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viernes, febrero 09, 2007

300, sólo 300

Miro el trailer de la nueva película sobre las Termópilas.
300, basada en la novela gráfica de F. Miller la cual, por supuesto, se inspira en la épica hazaña de los espartanos que defendieron el paso contra el invasor persa.
La melodía es pregnante, casi me hace olvidar aquella otra de mi infancia. The 300 spartans}, se llamaba (con diferentes títulos, más o menos felices, en sus versiones castellanas)... joyita del cine de la Guerra Fría que, sin embargo, no deja de poder disfrutarse con placer, nostágico por cierto, pero placer al fin.
Esta nueva versión a juzgar por el trailer peca de ampulosa y, si cabe, excesivamente épica. Imágenes que remiten a las escenas de la Batalla de Dagorlad en El Señor de los Anillos o a los momentos más oscuros de Alejandro Magno, de Scott.
No es ésta, con todo, una crónica de cine.
Quiero evocar aquella batalla legendaria menos desde la erudición que del sentimiento.
Imaginemos por un instante el escenario que nos presenta Heródoto: el fabuloso ejército persa, cuyos efectivos se cuentan por millones (en realidad eran menos de cien mil) arrasando a su paso el continente griego, secando los ríos al beber en ellos, acabando con las cosechas, tendiendo puentes sobre el mar o abriendo canales en el itsmo del Athos. El poder en grado máximo. El poder absoluto, también. El monarca persa es un autócrata, su palabra es ley, guiado por la divinidad resulta el exponente máximo del despotismo de base religiosa.
Del otro lado las ciudades griegas; las polis. Autónomas, egoístas a veces, enzarzadas en estériles luchas entre sí y, pese a ello, libres, buscando la igualdad a tientas, sin respuestas plenas, pero convencidas de que el futuro no pasa por someterse a la autoridad de derecho divino. Las polis griegas son isonómicas, hay leyes que regulan la vida de los ciudadanos, la ley es la palabra y los dioses son sólo invitados a la mesa de los ciudadanos.
No importa, ahora no importa, que el cuadro aparezca sesgado... estamos ante un página fundamental de la historia de Occidente y, otro día volveremos sobre ello, nosotros, aquí, en América Latina somos Occidente; más aún somos el Extremo Occidente.
La lucha de los libres contra los opresores; he aquí el tema que, puede ser provocará sonrisas en más de uno. La resistencia contra el invasor en nombre de principios que superan la mera lealtad a los hogares y los altares; los griegos no se someten al Medo, no le dan "la tierra y el agua" que exige el Gran Rey esencialmente porque no conciben la vida sino como libertad.
Y el Persa invade.
Arrasa.
Devasta.
Aniquila.
En las Termópilas un pequeño ejército (en rigor eran más de trescientos, pero éste es el número de los que resistieron hasta el final) intenta cerrar el paso a la desmesurada avenida que el Asia ha derramado sobre la Hélade. Por un instante lo logran; los ejércitos de Jerjes se estrellan contra los hoplitas peloponenses estratégicamente ubicados en el estrecho pasaje de "Las Puertas Calientes" (Thermo pylai) hasta que la traición, ese mal endémico de los pueblos libres, revela el secreto del monte Callidromo, la senda secreta y la derrota de Leónidas y los suyos que, siguiendo la ley, se rehúsan a abandonar el puesto que han jurado defender.
Aún veo las imágenes que Rudolph Maté evocó en su película de 1962, irrevocablemente ligada a las tardes de verano de mi infancia, aún escucho la maravillosa música de Manos Hadjidakis

Fue una derrota; los persas finalmente pasaron, pero sólo para ser vencidos en Salamina y en Platea, para ser el factor de discordia, y el enemigo necesario, entre las díscolas polis y, finalmente, para caer bajo el empuje de los macedonios casi dos siglos después.

Fue una victoria; los espartanos cayeron dejando tras de sí su leyenda y su mito. Fueron crueles y egoístas, fueron también tontos, pues no podían dejar de pensar como soldados, pero gracias a las Termópilas fueron una inspiración para el naciente Occidente.

300

... cuando veas esta película recuerda... buena parte de tu existencia, lo que eres, lo que anhelas y lo que te empuja hacia la libertad se jugó en este desfiladero de aguas termales y en el filo de las espadas de esos 300 espartanos.


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