerrilleros del siglo XX en su empeño por convertir a los indígenas en prototipos del Hombre Nuevo (que en ellos pasaba por ser el cristiano, que le vamos a hacer...) Crearon ciudades y universidades, recopilaron historias, inventaron escrituras y escribieron gramáticas de lenguas que nunca antes habían oído. Sin mencionar sus aportes a la botánica, la zoología, la etnografía y la farmocología... Un imperio, como el de Carlos I de España y V de Alemania, que detuvo sus conquistas hasta averiguar, Biblia y Pandectas en mano, si era o no justo dominar a los nativos de estas tierras, que se autoimpuso límites (límites que sus propios funcionarios incumplían porque erann ¡demasiado favorables a los aborígenes!), que estableció tratados y concedió privilegios de nobleza a los descendientes de los Yupanqui, los Moctezuma o los Xiu.

¡Por supuesto que fue terrible! ¡Sin duda fue sangriento! Sombras, tormentos, sufrimientos atroces, no niego nada de esto. De hecho es lo que hicieron nuestros antepasados.... Desde el Neolítico para acá.
Te gusta imaginar a los indígenas con los rasgos del "buen salvaje". Ecologista, ilustrado, tolerante, noble y bravo. Crés que su culto a la Tierra era un anticipo de la Hipótesis Gaia, que las palabras del Jefe Seattle (que nunca pronunció) eran su guía de conducta, que nunca engañaban, que jamás  traicionaban.
Tampoco es así.
Su respeto por la Naturaleza era miedo, sí, temor a un espíritu caprichoso  e inescrutable, rápido en ofenderse, vengativo, oscuro...
Algunos enfrentaron al invasor europeo. Mucbos buscaron su alianza para derrotar a sus rivales. Otros hicieron ambas cosas, sucesivamente. Es que eran personas, no personajes de historieta, de ninguna manera héroes para reemplazar a los héroes de antaño.
Y negociaban, y trampeaban, y saqueaban. Tal vez alguno de tus tatarabuelos, o más atrás, pudiera contarte lo que era vivir con el temor del malón, lo que signficaba ser un cautivo o, peor, una cautiva.





No pasa por justificar la (mal) llamada "Conquista del Desierto" y similares. Fueron genocidios, hay que decirlo con todas las letras. Sin embargo es hipócrita y hasta injusto con los muertos pensar que el noble nativo fue muerto por el malvado blanco. Implica sotener la peligrosa idea de que si hubieran sido malos... tal vez fuera justificable el genocidio.



A vos, seguramente, te gusta una historia en blanco y negro, una historia con guión de Hollywood; donde hay malos muy malos y buenos, buenísimos. Donde triunfa el amor y la tolerancia. Donde se defienden los valores que vos mismo considerás deseables. Donde el chico se queda con la chica, el malvado muere en su propia trampa y todo se recopila en un luminoso The End.
Una Historia en fin, donde no hay Historia.



martes, mayo 10, 2016

Arcángeles de un cielo rojo.

D.D. quien podría haber sido mi amigo de no ser por cuestiones de polleras, me regaló hace ya diez años el libro Arcángeles, de Paco Ignacio Taibo II.
Me fascinó entonces, me sigue regocijando hoy.
Además del estilo de escritura, que no es la queja errante del derrotado ni la elaboración esquemática del doctrinario, apasiona por su ecleticismo.
Durruti se cruza con Trostky y Flores Magón. Max Hölz vuelve a intentar la Revolución una y otra vez, la princesa roja Larisa Reisner muere por su propia mano, es decir que muere asesinada, Juan Escudero, al contrario, muere y resucita cada vez y P'eng P'ai reescribe su apócrifa historia.
Historias de derrotas todas ellas, historia de moralidades y principios olvidados, historia de color rojo sin que importen los matices de la bandera de cada uno.
Hacía mucho que no lo releía.
Esta tarde, hojeando una biografía de Diego Abad de Santillán, me quedé pensando en aquella guerra terrible y mágica, tan cruel como los campos donde se libraba, que marcó nuestra primera derrota. En 1939, en España no sólo murieron los últimos españoles libres (por lo que veo, todavía no han renacido) sino que murió el sueño de la Revolución. Y nosotros, los que nos decimos de izquierda, lo matamos. Siempre es un espectáculo decepcionante el de la estupidez humana (si lo sabremos los argentinos que venimos cometiendo una tras otra), pero mucho más el de la crueldad vacía. El enemigo estaba allí, frente a nosotros, y nosotros realizando purgas, fusilándonos mutuamente, los anarquistas denunciando a los del POUM, los socialistas desconfiando de los sindicalistas, los comunistas barriéndolos a todos. No es extraño que Orwell, tan inglés él, comenzara a imaginar ese desvarío llamado 1984. Nosotros digo y no estuve allí, pero ese nosotros (que aterraba a Zamyatin) aflora cuando un libro me lleva  a esos años, pero el nosotros me redime porque también uno está infectado con el virus de la intolerancia (los Profetas de Israel nos lo inocularon... en especial Isaías con ese veneno llamado mesianismo).

Venimos denunciándonos mutuamente desde la Primera Internacional. Lo hicimos en gestas como la Revolución Soviética y en mezquians diputas de barrio como las elecciones de un sindicato cualunque (el de maestros de una perdida provincia sojera, ponele). Venimos marcando las diferencias mientras los que mandan aprovechan sus coincidencias. Y venimos sufiendo una derrota tras otra, pero preferimos buscar traidores a hacernos cargo de nuestra estupidez.

Repaso las páginas de Paco que me cuentan de los vencidos. Y en ellos, unidos por su herejía, recupero el sentido de cualquier izquierda: Nous ne sommes rien, soyons tout !

lunes, mayo 09, 2016

Es una joda, che!

Por un tiempo estuve fuera, dejando el tiempo pasar, las heridas cerrar y descansar la vista (literal y metafórico a la vez, el tipo).
Cuando vuelvo a recorrer estos muros (un muro es algo que también separa, insiste con las figuras retóricas el quía) veo que uno de esos "amigos de un amigo" escribe que alguien le pidió dinero prestado, que no volvió a hablar con él y que no se lo devuelve. Un link me lleva a la página del "deudor" y encuentro que ese soy yo mismo.
Mi primera reacción es de sorpresa y algo de bronca.
Mis únicas deudas son con los bancos y, quizás, con algún hospital que quiso cobrarme plus (ya prescribió, estimo). Por cierto, puede que le deba algo a cierto amigo de la adolescencia. Y, como dice mi analista, la sensación de deuda permanente es parte de una personalidad neurótica... o algo así.
Después descubro que se trata de una broma. Uno entra a cierta página, escribe sus datos y redacta un reclamo de deuda o un amor no correspondido (a gusto). Luego, la página etiqueta a todos los amigos del FB y, de manera pesonalizada, muestra el mensaje y el link a la página de cada uno. Es decir que todos los contactos del tipo vemos el mismo mensaje pero que a cada uno le muestra su propia página personal de FB.
No me causó gracia.
Quizás porque no tengo sentido del humor, algo sabido hasta en el Cuadrante Gamma. Quizás porque la broma no es tan graciosa como se supone.
O, más bien, porque la broma no vino de parte de un / una amigo/a real, presente, elegido/a. Vino de esos amigos virtuales, de los que comparten una idea, un trabajo, un espacio acotado, una casualidad.
Vino de un desconocido, de un nombre que alguna vez escribió mi nombre y quiso ser "amigo"; tal vez de puro aburrido, a lo mejor satisfecho de encontrar alguien supuestamente afín. Y a quien yo, sin saber demasiado, guiado posiblemente por una foto en su perfil o un comentario inteligente, acepté como "amigo". Sin que la palabra significara más que "un tipo que pone cosas interesantes" o "un tipo que piensa parecido", en el mejor de los casos.
 
Como uno es viejo, ignora que esto no es excepcional; se llama trolear (de troll, esos personajes malévolos de las leyendas escandinavas) y supone una manera geek, o no tanto, de poner un muñeco en la espalda de alguien con alguna inscripción.
 
Como uno es viejo, se da cuenta de que la broma está en su etapa de decadencia toda vez que un viejo, como mi "amigo", ya es capaz de ponerla. De hecho, estar en FB ya es sinónimo de haber pasado cierta edad...

¿Qué voy  a hacer al respecto?

Probablemente nada. Quizás elimine de mi cuenta al tipo, que tampoco me lo  hizo a mí, sino a todos sus contactos. Es posible que continúe alejado de esos muros virtuales, como hasta ahora. O hasta puede ser que te elija a vos, que me estás leyendo, para hacerte una broma... cuando menos te lo esperes.



En este lugar sagrado...

Hay quienes tienen todo previsto...
Escribir.
En una hoja en blanco o en un muro.
Expresar y decir. Sentimientos, conceptos, agudezas, bromas... Simples estados internos que se plasman en dibujos, que representan sonidos, que expresan eso que, por comodidad, llamamos ideas.
Escribir desde la pared de la caverna hasta el rectángulo virtual. Desde la pierrna de un coloso egipcio hasta la puerta de un baño público.
Estuve aquí. Existí. Vine, marqué presencia, me fui... Ya no estoy, pero algo mío permanece.
Mis palabras envueltas en el ropaje de los signos.
Sea que haya escrito un tratado, sea que haya grabado mi nombre en una muralla derruída... sigo estando.
Modernamente escribimos en hojas que no existen para ser leídos en pantallasqeu suponemos.
El deseo, la ilusión, es el mismo: no morir del todo.


En las paredes de Abu Simbel, mercenarios griegos al servicio de Psamético, dejaron testimonio de su presencia en el siglo VI antes de Cristo.

 
Y en un baño neoyorquino, los humanos continuamos escribiendo...



martes, abril 05, 2016

Be solo

Viejo juego de palabras.
Bessolo = BE solo = Vé solo = Ve solo. Beso sólo es otra posibilidad, casi onanista.
Retomo el blog.
Necesidad de escribir. Urgencia de poner en palabras lo que siento, lo que creo, lo que me interesa.
Soledad implícita en mi nomen omen.
Dejo, para siempre (?), el Facebook. Síndrome de abstinencia al palo. Lo supero como puedo, en estas líneas, por ejemplo.
Nadie me leyó antes (bueno, nadie es exagerar, hubo cinco personas una vez, de las cuales tres comentaron) y nadie lo hará ahora. Tampoco saben que estoy aquí y, para contarles, debería volver al Facebook. Aporía, paradoja, lo que sea.
El caso es que estoy de nuevo con mi viejo vicio.
Volando... y registrando el vuelo en la bitácora.

jueves, diciembre 31, 2015

Navidad en Florencia.

Me mintieron. Disney, Hollywood y todas las canciones. No hay ni una pizca, ni un copo, ni un solo cristal hexagonal salvo en las vidrieras. La "blanca Navidad" son los padres...
Las fiestas de Navidad y Año Nuevo que vivimos acá, son diferentes y parecidas a las nuestras. Por empezar la decoración, no hay pueblito perdido que no llene sus calles de luces; estrellas, regalos, arbolitos y copos de nieve (los únicos que ha visto, ¡ay!). Las vidrieras brillan con ofertas, reclamos, invitaciones para festejar, canastas navideñas de todo tipo. En las galerías comerciales de Italia y Grecia no cesaban de pasar canciones sobre estas fechas, todas en inglés, casi todas americanas (no hay que resignarse pero, acá, América es la del norte... México y Canadá excluidos), al principio agradables... después insoportables.

Mucha gente en la calle, las vacaciones varían de un país a otro, pero suelen empezar el 24 y terminar los primeros días de enero (de paso, conté y hay más feriados en que Argentina, digo ya que quieren copiar todo...). Como anochece temprano, entre las seis y las ocho es la hora pico, la del "happy hour", el aperitivo, las compras. A las nueve, lo más tarde, ya están cenando.
Nuestra Nochebuena fue en Florencia.




Después de un agotador, (tal cual), recorrido por la Galleria degli Ufizzi y un carísimo café con vista a la Piazza della Singoria, decidimos volver al hotel.
La propuesta era simple, un buen baño y salir a cenar. El problema era que, a una cuadra del alojamiento, está el Mercado Central y nos demoramos para comprar un sobrecito de peperoncinno... ademas de picar unos deliciosos quesos en la planta alta.

En fin, que salimos a cenar pasadas las nueve ante la sorpresa de la señora del Hotel quien ya pensaba que nos habíamos ido a dormir.
Elegimos un café y restaurante que se llama La Bottega di Giotto, con buenos precios y frente al
Baptisterio. No había mucha gente, en su mayoría eran turistas, y nos atendieron con la cordialidad local que, a veces, resulta demasiado insistente.
Era nuestra última noche en Florencia, una ciudad cuyo centro histórico combina la belleza de la arquitectura renacentista con el movimiento de una ciudad moderna y el buen gusto italiano. Queríamos, por ello, que esta Navidad fuera inolvidable.
Tanto cine, tanto libro, tanto relato hacen que uno, de pronto, sienta que está viviendo las escenas de alguna ficción. 
Y no era para menos, miraba hacia afuera y no me encontraba con la familiar (y cuasi fascista) silueta del Monumento o los edificios sin gracia de la Avenida Pellegrini. Al contrario, me saludaban con dignidad las paredes del Batisterio, que están ahí desde el siglo XIII, con sus mármoles verde oscuro y blanco. Volvía la vista al interior y el bello rostro de Sabrina se recortaba en un fondo de bóvedas de crucería ojivales que hacían pensar que ese lugar había sido, realmente, la bottega de quien,  como dijo Bocaccio, tradujo la pintura del griego al latín...
El nombre del autor del Decamerón me recuerda el delicioso menú de esa noche. La gente acá come como, diría Daniel, si no hubiera un mañana. O más bien, como quienes padecieron hace dos generaciones el hambre y la guerra y ahora, herederos del Welfare State y la Acumulación Originaria, se desquitan de lo lindo. Entrada, primer plato de pastas y los dos rosarinos, que no se caracterizan por su frugalidad, ya no daban más. Il dolce tuvo que esperar a mejores momentos.
Conversamos, nos reímos, escuchamos indiscretamente a nuestros vecinos, nos miramos y...
¡Nos fuimos a misa!
Sí, a la Misa de Gallo. En la bellísima catedral de Florencia, la tercera más grande de la Cristiandad. No podíamos perdernos esa ceremonia. 
Caminamos por la plaza y llegamos al pie de un pino ornamentado con miles de luces y lises (la flor de lis es el emblema de Florencia, aparecía en sus monedas; los florines). Más adelante, en el atrio, un pesebre, algo más que una decoración,  una verdadera tradición, que mostraba todavía vacía la cuna para el Niño.
Seguimos caminando, pasamos junto a un policía porque todo está muy vigilado, y de pronto el pesebre y el árbol pleno de luces quedaron atrás porque nos recibía la portada de la iglesia, con sus rosetones, sus mármoles y los emblemas de las


corporaciones medievales que nos recordaban que, aquí, nació la burguesía. La burguesía que era, entonces, la clase revolucionaria y demostraba su poder dedicando a Dios y a Su Madre esta catedral; exquisitamente ornamentada por fuera y sorprendentemente austera por dentro.
De pie, detrás de un cordón, escuchamos el Adeste Fideles, nos impregnamos del aroma a incienso y asistimos a la mayor parte de la ceremonia, oficiada por el cardenal arzobispo Giuseppe Betori.
No es necesario ser religioso, ni siquiera creyente, para participar de esta celebración. Los cristianos, sin duda, sentirán su alma llena de fe; para los demás, el canto, el ritual y las alusiones a la esperanza, al nuevo comienzo, al Reino de los Cielos (que uno quiere en la tierra) son más que suficientes para que se llenen los ojos de lágrimas y un beso diga lo que no pueden las palabras.
 A poco de comenzar la homilía decidimos retirarnos. En el pesebre el Niño, ajeno a todo lo que provocaría Su Venida, dormitaba. Lo miramos con ternura.
Caminamos un poco y echamos la última mirada al Baptisterio y a la Piazza.
-¿Vamos?- dijo ella.
- Vamos- le respondí.
Y tomados de la mano, nos perdimos por las calles de una Florencia que se iba despoblando poco a poco.