Anoche te miré dormir;
tus ojos cerrados,
los labios, tan suaves, tan ansiados,
el pecho que subía y bajaba.
Soñando ¿quién sabe con quién?
Me quedé un largo rato
velando a tu lado
sin siquiera animarme
a quitar tu cabello del rostro
sin atreverme apenas
a cubrirte de besos
silenciosos y calmos
Anoche te miré desnuda;
tan sedosa y tan deseable,
tan ajena, tan lejana
pero a la vez la misma
que descubrió a mi lado
el placer de dejarse querer,
el gozo de caer desde el cielo
en mis brazos abiertos
perdiéndote en besos profundos
y en hondos abismos de dicha.
Anoche te vi dormida.
Y volveré a verte hoy,
y seguiré en las noches, velando
tu sueño
sin descanso y sin reproche
sin esperar más amor
que el que siempre me diste
atento a tu deseo
pendiente de tu respiración
suspenso en la esperanza
de que despiertes
me sonrías y,
como en esos años de nostalgia,
tiendas tu brazo dormida
y me lleves a tu lado
sin dejarme escapar
nunca más.
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