Hay una anécdota (se non é vera....) que cuenta una entrevista entre Perón y un periodista extranjero en los días en que el ya viejo líder vivía exiliado en Madrid. Preguntado sobre la política argentina el General se demoraba en indicar los porcentajes de adherentes de cada uno de los partidos de la época: los radicales, decía, son el 35 o 40%, los conservadores forman el 20%, los socialistas, tanto, los comunistas, cuanto y así terminó el elenco sin nombrar al partido que había fundado.
¿Pero cómo, preguntó el corresponsal, y los peronistas cuántos son?
Ah no, dijo el viejo líder con esa sonrisa que desarmaba oponentes, peronistas son todos...
En la Argentina de 2007, treinta y tres años después de la muerte de Perón, esta ingeniosidad se ha vuelto un lugar común de la política.
Peronistas son todos.
Cristina Fernández de Kirchner, CFK para la jerga, reivindica su procedencia de ese movimiento y se presenta como la candidata de un gobierno peronista... una revancha de la Historia para esa olvidable presidenta que fue Isabelita.
Su principal opositora, la mediática y a ratos gorila (basta ver entre sus acompañantes a Sebrelli) Elisa Carrió afirma, pese a su raigambre radical, seguir los pasos de Evita y busca alinearse en aquella presunta línea histórica Yrigoyen - Perón... la misma, dicho sea de paso, donde quiso colarse Alfonsín con su "tercer movimiento histórico".
Roberto Lavagna es un peronista, ministro de economia del ex gobernador Duhalde y un breve tiempo del propio Kirchner, se presenta como candidato a presidente por una entelequia llamada UNA, conformada por lo que queda de la Unión Cívica Radical (nota para lectores extranjeros: que el nombre no llame a engaño, son tan radicales como el PSOE es socialista y obrero) en cuyo amplio espacio caben también algunos tránsfugas del peronismo sin lugar en las listas oficialistas.
El asesino de maestros Jorge Sobisch, gobernador de Neuquén, se postula a la primera magistratura por el Movimiento Popular Neuquino, partido provincial de extracción peronista, acompañado del (mal) escritor y provocador de profesión Jorge Asís, quien se considera, también, un peronista y fue funcionario durante el menemato.
El cineasta Fernando "Pino" Solanas, autor entre otras de "La Hora de los Hornos" , del documental "Perón: actualización doctrinaria para la toma del poder" y de "Los Hijos de Fierro" viene, así mismo, del movimiento fundado por el General, bien que ligado a sus interpretaciones más "zurdas" y aspira tanto a la presidencia como, más realistamente, a un lugar en el Senado de la Nación.
Lleva consigo a numerosos referentes de la intelectualidad peronista, como es el caso de la lúcida socióloga Alcira Argumedo; y cerró su campaña, centrada en la defensa de la soberanía energética, con una réplica del avión a reacción Pulqui construido por el gobierno peronista en los años 50 del pasado siglo.
Por último Alberto Rodríguez Saá, el gobernador de San Luis, reelegido con el 83 % de los votos (vale aclarar que la oposición no se presentó al comicio), esposo de una actriz de mediana edad, supuesto emisario de extraterrestres (aunque él lo desmiente) y hermano del brevísimo ex presidente Adolfo, también procede del peronismo y aspira a ser electo presidente de los (sufridos) argentinos.
Es decir que de las 13 agrupaciones políticas que competirán mañana, 6 que representan según las encuestas casi el 90 % de los votos, se encuadran, apelan o buscan el aval de Perón y de la mitología peronista.
¿Se ha vuelto, por fin, peronista la Argentina?
¿Es el peronismo la "ideología" del pueblo de esta nación en el Sur del Sur?
Un rápida ojeada a los datos anteriores podría indicar una respuesta afirmativa a estas preguntas.
Sin embargo no todo es tan simple.
Criticado, visto como responsable del "atraso argentino", tildado de fascista (lo que nunca fue) y protector de criminales de guerra (lo que sí hizo, al igual que la URSS y los EE UU), demonizado y excecrado por la gente bien.
Alabado y reivindicado como auténtico, como popular, como expresión de lo mejor que tenemos, reinventado día a día.
¿Qué es el peronismo?
Si algo caracterizó al peronismo, como a su predecesor el Yrigoyenismo, es la ausencia de un componente ideológico expreso. El peronismo histórico fue un emergente social multiforme que, voluntariamente, careció de estructura filosófica o aún de una expresión doctrinaria más allá de algunos apotegmas ambiguos, las famosas Veinte Verdades, o de lemas más o menos efectistas.
El peronismo, fenómeno plural, divergente en el tiempo y casi inasible para quien no lo haya vivido, es más bien una actitud, un talante, un, como decimos acá, sentimiento. Las analogías más evidentes que se me ocurren pasan por la identificación con un club de fútbol, una comunidad (no una fe) religiosa, o un grupo musical. Pero también tiene que ver con una toma de posición pragmática, con un institntivo acercamiento a las maneras y los modos de actuar y de ser de los sectores populares, con un estilo de hacer política, de gestionar, de gobernar.
El peronismo fue un movimiento de corte nacionalista, con influencias del catolicismo social y un fortísimo componente obrerista, unido en el seguimiento casi incondicional de Perón y de Evita en los primeros años (1945 - 1952).
El peronismo fue nacionalista y autoritario, con énfasis en la producción y la disciplina social, enfrentado a la Iglesia y a los partidos tradicionales y con un tímido acercamiento a los EEUU en los finales del segundo gobierno de Perón (1953 - 1955).
El peronismo fue un movimiento de resistencia popular, con tendencias disímiles en su seno, de postulados claramente anti imperialistas, coqueteando con los movimientos de liberación del Tercer Mundo y preocupado por "reconquistar" el poder durante los diecisiete años de exilio del General (1955 - 1972)
El peronismo fue a la vez tanto un movimiento de liberación nacional, con presencia casi excluyente en los sectores populares, muy arraigado en la juventud y con un discurso de izquierda como una estructura burocrática centrada en "la corte" de Perón, de ideas reaccionarias y casi fascistas, ambas tendencias con fuertes llamamientos a la violencia, durante el llamado Tercer Gobierno Peronista (1973 - 1976)
El peronismo en algunos de sus principales dirigentes se acercó a la dictadura pero, también, fue el grupo político más perseguido y el que dio más desaparecidos durante esa negra noche (1976 - 1983)
El peronismo fue el gran derrotado en las elecciones del '83 y el que aprovechó todos los errores del radicalismo (especialista en el tema) para presentarse como la única alternativa al desgobierno de Alfonsín.
El peronismo fue el dócil instrumento de Menem para aplicar del modo más contundente las políticas neoliberales prescriptas por los "gurúes" de la economía (vernácula y mundial) por medio de la notable, pero no novedosa, alianza entre las clases más opulentas y las más humilladas de la sociedad.
El peronismo fue una escuela de corrupción.
Un discurso histórico lejano.
Una mitología cada vez menos convocante.
Una marca de fábrica. Una garantía de, al menos, robar pero hacer. Un seguro de "gobernabilidad". Una imprevisibilidad que resulta, a la postre, manejable. Un epítome de ese imposible llamado "ser nacional".
Y es por eso que, gane quien gane, el próximo presidente (o presidenta según lo indican todas las encuestas) será peronista.
¿Es que no lo somos todos en este país?
sábado, octubre 27, 2007
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