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jueves, septiembre 17, 2009

Ley de Servicios de Comunicación Audiovisuales, ¡sí, estoy de acuerdo!


El primer paso está dado... quedan muchos más por caminar.

La Ley de Medios Audiovisuales, impulsada por el gobierno en los tiempos de su agenda política, pero que fue precedida por un extenso debate; hoy ninguneado por los medios (empresas) masivos ha recibido la media sanción en Diputados.

¿Un triunfo?

Depende de como se lo mire.

Los puristas de izquierda, siempre nostálgicos de los viejos mitos, nos llaman la atención sobre las carencias del gobierno de Kirchner (Mr. and Mrs.) y se entretienen en decirnos que nada cambiará hasta que, con su guía, se lleve adelante la Revolución. Podemos dejarlos de lado, no se debe despertar a los sonámbulos, les hace mal...

Las empresas que han hecho de la comunicación su negocio nos advierten en tono apocalíptico de la dictadura que el gobierno de Kirchner (curioso como evocan en su discurso las más furibundas tradiciones del gorilismo de los años 50) impondrá sobre los ciudadanos que no podremos elegir entre Tinelli y CQC, que soportaremos las canciones que el poder político prefiere (me preocupa poco, comparto buena medida de los gustos musicales del gabinete K... y hasta tal vez tenga suerte y se prohíba a Arjona), que, desde el interior, veremos desaparecer glorias de la prensa libre como De 12 a 14 o La Capital (nota de color local pero comprensible con alguna sustitución de términos) y que, horresco referens, ya no se escuchará más el dulzón buen día del Dr. Novaresio... Cuando el zorro está acorralado siempre invoca la ley, que no dudó en violar mil veces.

La oposición, rejunte de reciclados, místicos y globos inflados con gas, se rasga las vestiduras... cosa fácil, pues ya las tienen preparadas para la ocasión, como se dice de los miembros del Sanhedrín.

El gobierno, feliz por su estrategia, celebra por anticipado. Otra vez han tomado una causa justa, un reclamo de los sectores más lúcidos de la sociedad, y la emplean en su provecho, que para algo son gobierno y tienen el poder del Estado detrás. Que para algo, también, son netamente peronistas.

Nosotros, que no somos ni K, ni anti K (más cerca de lo segundo que de lo primero porque muchas cosas no nos gustan de este gobierno) también estamos felices por la aprobación, por la mitad, de esta norma.

La ley que nos regía, pergeñada por la dictadura, era torpe y anacrónica. La bronca de Clarín, de Daniel Vila o de sus corifeos, es siempre un motivo de alegría. Que se les quite poder, que se promueva el uso comunitario de las frecuencias, que se abra el juego a más medios de comunicación es positivo y deseable, ninguna retórica puede ocultar esto, ninguna "reserva mental" que podamos tener hacia los que tienen el poder del Estado, ninguna conciencia clara de los intereses económicos y políticos que se esconden detrás de la política de los K, puede deformar el hecho de que la aprobación (parcial) de la ley de medios es un avance sustancial en la construcción de una sociedad democrática.

Esto lo han visto claramente los diputados, en funciones como Lozano o electos como Pino Solanas, que apoyaron críticamente la sanción. Coherentes con una postura democrática, consecuentes con la verdadera libertad de expresión y lo suficientemente perspicaces como para comprender como se deben dar las batallas por la contra hegemonía tuvieron en claro cuál era el eje del debate y sostuvieron, después de lograr la anulación de uno de los aspectos más controvertidos de la nueva ley (el "privilegio" de las telefónicas), el nuevo marco legal para las comunicaciones en Argentina.

La sociedad está en parte convencida por el discurso de los multimedios; ayer pude notarlo cuando una persona (muy inteligente pero con prejuicios gorilas) cuestionaba el voto favorable de una diputada socialista, sin advertir que repetía el discurso de la corporación mediática hábilmente disfrazado, y por otra parte se siente indiferente ante una cuestión que trasciende lo cotidiano. Sin embargo no son pocas las voces que intuyen una verdad que, de tan evidente, no se suele notar: la peor ley de la democracia es preferible a la mejor (y esta ciertamente no lo era) de la dictadura.

La ley está, entonces, casi aprobada; por una inteligente jugada (de esas que sólo los peronistas, nobleza obliga, saben hacer) Cristina estará de viaje cuando se trate el proyecto en Senadores y, por lo tanto, Cobos (globo de gas si los hay) no podrá recurrir a su consabido "no positivo"... se pierde ser tapa ¡pobre!

Ahora está claro que una ley no destruye el poder de estos grandes gigantes de los medios y que hace falta, urgente, que nos pongamos a pensar por nosotros mismos sin dejarnos llevar por los discursos del poder... político pero también, y sobre todo, económico.

Podés leer más en:
Radios Nacidas En Democracia
Bar de Moe
Agencia Nexo
Argentina.ar (Lanata sobre la ley... ¡y eso que no me gusta demasiado!)
Alejandro Apo

O podés quedarte con el discurso de... E pluribus unum

PD: Para otra ocasión hablaremos de la política posible... de la cual este debate es un ejemplo interesante.

2 comentarios:

Sheila68 dijo...

Estoy de acuerdo con tu pensamiento, sobre todo con la frase la peor ley de la democracia es mejor que cualquiera promulgada bajo una dictadura, y es que además siento que cualquier ley merece al menos el respeto de ser debatida, analizada, pero claro, lamentablemente debemos poner siempre un manto de sospecha sobre los intereses que en realidad estan dispuestos a defender nuestos legisladores, ya que los lobby de los monopolios son muy fuertes. La actitud de una irresponsable oposición de levantarse del recinto me hace recordar al lavado de manos de Pilato, siguen siendo tan hipocritas como siempre, rasgandose las vestiduras por una supuesta ley mordaza y recibiendo sobres abultados por debajo de la mesa...

Gus dijo...

Los legisladores son un peligro, parecen monos con navaja y votan según sopla el viento (no todos, algunos han sido consecuentes y así les va...) pero los empresarios son peores; mucho más con la forma salvaje que asumen en nuestro país.

Un asco la campaña de desinformación y paranoia de los multimedios; ya no se puede escuchar ninguna (o casi) radio. Hay una propaganda (no publicidad) que dice que el pobrecito conductor no podrá poner la música que él quiere, que la radio se morirá y que vamos directo hacia la dictadura. Las entrevistas, las editoriales y hasta los comentarios de oyentes están marcados por la misma impronta sesgada y hasta mentirosa... Como digo siempre; ya no les creo ni el informe meteorológico.
Saludos