Joseph Freiherr (barón) von Hammer - Purgstall, orientalista austríaco cuyo nombre nos trae resabios de Lovecraft, escribió, allá por los comienzos del siglo diecinueve, una obra con un inquietante título que también merecería estar en los estantes de la Universidad de Arkham: Mysterium Baphometis revelatum, es decir, El misterio del Bafomet, revelado. Se trata de un claro ejemplo de literatura partidista, el autor sólo quiere demostrar la malignidad de los masones, empeñados, entonces, en fomentar las revoluciones burguesas. Elabora, entonces, una verdadera novela pseudo histórica mezclando referencias falsas con esas falaces deducciones que tanto han proliferado en nuestros tiempos, las conocemos, son las que comienzan con una afirmación dudosa del tipo: “todos los estudiosos están de acuerdo en …” para culminar en un “por lo tanto es evidente…” Uno asiente, aturdido por las tres páginas de citas, pero, cuando pasa el mareo, se da cuenta de que toda esa palabrería no significa nada. Así lo hizo el barón von Hammer – Purgstall, tomó citas de los poemas medievales referidos al Grial, las conectó forzadamente con oscuras referencias a los gnósticos, obtenidas de los Santos Padres, y llegó a la conclusión de que los Templarios adoraban a un ídolo herético, el Baphomet, que representaba al pagano dios de los gnósticos, un ser opuesto al buen Dios cristiano, y que este culto, lejos de desaparecer había perdurado en las prácticas masónicas…
¡Cuidado!, los que promueven la libertad, la igualdad y la fraternidad no son sino los adoradores de un dios falso… nos dice el barón y encuentra interesados ecos en la prensa...
La idea tuvo éxito, aunque no en el sentido que pretendía nuestro orientalista. En 1854 aparece un tal Alphonse-Louis Constant, más conocido por su seudónimo Eliphas Levi y da nueva vida al Baphomet.
En su libro Dogma y Ritual de la Alta Magia, Eliphas nos proporciona la primera imagen del supuesto ídolo templario. El Bafomet, identificado con el Macho Cabrío del Sabbat, es un ser alado, especie de híbrido entre humano y carnero, con la barba en punta, una antorcha en su cabeza, cuernos y, para mayor perplejidad, pechos femeninos.
La imagen, tomada tanto de los naipes del Tarot como de algunas esculturas medievales, tuvo inusitado éxito y se convirtió en la representación aceptada del Bafomet.
En el texto, Eliphas conecta a este ser demoníaco, poderoso y fascinante, con antiguos rituales egipcios, especulaciones cabalísticas y olvidados rituales medievales, algunos de ellos auténticamente modernos…
Es evidente que un tal ser merecía una etimología mucho más noble que una mera confusión de nombres y así vemos aparecer nuevas hipótesis sobre el Bafomet.
Ya Littré, en su Dictionnaire de la langue francaise, señala que el nombre es una deformación cabalística de la sigla: ab .p . h. o. tem., que, escrita al revés, es decir tem. o. h. p. ab. significa: templi omnium hominum pacis abbas o sea; “Abad del Templo de la Paz de Todos los Hombres. Sí, el mismo Littré escribió esto y, como buen erudito no olvidó citar su fuente; el Abbé Constant que no es otro que… ¿adivinan?, claro, el ubicuo Alphonse-Louis Constant, más conocido como Eliphas Levi…
Más recientemente, un autor sufí nacido en la India pero de origen afghano; Idries Shah, citado por Kevin Bold, propone otra derivación para el misterioso ídolo templario. Esta vez recurre al árabe pero, en lugar de la confusión, apela a la claridad: Bafomet es una trascripción de un nombre místico: Abufihamat; “El Padre del Conocimiento”. Los Templarios, devenidos de monjes combatientes en estudiosos de antiguas sabidurías, no habrían cometido la torpeza de atribuir a los musulmanes, que se oponen no sólo a las imágenes de culto, sino a casi toda representación visible, la adoración de un ídolo. Bafomet era una imagen de antiguos secretos y sabidurías milenarias que los monjes del Temple habrían conocido en misteriosos círculos de iniciados.
El doctor Hugh Schonfield, curioso personaje que comenzó como experto en lenguas semíticas y trabajó con los manuscritos del Mar Muerto para dedicarse, luego, a sostener improbables teorías de complots y códigos secretos, sostiene que es en la cábala hebrea donde se halla la clave del Bafomet. En su libro The Essene Odyssey nos invita a aplicar el método del Atbash, una clave criptológica que consiste en sustituir cada letra del alefato hebreo por la que le corresponde en orden inverso. Así Bafomet que en hebreo se deletrea Bet Pe Vau Mem Tau (B-P-O-M-T) se convierte en Shin Vau Pe Iod Alef (S-O-P-I-A) que es la transliteración de la palabra griega Sophía (Sofía) es decir; Sabiduría. Esta clave, que carece de documentos que la avalen, aparece citada en la controvertida novela El Código Da Vinci. Para Schonfeld, entonces, el Bafomet, lejos de ser un ídolo, era la expresión del culto de los Templarios a la Sabiduría Divina que se identifica, en la Biblia cristiana, con el mismo Jesús.
Alphonsus Joseph-Mary Augustus Montague Summers, un demonólogo británico que parece salido de un cuento de Arthur Machen, esbozó durante los años ’20 del siglo pasado, en The History of Witchcraft and Demonology una interpretación griega un tanto “bizarra”. Bafomet sería un compuesto entre Baphe, forma de Bapto, bautismo, y Metis, nombre de la antigua diosa griega de la sabiduría que, según el mito, fue devorada por el propio Zeus. La palabra significaría, entonces, Bautismo de Metis es decir, Bautismo de Sabiduría.
Hay para todos los gustos.
El Bafomet, ser caprino, ídolo pagano o gnóstico, metáfora de la sabiduría secreta o simple error de traducción se convirtió, siglos y andares, en el símbolo de lo esotérico, de la mística satánica, de la brujería que cree en sí misma y en el emblema de muchos conjuntos de rock metálico. Su nombre, eco de temores soterrados pero no olvidados, nos remite a bóvedas húmedas, a ciencias prohibidas y al intento permanente del ser humano por penetrar más allá del Velo.
1 comentario:
No sabía que la historia de la invención era tan compleja. Yo me había quedado con la parte de Eliphas Levi, pero es aún mejor de lo que pensaba. :D
Me encanta la capacidad de la gente para complicarse. Dales algo que no comprendan y suficiente tiempo, y crearán todo un mundo alrededor.
Apasionante artículo, sin duda.
Un saludo,
Sibila.
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