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sábado, abril 05, 2008

Reporte desde la Argentina. Abril de 2008.

Paro agropecuario.

Lock out rural.

Revuelta popular.

Sublevación campesina.

Pueblada

Manifestaciones de la pequeña burguesía.

Intento de golpe de estado.

Presión de los grupos oligárquicos.

Hartazgo.

Todos y cada uno de estos enunciados podrían definir la situación política argentina en el último mes. Todos y cada uno podrían servir como titulares, llamativos por cierto, que den cuenta de los últimos sucesos. Todos y cada uno son, por supuesto, falsos.

Los hechos

La economía argentina depende de las exportaciones y su extraordinaria recuperación en los últimos años (2003 en adelante) se basa en gran medida en la producción sojera; soja transgénica por otra parte. Buena parte de los productores agropecuarios se volcaron al cultivo de dicha oleaginosa, que se exporta en un 95%, alternando a veces con girasol, maíz o trigo. Muchos incluso dejaron de lado la cría de ganado para volcarse a la "plata dulce" de la soja. El área de la Pampa Húmeda (una de las regiones con suelo más rico del planeta, comparable a la puszta húngara o al chernoziom ruso) que parecía haber agotado su capacidad productiva se convierte ora vez en el corazón económico de la República, se siembra soja doquiera, hasta en las banquinas de las rutas, y barco tras barco sube por el Paraná para cargar toneladas en los puertos de Rosario y su inmediato litoral. Todos leen, leemos, las cotizaciones del grano que, hace treinta años, nadie sabía que diantres era. Los productores rurales compran departamentos, casas, autos, alguna maquinaria, camionetas 4 x 4 (mencionadas en varios discursos por estos días), artículos electrónicos de última generación y (en voz baja) amantes caras ( o caros, que hay de todo). También agroquímicos y semillas híbridas, muchos, demasiados.

La prosperidad parece derramarse como quiere la metáfora capitalista, y el área cultivable se expande fuera de la tradicional llanura pampeana, hacia el noroeste en el empobrecido Chaco, donde desplaza al algodón, en la devastada provincia de Santiago del Estero, donde no sólo desarraiga cultivos, sino familias campesinas; en los pueblos, en las ciudades, aumentan las inversiones en la construcción y los servicios, se inauguran shoppings (paseos de compras), se impulsan industrias locales muertas o adormecidas.

No es, claro, mérito de la soja o, por mejor decir, de sus buenos precios. Hay una reorientación del modelo productivo, un dólar alto que permite a los productos argentinos ser competitivos, una relativa reinversión alejada de las prácticas de otros tiempos de bonanza. Soja y otros cereales, petróleo y derivados, carnes y lácteos, autopartes y metalurgia son los principales rubros exportables.

El Estado, por supuesto, no quiere quedar afuera de esta prosperidad, todo lo endeble que se quiera, de la cual se considera responsable e implementa, con el fin también de regular el mercado e impedir que los precios de exportación se trasladen al consumidor interno, una política impositiva llamada de "retenciones". El esquema es simple, al exportar, el productor no recibe todo el valor de lo remitido, sino que, automáticamente, los organismos de comercio exterior, descuentan un porcentaje que, se dice, va a cubrir políticas sociales y de infraestructura. A los productores, es decir a los trabajan el campo que van desde el propietario o e arrendatario de algunas hectáreas hasta los grandes pooles de siembra, esto no les hizo ni pizca de gracia y argumentan tanto que el gobierno quiere hacer política (entendida como proselitismo y electoralismo) con sus legítimas ganancias, como que el producto de las retenciones va a cajas negras, alimentando el enriquecimiento ilícito de algunos funcionarios (y hasta del presidente anterior y la presidente actual, cónyuges por lo demás) o, más principistas, que el Estado no puede confiscar a los productores privados.

Así las cosas, el anuncio de una suba en los porcentajes de las retenciones es la chispa que desencadena el incendio. Las distintas asociaciones de productores rurales se unen; desde la Federación Agraria, de tendencias socialdemócratas y representante, según su propio discurso, de los pequeños y medianos productores, hasta la Sociedad Rural, de simbólica vinculación con la oligarquía terrateniente del último siglo y medio, pero escaso poder de convocatoria. Lanzan, así, un paro rural justo unas semanas antes de la cosecha y, para hacer sentir su fuerza, corta algunas rutas (modalidad de protesta conocida como piquete e implementada en un principio por trabajadores desocupados, efectiva ante la usual "sordera" de los funcionarios) e impide el paso de camiones.

Comienza entonces una pulseada entre el gobierno nacional y el heterogéneo colectivo de los productores rurales. Los gobernadores de provincia aconsejan mesura pero no se animan a tomar partido. Los medios de comunicación se regodean con la noticia, es venta, es materia prima para producciones periodísticas de gran facturación publicitaria, es parte de su toma de posición política económica en relación al gobierno nacional. La oposición, aletargada y sin proyecto propio, juguetea a subirse a la protesta y la población, especialmente la urbana, también toma partido.

La presidenta ensaya un duro discurso y da vía libre a sus grupos de choque (no vayan a creer que se trata de grandes organizaciones, que no es el estilo argentino) compuesto por los "matones" de los sindicatos oficialistas (sobre todo los camioneros del "Jimmy Hoffa vernáculo"; Hugo Moyano) así como a sectores de ideología más "izquierdista" al modo de la Federación Tierra y Vivienda, de Luis D'Elía (portador de un discurso cultural - clasista casi calcado del primer peronismo) o Barrios de Pie.

En algunos sectores urbanos, de mayor poder adquisitivo y que critican, más desde la "estética" que desde la política, al gobierno peronista de los Kirchner, hay ensayos de protesta en apoyo al "campo" como se suele decir, con tímidos cacerolazos que evocan al 2001 pero no resultan trascendentes. Algunos nostálgicos de la dictadura, incluidos los que la reivindican públicamente, se suman a estas movilizaciones, que se quieren espontáneas y, copia europea, se convocan por SMS, a la vez que , sería paradójico si no fuera en Argentina, grupos de izquierda se unen también a la misma protesta invocado el siempre esperado "argentinazo" que sea el puntapié de la revolución proletaria en estas pampas...

Idas y venidas, aumento de precios en los mostradores, incipiente desabastecimiento y, de golpe, todos hablan, todos opinan, todos fijan posición sobre la gran disputa por la riqueza argentina.

Continuará...

Aquí van dos miradas sobre la situación. Más comentarios en breve.


El racismo argentino en estado puro.



Una protesta a la europea, o la ilusión de ser mejores


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