Primera parte
 Todo comenzó, es un decir, nunca los sucesos históricos tienen un comienzo  justo y acotado, el 16 de junio de 1955.
 Ese día "los mierda de los aviadores" (como los calificara el Che, pese a  su antiperonismo) de la Armada bombardean la Plaza de Mayo; era su manera de  jaquear al gobierno constitucional de Juan Domingo Perón.
 Mucho habría para hablar de este hombre que, junto a su esposa Evita,  partió las aguas de la historia argentina, no es este el lugar, baste decir que  se lo amaba o se lo odiaba, nadie era indiferente. Lo amaban los obreros, los  morochos de las entonces incipientes barriadas suburbanas, las "sirvientitas",  los cantores de tango, los peones de campo y los que no eran tenidos en cuenta  por la sociedad. Lo odiaban los oligarcas, los hijos e hijas de las familias que  habían gobernado el país desde 1880 y aún antes, los intelectuales, los  universitarios, los estetas y los empleados de cuello blanco, pequeño burgueses  siempre temerosos de caer al nivel de los trabajadores comunes y  corrientes, los comerciantes, los curas (que lo habían apoyado no mucho tiempo  antes) y los milicos.
 Lo amaban también, todo hay que decirlo, los adulones, los que medraban con  el régimen peronista y sus veleidades autoritarias, los burócratas (bueno ellos  no creo que lo amasen, simplemente lo aprovechaban) y esa corte que se forma en  torno de las personas poderosas.
 Lo odiaban, sin duda con mejores razones, los antiguos líderes sindicales  (socialista y comunistas) desplazados frente a la dirigencia cooptada, los que  no se resignaban a ver perpetuarse a una sola persona en el poder, los que  entendían que el disenso es fundamental en una democracia, los torturados por el  régimen.
 Pero sobre todo lo amaba el pueblo argentino.
 Pero sobre todo lo odiaba el Imperio del norte.
 Hoy que han pasado tantos años nos resulta inexplicable; le inventamos  nombres; populismo, bonapartismo, neo fascismo, socialismo nacional. Nombres que  nos consuelan de nuestra imposibilidad de asir ese fenómeno histórico tan  argentino como singular.
 No nos vayamos por las ramas.
 Lo cierto es que ese día había personas en la Plaza de Mayo, lo cierto es  que ese día se disparó a mansalva contra pacíficos ciudadanos, lo cierto es que  con esos trescientos muertos comenzaba una historia de venganzas y  proscripciones que duraría largo tiempo. Mi abuelo paterno, por cierto  antiperonista a muerte, estaba allí y tuvo que correr a refugiarse en el  subte.
 En septiembre la sublevación cívico militar, con el apoyo y la bendición  (¡cómo no!) de la Santa Iglesia, con el aval de Washington y Moscú,  triunfó.
 El triunfo fue sobre la inmensa mayoría del pueblo argentino, que era  peronista, y la represión afectó a todo cuanto fuera peronista... por lo tanto  afectó a la inmensa mayoría del pueblo argentino.
 En 1956 un grupo de militares leales al gobierno depuesto (gobierno  constitucional, recordemos) enfrentó al gobierno de facto del  General Aramburu y del Almirante Rojas. Fueron ferozmente reducidos y fusilados  sin juicio previo, asesinados a mansalva en lo que el escritor Rodolfo Walsh  llamaría: Operación Masacre.
 Empezó entonces la Resistencia Peronista. Mi abuela, materna esta vez y  furibunda peronista hija de yrigoyenistas y sin duda descendiente de federales,  guardaba (y yo lo heredé de ella) uno de los documentos fundacionales de este  movimiento clandestino.
 Con Perón en el exilio, los militares en el poder y los canales  democráticos clausurados nacía una nueva generación que no podía hacer oír su  voz de otra manera que no fuese con la rebelión. Las conquistas sociales fueron  suprimidas o reducidas, el movimiento obrero desmantelado, el control ideológico  prohibía hasta nombrar, incluso hasta aludir elípticamente, al "régimen  depuesto". La "cosa" comenzaba a caldearse; algunos empezaban a hablar de  revolución social, la retórica de conciliación de clases que caracterizaba al  peronismo iba dejando paso a otra de confrontación; viejos lemas se recuperaban:  "patria sí, colonia no", "liberación o dependencia", "independencia económica",  "justicia social"...
 Y en eso, como un rayo en el cielo de verano, estalla la Revolución  Cubana.
 Ya nada sería igual en América.
 
 
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