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jueves, febrero 01, 2007

El Seiscientos Sesenta y Seis o 666

666

PRIMERA PARTE

Aclaremos, dijo Lemos...

Alguno me ha escrito en el Foro de Historia Antigua que el número 666 no existe en la Biblia, pues y cito: "... los números árabes solo entraron en la cultura occidental después del 1200, es decir toda la numeración que aparece en La Biblia es ROMANA (originalmente griega)."

En rigor no es cierto que el número 666 no exista en la Biblia, sino que no aparece escrito con cifras arábigas; en términos matemáticos el número seiscientos sesenta y seis sí aparece, pero no el numeral 666. Tampoco es correcto que toda la numeración, más bien los numerales, que leemos en las Escrituras Hebreas, como bellamente dice Cecilio (siguiendo a los Testigos de Jehová, con quienes poca afinidad tengo, pero me gusta esa terminología) o en las Escrituras Griegas Cristianas (la Biblia, bah) estén expresados en el sistema romano de notación.

Es preciso apuntar que en la Antigüedad se carecía de un sistema único de notación para los numerales, si bien la escritura surgió como un procedimiento contable lo cierto es que durante mucho tiempo las cifras se expresaron con el simple expediente de los palotes, las marcas o los puntos (como casi todos hemos hecho en nuestra infancia). Más adelante, sin embargo, se idearon signos especiales para señalar algunos números, los más conocidos son los usados en las inscripciones de la antigua Roma donde el I indicaba el uno, repetido dos veces el dos y tres veces, el tres, la V señalaba el cinco, etcétera. Los egipcios disponían de un sistema de este tipo, también. Los mesopotámicos, por su parte, perfeccionaron un sistema que se acercaba al posicional que utilizamos actualmente pero carecía de un componente esencial: el cero. Sólo dos pueblos, por lo que sé, llegaron a esta conclusión trascendente para el futuro de la matemática; los mayas y los indios; según todos los indicios arribaron al concepto de manera independiente. La numeración maya tuvo cierta influencia en Mesoamérica, pero su probable influjo fue abortado por la invasión europea. La numeración india tuvo mejor suerte, fue tomada por los árabes (más bien por los musulmanes, a tener en cuenta hoy que se los estigmatiza como oscurantistas) y de éstos a los epañoles e italianos quienes la impusieron en Europa; ya se encargarían los colonizadores en difundirla por todo el mundo...

Una tercera manera de escribir los números era dar a cada letra un valor numérico, es decir convertirlas en numerales. Si lo empleásemos en la actualidad tendríamos, por ejemplo, que la letra A vale 1, la B, 2, la C 3 y así sucesivamente hasta llegar a la J que valdría 10, la K sería el 20 y, siguiendo el orden, la S valdría 100 y, por así decir, la T podría representar el 500 o el 1000. En este sistema mi edad podría escribirse MB y el número de la Bestia sería TSÑF...

Griegos y hebreos usaban esta manera de escribir los números; letras con valor numérico. En nuestro caso, en griego: χξς

De más está decir que existía una cuarta manera de escribir un número, y era, obviamente, escribir su nombre con letras. Seiscientos sesenta y seis, por ejemplo... ἑξακόσιοι ἑξήκοντα ἕξ

En las diferentes copias de la Biblia encontramos los cuatro sistemas, sólo las más modernas emplean el posicional indoarábigo (o indomusulmán), mientras que las antiguas ora usan el sistema romano, ora el de los valores numérico, ora escriben el número completo... a veces también los manuscritos presentan formas híbridas. Por supuesto como los autógrafos han desaparecido no sabemos como lo escribió el autor del texto.

Las cosas se complican si recordamos que para los antiguos el número era más que un simple atributo de los objetos; el número era tanto un símbolo, es decir expresaba realidad oculta o aludida, como una cualidad mística que poseía, en sí, valores de índole espiritual. Esta creencia dio lugar a la gematría, o gematría, una oscura rama del saber que rozaba la teología, la angelología, la alegoría, la hermeútica o interpretación de textos, la criptografía y la matemática.

Para el cultor de esta disciplina las letras ocultaban y a la vez develaban algo del mundo espiritual. Alef, por ejemplo, no era sólo la primera letra del alefato hebreo, sino la notación del número uno y, por ende, una expresión de la Unicidad de Dios y del Universo como un todo (mi compatriota Jorge Luis Borges se refiere a esto en su cuento El Aleph). El gematrista gustaba, entonces, de buscar claves ocultas en las letras y para tal fin no dudaba en operar algebraicamente con ellas a fin de extraer su valor numérico. Por ejemplo, el valor numerico de la letra Shin, Sh, es 300 y es el equivalente de la suma de los valores numéricos de las letras de las palabras Ruaj Elohim, el Espíritu de Dios, siendo por lo tanto SH un símbolo del espíritu divino. Del mismo modo la frase de Génesis 18, 2 Vehenna Shalisha (Y eran tres hombres) vale como Elo Mikael, Gabriel VeRafael, es decir: Estos eran Miguel, Gabriel y Rafael. En efecto, cada frase, recordemos que el hebreo no escribe las vocales, vale 701.

De paso sea dicho, este tipo de juegos tiene el mismo valor científico que los cálculos de Drosnin sobre el supuesto código secreto de la Biblia; cero, en numerales arábigos:0

Un concepto similar subyace en la tan manida frase del Apocalipsis; de hecho se trata de uno de los más antiguos juegos guemátricos, que conocemos; en efecto la Cábala es uno o dos siglos posterior al Apocalipsis.

En una próxima entrada les cuento sobre el Apocalipsis en sí...

1 comentario:

Anónimo dijo...

¡Estupendo! Aquí quedará para la posteridad mientras que en el grupo es muy posible que, si hubiese muchos mensajes al respecto ya habría desaparecido.