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miércoles, abril 23, 2008

La visión de un goy sobre Pésaj



Dicen que dicen, está en el Talmud pero no sé donde, que una vez en los tiempos en que imperaba Roma, un Rabino, desilusionado por tanta miseria habló con el profeta Elías y le preguntó:

- Eliahu Hanavi ¿dónde está el Mashiaj, cuando llegará?

Elías, el profeta, accedió a responderle.

- Está aquí, en las puertas de Roma, con los enfermos, los leprosos, los excluidos…

De inmediato el Rabino salió al encuentro del Mesías, lo encontró donde Elías había dicho y le preguntó:

- ¿Cuándo vas a venir?

- Hoy… - respondió el Mesías.

Sin esperar más, el Rabino, feliz partió hacia Israel. Tanta era su prisa, nos dice el cuento, que llegó esa misma noche.

Esperó todo aquel día la llegada del Mesías. Paciente, confiado.

Pero el Mesías no vino.

Pasó un tiempo y el Rabino volvió a encontrarse con Elías.

- El Mashiaj es un mentiroso- le dijo- pues me prometió venir haiom, hoy, y no llegó.

- En tu apuro sólo escuchaste el principio del versículo: Haiom, im bekolo tishmanu, es decir, Hoy, si escuchas Su Voz.

Soy gentil, pero si eligiera creo que optaría por el judaísmo, y hablo de estas cosas con temor y temblor.

Soy ateo y, por lo tanto, no creo en voces divinas.

Soy persona, me atrevo a opinar entonces.

Tal vez sea cierto que no hay una Kol Elohim, pero lo cierto es que existe una Voz.

Es la Voz de un Pueblo, es la Voz de todos los hombres y mujeres que están en el mundo, que soportan al mundo, que aman al mundo pero, a la vez, que quieren salir fuera de él, que buscan su transformación.

Esta es la Voz que se debe escuchar para hacer real la venida del Mesías. Esta es la Voz que resonó por primera vez en aquel Egipto imperialista del siglo XIV antes de nuestra era. Esta es la Voz que se actualiza en cada Pésaj.

La Voz está estrechamente unida al concepto de liberación, de gueulá.

La Voz debe ser escuchada, la Voz debe resonar y ese es el principio de la liberación.

Es ponerse en movimiento, es pasar de ser mudo a ser hablante, de ser un objeto a protagonizar la propia historia. Es osar enfrentar a Faraón y decirle: Deja ir a mi Pueblo.

Dicen los sabios de Israel que Pésaj se puede dividir en dos palabras: pe la boca y saj la que habla. Pésaj es la Voz y allí está el paso, la liberación, el camino, la salida de Egipto.

Hablar, decir, poner en palabras, dar Voz he aquí el comienzo de toda verdadera libertad. No sólo la libertad de un pueblo, también nuestra propia libertad interior.

Jag Sameaj

Ō tempora! Ō mōrēs!

Variaciones de principios de siglo sobre un tema “Fin de siècle”.

Hace un tiempo comentábamos con amigos acerca del aumento de los síndromes depresivos, la permanente insatisfacción que se palpa en la calle, los reclamos contrapuestos de distintos sectores y el aumento de la delincuencia (para emplear una palabra que suena antipática pero es concisa y clara) y de pronto alguien evocó aquel consabido:

- Pero nuestros abuelos, inmigrantes muchos de ellos, vivían pobremente, padecían situaciones de indigencia a veces y, sin embargo, no salían por ahí a robar o matar.


Y otro agregó:

- Y mis viejos tampoco la pasaron bien, pero no por eso estaban deprimidos todo el tiempo.

Alineación a la derecha

Para que un tercero confirmase:

- Cuando era pibe no siempre tenía todo lo que quería y de hecho carecía de las cosas que tienen mis hijos, con todo no me sentía triste, ni sufría por no tener entradas para un recital de Soda, por ejemplo.

Antes de que la cosa se transformase en un beati illo témpore y cayésemos en los tópicos de todo lo pasado fue mejor, mi amigo Edgardo intervino:

- Pongamos cada cosa en su lugar -dijo a guisa de introito- por un lado es una tentación habitual proyectar sobre el pasado nuestros sueños sobre un mundo mejor, si así no fuera no habría mitos sobre la Edad de Oro o esas insoportables presentaciones de Power Point que evocan, dulzonas, nuestra infancia como un tiempo de alegrías... No seamos obvios, muchachos, que somos pocos y nos conocemos mucho. Teníamos depresiones, angustias, deseos insatisfechos y sufríamos lo que nos faltaba como el que más. Concedo que no cargábamos esas frustraciones con dramatismo (¡al menos no siempre!, recuerdo algunas charlas de adolescente que...) y reconozco también que teníamos a mano más de un par de recursos para salir de malas y no siempre eran "un caño" o "una birra" como parece ser el caso ahora, pero tampoco abominábamos de estas soluciones, ¿eh?

Los viejos vivían en lo que parecía ser una sociedad en ascenso, aun cuando éste se hubiera frenado hacía ya algún tiempo, y los nonos contaban con la esperanza de "facere l'America" o de "ritornare al paese". En todo caso siempre estaban presentes los mitos y las utopías para hacerlos soñar más que con un pasado maravilloso con un futuro luminoso como coronación del oscuro presente; se llamasen "socialismo", "anarquismo", "peronismo" u "hombre nuevo" existía la convicción, en ese siglo XX que fue nuestro territorio común de origen, de que no sólo podía cambiarse el mundo sino de que ese cambio ya había comenzado y que valía la pena luchar por él. Había aliados y había enemigos claros, había un sentido de pertenencia; fuese a la nación, fuese a la clase, fuesen, siquiera, a los colores del club.

Guardó silencio y nos miró como diciendo: No se hagan los giles.

Entonces prosiguió:

- Si nos ponemos a ver las cosas desde cierta perspectiva, imitando verbigracia a un historiador del siglo XXII, podemos considerar que en los últimos ocho años (dieciocho si me apuran, desde 1990) todo ese andamiaje se vino abajo y, curiosamente, sin demasiado estrépito. No repetiré la sandez del Fin de la Historia, pero sí les digo que entonces, ustedes y yo teníamos veintitantos, dejamos de creer...

- Nos des/ilusionamos- agregó Edgardo marcando la cesura- pues descubrimos que, como quería Nietzsche, "aún el mejor de nosotros era demasiado humano". Crímenes horrendos de regímenes que se presentaban como el alba de la nueva sociedad, mentiras y oportunismo de quienes habían proclamado su opción por la justicia, robo aquí y saqueo allá, intereses mezquinos un poco por todas partes, partidos políticos que se revelaban como gigantes con pies de barro, religiones acosadas por denuncias otrora silenciadas, sujetos antes invisibles que salían a la luz y cuyos reclamos no cabían en los viejos moldes. Derrota, desgano, hastío y, por encima de todo; un Papa que era puro espectáculo, un par de Emperadores medio locos y asesinos, Ayatollás que nos devolvían al pasado medieval y la aterradora posibilidad de saberlo todo y, peor, de que todo fuese una mentira.

Nos quedamos callados pensando en los días pasados, pero Edgardo no nos dio tiempo a reaccionar, siguió pegando:

- La era de prosperidad de los años 60 y 70, que en algunos lugares alcanzó a los 80, se terminaba junto con los sueños del Estado Benefactor, de la Sociedad Socialista o de la Liberación de los Condenados de la Tierra... Fueron días duros aquellos en los que nos casamos, engendramos hijos o comenzamos a ser, nos gustase o no, adultos. Quizás por eso a nuestra generación le cueste tanto dejar de comportarse, en algunos casos, como adolescentes eternos. Hace frío, allá afuera, y no hay nadie.

Nos quedamos en silencio porque eran palabras duras las de Edgardo y nadie sabía como responder.


sábado, abril 05, 2008

Reporte desde la Argentina. Abril de 2008.

Paro agropecuario.

Lock out rural.

Revuelta popular.

Sublevación campesina.

Pueblada

Manifestaciones de la pequeña burguesía.

Intento de golpe de estado.

Presión de los grupos oligárquicos.

Hartazgo.

Todos y cada uno de estos enunciados podrían definir la situación política argentina en el último mes. Todos y cada uno podrían servir como titulares, llamativos por cierto, que den cuenta de los últimos sucesos. Todos y cada uno son, por supuesto, falsos.

Los hechos

La economía argentina depende de las exportaciones y su extraordinaria recuperación en los últimos años (2003 en adelante) se basa en gran medida en la producción sojera; soja transgénica por otra parte. Buena parte de los productores agropecuarios se volcaron al cultivo de dicha oleaginosa, que se exporta en un 95%, alternando a veces con girasol, maíz o trigo. Muchos incluso dejaron de lado la cría de ganado para volcarse a la "plata dulce" de la soja. El área de la Pampa Húmeda (una de las regiones con suelo más rico del planeta, comparable a la puszta húngara o al chernoziom ruso) que parecía haber agotado su capacidad productiva se convierte ora vez en el corazón económico de la República, se siembra soja doquiera, hasta en las banquinas de las rutas, y barco tras barco sube por el Paraná para cargar toneladas en los puertos de Rosario y su inmediato litoral. Todos leen, leemos, las cotizaciones del grano que, hace treinta años, nadie sabía que diantres era. Los productores rurales compran departamentos, casas, autos, alguna maquinaria, camionetas 4 x 4 (mencionadas en varios discursos por estos días), artículos electrónicos de última generación y (en voz baja) amantes caras ( o caros, que hay de todo). También agroquímicos y semillas híbridas, muchos, demasiados.

La prosperidad parece derramarse como quiere la metáfora capitalista, y el área cultivable se expande fuera de la tradicional llanura pampeana, hacia el noroeste en el empobrecido Chaco, donde desplaza al algodón, en la devastada provincia de Santiago del Estero, donde no sólo desarraiga cultivos, sino familias campesinas; en los pueblos, en las ciudades, aumentan las inversiones en la construcción y los servicios, se inauguran shoppings (paseos de compras), se impulsan industrias locales muertas o adormecidas.

No es, claro, mérito de la soja o, por mejor decir, de sus buenos precios. Hay una reorientación del modelo productivo, un dólar alto que permite a los productos argentinos ser competitivos, una relativa reinversión alejada de las prácticas de otros tiempos de bonanza. Soja y otros cereales, petróleo y derivados, carnes y lácteos, autopartes y metalurgia son los principales rubros exportables.

El Estado, por supuesto, no quiere quedar afuera de esta prosperidad, todo lo endeble que se quiera, de la cual se considera responsable e implementa, con el fin también de regular el mercado e impedir que los precios de exportación se trasladen al consumidor interno, una política impositiva llamada de "retenciones". El esquema es simple, al exportar, el productor no recibe todo el valor de lo remitido, sino que, automáticamente, los organismos de comercio exterior, descuentan un porcentaje que, se dice, va a cubrir políticas sociales y de infraestructura. A los productores, es decir a los trabajan el campo que van desde el propietario o e arrendatario de algunas hectáreas hasta los grandes pooles de siembra, esto no les hizo ni pizca de gracia y argumentan tanto que el gobierno quiere hacer política (entendida como proselitismo y electoralismo) con sus legítimas ganancias, como que el producto de las retenciones va a cajas negras, alimentando el enriquecimiento ilícito de algunos funcionarios (y hasta del presidente anterior y la presidente actual, cónyuges por lo demás) o, más principistas, que el Estado no puede confiscar a los productores privados.

Así las cosas, el anuncio de una suba en los porcentajes de las retenciones es la chispa que desencadena el incendio. Las distintas asociaciones de productores rurales se unen; desde la Federación Agraria, de tendencias socialdemócratas y representante, según su propio discurso, de los pequeños y medianos productores, hasta la Sociedad Rural, de simbólica vinculación con la oligarquía terrateniente del último siglo y medio, pero escaso poder de convocatoria. Lanzan, así, un paro rural justo unas semanas antes de la cosecha y, para hacer sentir su fuerza, corta algunas rutas (modalidad de protesta conocida como piquete e implementada en un principio por trabajadores desocupados, efectiva ante la usual "sordera" de los funcionarios) e impide el paso de camiones.

Comienza entonces una pulseada entre el gobierno nacional y el heterogéneo colectivo de los productores rurales. Los gobernadores de provincia aconsejan mesura pero no se animan a tomar partido. Los medios de comunicación se regodean con la noticia, es venta, es materia prima para producciones periodísticas de gran facturación publicitaria, es parte de su toma de posición política económica en relación al gobierno nacional. La oposición, aletargada y sin proyecto propio, juguetea a subirse a la protesta y la población, especialmente la urbana, también toma partido.

La presidenta ensaya un duro discurso y da vía libre a sus grupos de choque (no vayan a creer que se trata de grandes organizaciones, que no es el estilo argentino) compuesto por los "matones" de los sindicatos oficialistas (sobre todo los camioneros del "Jimmy Hoffa vernáculo"; Hugo Moyano) así como a sectores de ideología más "izquierdista" al modo de la Federación Tierra y Vivienda, de Luis D'Elía (portador de un discurso cultural - clasista casi calcado del primer peronismo) o Barrios de Pie.

En algunos sectores urbanos, de mayor poder adquisitivo y que critican, más desde la "estética" que desde la política, al gobierno peronista de los Kirchner, hay ensayos de protesta en apoyo al "campo" como se suele decir, con tímidos cacerolazos que evocan al 2001 pero no resultan trascendentes. Algunos nostálgicos de la dictadura, incluidos los que la reivindican públicamente, se suman a estas movilizaciones, que se quieren espontáneas y, copia europea, se convocan por SMS, a la vez que , sería paradójico si no fuera en Argentina, grupos de izquierda se unen también a la misma protesta invocado el siempre esperado "argentinazo" que sea el puntapié de la revolución proletaria en estas pampas...

Idas y venidas, aumento de precios en los mostradores, incipiente desabastecimiento y, de golpe, todos hablan, todos opinan, todos fijan posición sobre la gran disputa por la riqueza argentina.

Continuará...

Aquí van dos miradas sobre la situación. Más comentarios en breve.


El racismo argentino en estado puro.



Una protesta a la europea, o la ilusión de ser mejores