Apócrifo significa secreto o misterioso, no falso.
Dado que estos escritos se presentaban como rivales o complementos de los evangelios que las iglesias cristianas reconocieron como normativos (canónicos) el término pasó a tener características peyorativas.
Un escrito apócrifo es, entonces, un documento no reconocido, extraoficial, definición de raíz teológica que poco tiene que decirnos sobre la historicidad del texto.
En teoría una obra apócrifa puede contener datos histórico fiables en tanto que una canónica, o aceptada, puede suministrarnos informaciones falsas o incorrectas... y viceversa, por supuesto.
Esto último es aceptado incluso por estudiosos cristianos quienes no tienen empacho en recurrir a informaciones de algunos apócrifos para reconstruir datos, hechos y costumbres de la iglesia primitiva o del mismo Jesús y su movimiento; en este contexto se suele distinguir muy bien entre lo que significa canónico, a saber; una obra cuyas afirmaciones, inspiradas por la divinidad, son fundamento del dogma y lo que implica historicidad.
Un esquema, con el que la mayor parte de los estudiosos estaría de acuerdo, de la relaciones entre los evangelios llamados "canónicos"
Existen textos apócrifos de todos los géneros literarios de la Biblia.
Hay Génesis apócrifos y Salmos apócrifos, hay libros históricos y textos apocalípticos, profecías y relatos breves tanto de origen judío como cristiano.
Aún más, ciertos libros del Antiguo Testamento como Judit o Macabeos son considerados canónicos por la Iglesia Católica y Ortodoxa, mientras que el común sentir de los rabinos (que lo decidieron en Jammia en la década del 80 del primer siglo) los considera apócrifos, seguidos en esta tesitura por los protestantes.
En cuanto a los evangelios apócrifos podemos clasificarlos en cuatro grandes grupos atendiendo a su tendencia.
El Jesús de Franco Zefirelli ¿podría entrar en la categoría de
Evangelio Apócrifo Complementario?
- Evangelios Paralelos; son aquellos que fueron escritos por la misma época de los cuatro que resultaron "canónicos" pero que, por diferentes motivos, no fueron aceptados por el consenso, y luego coerción, de las comunidades cristianas de los siglos III y IV. El evangelio de los Hebreos, el de los Egipcios o el de Pedro (con dudas) son parte de este grupo; ninguno se conserva completo, sino sólo en fragmentos, en parte por el abandono de su uso, a veces limitado a un área geográfica o a una determinada comunidad, en parte por haber sido destruidos por las autoridades episcopales locales.
El Evangelio de los Hebreos, perdido, parece ser una versión aramea del Evangelio según Mateo.
- Evangelios Rivales; se trata de los que intentaron suplantar a alguno de los canónicos, casi siempre presentando un sesgo ideológico opuesto a lo que resultó ser la ortodoxia triunfante (ortodoxia y heterodoxia definidas por móviles sociopolíticos muy complejos para ser resumidos aquí). La iglesia (iglesias) primitiva distaba de ser una isla de fraternidad y mansedumbre, las polémicas eran frecuentes y si bien algunas tendencias rivales lograron convivir (por ejemplo los juaninos y los paulinos) otras fueron fuertemente combatidas. El Evangelio de Judas, el de María o las Tradiciones de Matías forman parte de este grupo. De estos textos también subsisten sobre todo fragmentos, pero hallazgos recientes han permitido encontrar (En Egipto, en Nag Hammadi sobre todo) manuscritos completos y en razonable estado de conservación.
Los códices originales de Nag Hammadi, restos de una biblioteca cristiana (gnóstica?) del siglo IV.
- Evangelios Gnósticos; incluyo aquí a todos aquellos cuya finalidad era constituirse en escritura sagrada de las comunidades o iglesias gnósticas que competían con las demás iglesias desde una postura teológica radicalmente diferente a la establecida. El gnosticismo, movimiento teológico y filosófico de alto vuelo, puede ser considerado un verdadero cristianismo disidente con creencias y actitudes completamente distintas a las de cualquiera de las demás comunidades, con posiciones opuestas en temas medulares como la resurrección de Cristo, el martirio, la organización eclesiástica y la cosmogonía . El libro de Elaine Pagels de este mismo nombre (Los Evangelios Apócrifos, Barcelona, Grijalbo, 1982) es un excelente resumen de estos escritos y su trasfondo. El evangelio de Felipe, el de Valentín o el Apócrifo de Juan son parte de esta rica herencia que, también en Nag Hammadi, ha sido descubierta en la mitad del siglo pasado.
Una colección de gemas y grabados con la imagen de Abraxas, símbolo gnóstico.
- Evangelios Complementarios; su principal objetivo es completar a los evangelios canónicos (en menor medida otros textos) con datos tradicionales o inventados a fin de satisfacer la curiosidad de los cristianos de tiempos posteriores. Son, a su modo, novelizaciones de la vida de Jesús y sus familiares, llenos de datos pintorescos, refundiciones de leyendas anteriores y un amplio uso del elemento milagroso. Sería, con todo, un error creerlos completamente ingenuos, están al servicio de la polémica interna y hacen un amplio uso de claves simbólicas, algunas de gran belleza. Si bien sufrieron la censura de las comunidades cristianas locales, terminaron reconciliándose con la naciente jerarquía quien adoptó como válidas muchas de sus afirmaciones y tradiciones. A lo largo de los siglos fueron traducidos, ampliados y refundidos llegando hasta el presente como parte del imaginario cristiano. El (mal) llamado Protoevangelio de Santiago, el Evangelio Árabe de la Infancia o la Historia de José, el Carpintero se cuentan en este grupo que, recientemente, viene siendo estudiado con provecho para conocer el medio social e ideológico de los cristianos primitivos.
El Protoevangelio de Santiago recoge la historia de la presentación de María en el Templo y nos revela el nombre de sus padres: Joaquín y Ana.
Esta clasificación, de mi cosecha, es por supuesto algo rígida y sin duda textos hay que puedan ser incluidos en los diferentes grupos, o en todos, según qué elemento de los mismos se privilegie.
Fuera de la serie coloco dos obras únicas, preexistentes a todos los demás evangelios, que resultan las más interesantes de la literatura cristiana primitiva.
Me refiero al
- Evangelio de Tomás (no confundir con el Evangelio de la Infancia de Tomás, parte del grupo 4) hallado en Nag Hammadi y que, más allá de las ampliaciones posteriores, representa un estado anterior de la tradición, sin materia narrativa y con cortas sentencias aparentemente (sólo aparentemente) inconexas.
Tomás, el Mellizo, mi apóstol favorito... por eso de "ver y tocar para creer"
- Evangelio Q (del alemán Quelle = Fuente), texto hipotético pero altamente probable, incrustado en los evangelios de Mateo y de Lucas similar en su disposición al de Tomás que ha podido ser reconstruido en las últimas décadas. Ambos requieren una especial atención y, cuando haya tiempo o ganas, me explayaré al respecto abusando de vuestra tolerancia.
El término Q, para designar un hipotético evangelio, proviene de la palabra alemana para Fuente...
Un tema aparte, también para otra ocasión, es la historicidad de estos textos y su validez a la hora de reconstruir la vida del Jesús histórico, pero para esta tarea no es pertinente, como dije, la distinción entre apócrifos y canónicos.
Judas, aquí en una representación barroca, y su "evangelio". Pese a la polémica no se trata de un testimonio de primera mano del "traidor" sino de la interpretación de su accionar por parte de la comunidad de los "ofitas" para quienes el mal era parte del plan divino.
Espero, amigas y amigas, no haberlos aburrido pero si es así, siempre queda el recurso a la papelera de reciclaje, ¿verdad?
Muchos textos apócrifos se demoran describiendo lugares "poco existentes" como el Infierno.
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