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jueves, junio 18, 2009

La Mirada y la Voz.

Salió de la tienda al calor del día.

Dispersos, vio los tendales de sus hermanos. Hacía un tiempo, días o meses, tal vez un año, habían huido. Ahora vagaban por el despoblado.

Arena y rocas.

Recuerdo de los días más felices; es más previsible ser esclavo.

Miró sin ver los restos de la batalla, los huesos derrotados y el recuerdo ya desvanecido.

Oyó los gritos de ira; otra vez alguien golpeaba y otra vez alguien alzaba el cuchillo de piedra.

Gemidos en la soledad de la mañana.

Una tristeza honda invadía el malsano campamento.

Salió de la tienda y caminó en silencio.

Miró a lo alto.

Subió a ese monte y allí permaneció escondido.

Pocos se preguntaron por él. El guía se había ido, pensaron, tan misteriosamente como había llegado para conducirlos a ese destino de nada en el desierto. Mejor dijeron algunos, ahora podremos retornar.

Enfermo de asco no quería volver al llano. Desde arriba el mundo no parece el mismo y uno cree que puede dirigir la Historia.

Una de esas voces que, tres mil años después aprenderíamos a despreciar, le dijo en el duermevela de la madrugada.

- Es tu pueblo, cuando los guiaste asumiste la responsabilidad. No eres su líder, sino su maestro, algún día ya no necesitarán de ti, pero ahora es tu deber bajar.

Quiso negarse pero fue imposible.

Decidió que esa voz sería de más peso que la suya propia.

- Una voz – dijo a la soledad- que valga más que la mía. Una voz que les niegue el descanso de la esclavitud. Una voz que los convoque a mirar por encima de sus miserias cotidianas. Una voz que los convierta en un pueblo.

Tomó dos losas de piedra y grabó en ellas esos signos que los esclavos de las minas le habían enseñado.

Con las tablas en la mano, Moisés descendió de la montaña.


miércoles, junio 25, 2008

¿Cuántas personas escribieron la Biblia? Parte dos



Mi amigo Cecilio, creyente él, me ha escrito respecto de este tema diciendo:

Muy interesantes tus interpretaciones aunque hay también otros razonamientos diferentes… entiendo que quieres exponer tiene que ver con la autenticidad de la Biblia, la cual siempre será molesta e inútil para unos y de información provechosa para otros.

Y termina con esta joya ad hominem: La sabiduría queda probada por sus hechos, y el tiempo dirá como se desenvuelven los acontecimientos y dentro de unos cientos de años podamos comentar quien estaba más acertado…

Como dentro de cientos de años no creo ni espero estar vivo, a menos que en las cuatro o cinco décadas que me restan de existencia haya algún descubrimiento médico revolucionario.

Como tampoco, bromas aparte, considero inútiles a las escrituras sagradas de judíos, samaritanos y cristianos de toda laya.

Y como acuerdo plenamente con la frase (bíblica) citada aunque en un sentido algo diferente....




Continúo con mi cuenta acerca de los autores de la Biblia tal como he prometido a la simpática lectora y al atareado lector. O viceversa.

En el orden tradicional de los libros bíblicos, a Rut le sigue una obra histórica en cuatro volúmenes que lleva diferentes nombres según las versiones.

En la mayor parte de las Biblias, empero, se los conoce como Libro Primero y Segundo de Samuel y Libro Primero y Segundo de los Reyes.

En hebreo se los llama Shmuel Alef, Shmuel Bet, Sefer Melajim Alef y Sefer Melajim Bet.

Forman un relato continuo y bastante coherente que enlaza los tiempos de los jueces, en el siglo XI a. C., con la conquista de Jerusalén a manos de los babilonios en el siglo VI a. C.

El Templo de Jerusalén en una visión idealizada del siglo XIX.

Están muy bien escritos para la época y constituyen sin duda una joya de la historiografía que puede figurar, sin desmedro, al lado de Heródoto o Ctesias y hasta de Tucídides, si me apuran.

Por supuesto los autores no pueden evitar las supersticiones de su época y carecen a menudo de juicio crítico, pero igual son bastante fiables y resultan, en general, agradables de leer.

Al margen: Si escribiera esto acerca de los griegos nadie tendría nada que objetar, pero si lo hago de un autor bíblico enseguida me lanzan el anatema...

Este mérito historiográfico, unido a la suerte de haber caído en medio de un libro santo, ha hecho que se los sobrevalore.

La arqueología y la historia del Cercano Oriente nos han hecho conocer los gruesos errores y anacronismos de los libros de Samuel y de los Reyes.

Se nos cuenta que Samuel, hasta su muerte, y luego los profetas Gad y Natán compilaron los libros que llevan el nombre del irritable vidente.

El profeta Samuel, un tipo difícil...

Un apéndice de la invaluable Traducción del Nuevo Mundo de las Santas Escrituras (Biblia oficial de los Testigos de Jehová) nos dice incluso la fecha; 1077 a.C. para Samuel 1 y 1040 a.C. para el segundo libro.... Por suerte los simpáticos muchachos de la Watch Tower nos aclaran que la fecha es “aproximada”.

Debo, claro, discrepar y lo hago aduciendo pruebas que van más allá de las indicaciones del Talmud o los Santos Padres.

Hay muchas fuentes en los libros de Samuel. Algunas, como el libro de Jasher, están citadas en el mismo texto y otras son recogidas por la versión paralela de los Libros de Crónicas.

Un examen del escrito, además, nos permite reconocer diversas manos redactoras (esto es evidente aun sin dominar el hebreo) y la presencia de numerosas tradiciones.

Los estudiosos han discernido las siguientes “fuentes” para el libro:

  1. La historia antimonárquica inspirada por los círculos proféticos (los profetas bíblicos son profundamente antimonárquicos) y datable en los comienzos del reinado de Roboam o, tal vez, un siglo después.
  2. La historia promonárquica, escrita por funcionarios reales quizás en los tiempos de Josías.
  3. La historia de la conquista de Jerusalén, quizás de origen jebusita y ligada a las leyendas cultuales del Monte Sión.
  4. La historia del Arca que sólo subsiste en forma fragmentaria y escrita en el reino del Israel.
  5. La historia de la corte de David, emparentada con el documento J y que algunos, como ya comenté, vinculan a Betsabé.

A estos cinco, como mínimo, autores, debemos añadir un redactor que compiló los textos en los tiempos del Exilio o un poco después, pero ciertamente antes de Alejandro.

Este redactor era parte del partido monólatra, el mismo de Esdras y Nehemías, y acomodó los escritos sobrevivientes para ilustrar las tesis de este grupo: oposición al sincretismo y defensa de la identidad nacional, si es que se puede expresar en estos términos harto modernos.

En cuanto a los Libros de los Reyes, o de los Reinos, los chicos de la tradición acrítica nos piden que creamos que su autor es Jeremías y que se puso a completar este trabajo en algún momento posterior a la caída de Jerusalén, allá por el año 580 a.C. y bajo las palmeras de Egipto.

Lo cierto es que…

¡Es muy probable que así fuese!






  1. Hay tres fuentes para el material del libro, a saber:
    Los Hechos de Salomón.
  2. Las Crónicas de los Reyes de Judá (no confundir con las Crónicas que están en la misma Biblia)
  3. Las Crónicas de los Reyes de Israel.
Mapa de los Reinos de Israel y de Judá en el siglo VIII antes de Cristo.

Un redactor, inspirado en la tradición de reforma del Deuteronomio, compiló estos registros, fuesen reales o legendarios, los completó con sus propios recuerdos y los editó en forma de libro en una fecha que podemos situar con casi certeza, entre 562 y 560 antes de la era común, dada la mención de Amel Marduk (Evil Merodaj) en el texto.


Dada las similitudes de algunos capítulos con la autobiografía de Jeremías, el autor puede ser identificado, con cierto grado de probabilidad, con el fascinante, atormentado y a ratos intolerante profeta Jeremías, quizás con la ayuda de su secretario Baruc.

Jeremías y Baruc

El texto vino a ser la principal obra polémica del partido monólatra y seguramente inspiró la redacción de los otros textos para conformar una historia de Israel y Judá que reflejase y confirmase su peculiar visión de la realidad política actual del pequeño estado templo de Judea y los demás judíos dispersos en el Imperio Persa.

Tenemos, pues, que la cuenta nos queda como sigue:

Para los tradicionalistas la obra de Samuel_Reyes es fruto de cuatro autores, a saber: Samuel, Gad, Natán y Jeremías que escribieron entre el siglo XI y el VI antes de Cristo.

Hasta ahora son, pues, seis escritores de Moisés a Jeremías.

Para los que buscamos evidencias, creyentes o no, hay algunos más.

Seis para la historia de Samuel y cuatro para la de los Reyes, aunque, siendo justos con Jeremías quizás el mérito de los libros de los Reyes sea de él solo (y también sus inconsistencias…)


Nuestro cálculo, nunca tan preciso como el de los fundamentalistas, eleva pues a dieciocho o doce las manos que escribieron la Biblia entre los siglos VII y IV a.C.


¡Y aún nos restan unos cuantos siglos!

viernes, marzo 21, 2008

Esbozo sobre los ángeles





He aquí una posible entrada de diccionario para la voz: ángel.

Ángel: masculino, singular; del griego aggelos (aquí irían los caracteres griegos que nadie lee pero quedan muy bonitos) que significa “mensajero”. Se dice de seres preferentemente varones, blancos, de cabellos rubios y ojos azules, altura superior a la media y, en ocasiones, alas en las espaldas. Forman parte del ejército y de la burocracia celestiales, cumpliendo tareas diversas en una estricta jerarquía.

Las funciones de los ángeles van desde la simple entrega y recepción de mensajes, algo así como una secretaría de correos combinada con un servicio diplomático, hasta formas un poco más coercitivas de manifestar la voluntad divina como diluvios, catástrofes y pestilencias varias. También prestan servicio como soldados, policías, guardianes, espías y saboteadores en el ejército celestial (conocido como Tsebaoth), en tanto que un cuerpo más selecto colabora con Dios en las tareas de gobierno universal sin que falten los que, de naturaleza más cortesana, cumplen la imprescindible tarea de adular al soberano celestial.

Se ignora si los ángeles han sido elegidos en virtud de sus capacidades para estas funciones o si pueden optar libremente aplicando pruebas de selección de personal. Sin embargo, considerando el régimen político del Reino de los Cielos (monarquía despótica y paternalista) resulta indiferente cual sea el modo, pues en el primer caso es el propio Dios, en última instancia, quien decide la ocupación del ángel y, dado el segundo, es obvio que la elección personal debe coincidir con la preferencia divina, pues ya se sabe como reacciona el Creador cuando alguien elige contrariando sus deseos.

Todos los ángeles, por lo que se sabe, se originaron en los primeros tiempos de la Creación y no hay testimonios de nuevas generaciones; no obstante la presencia de numerosos niños alados, conocidos como angelotes, (putti, en italiano) ha dado pie a dos teorías; o bien estos angelotes son infantes permanentes o bien se trata de ángeles en crecimiento que, con el transcurrir de los eones, se volverán adultos listos para cumplir servicio en la siempre creciente estructura de gobierno celestial.

Angelotes o Putti en una pintura de Andrea Mantegna

Los teólogos no se han puesto de acuerdo, tampoco, acerca de la importante cuestión de si los ángeles fueron o no anteriores al Big Bang, como así tampoco sobre la vieja pregunta: ¿de qué están hechos?

Los musulmanes sostienen que son seres de fuego, y por eso sus ángeles son más ardientes que los cristianos, y éstos últimos nos dicen que son seres espirituales. Dado que espíritu (en griego pneuma, ¡otra vez los caracteres bonitos!) significa soplo, viento, aliento y un largo etcétera dentro del mismo campo semántico, podemos concluir que los ángeles, al menos los cristianos, son puro aire con forma humana.

Los judíos comentan que están formados tanto por fuego como por luz y vientos ardientes mientras que los mormones…, bueno ¡los mormones dicen cada cosa!

La propaganda sostiene que Dios creó a estos seres por una cuestión de puro y desinteresado amor; pues Él se basta a sí mismo hasta para quererse. Se dice, pues, que de tan generoso como es llamó a la existencia a otros entes para que tuvieran el honor ¡más aún el placer!, de servirlo. Se nos disculpará por violar la neutralidad esperable en un diccionario, pero es evidente que se trata de una grosera manipulación de los hechos; el Creador ha formado a los ángeles para servirle como esclavos sumisos a los que impone una férrea disciplina que sólo en una ocasión fue transgredida (véase más abajo).

No hay un censo fiable de los ángeles, se sabe que a Dios no le gustan las estadísticas, pero según las fuentes deben sumar varios millones, sino más.

En efecto, se menciona que hay ángeles para cada ser humano, además de para los pueblos y naciones, asignados como guardianes (¿vigilante, escolta o protector?) aunque se ignora si éstos son intransferibles o si pueden ser reasignados una vez que su protegido (o prisionero) muere; pero también se ha dicho que son numerosos como las estrellas del cielo, ahora bien, según la BBC científicos australianos han contabilizado unos 70.000.000.000.000.000.000.000 (es decir setenta mil trillones) de estrellas en el Universo, por lo cual podemos suponer que su número es muy elevado, aún considerando que una tercera parte de ellos han sido expulsados del Cielo.

Por testimonio directo de Dios, en su versión cristiana del Hijo, es generalmente dado como cierto que los ángeles “no se casan, ni se dan en matrimonio” (véase Lucas 20, 35 -36 y paralelos) lo que unido a su apariencia delicada y sus modales algo demasiado refinados han llevado a suponerles asexuados o, en el colmo de la irreverencia, homosexuales (error que la gente de Sodoma pagó demasiado caro), pero nada es menos seguro. Lo que el Nazareno dijo aludía específicamente a la institución matrimonial, y más bien parece significar que en el Reino Celestial reina una cierta promiscuidad y se fomenta el amor libre, postura que también sostienen los musulmanes con gran éxito entre los miembros de Al Qaeda. En contra de esta visión pacata de los ángeles, tenemos textos que nos aseveran su predilección por las mujeres humanas y recuerdan que, en los primeros tiempos de la Humanidad, hubo frecuentes casos de relaciones sexuales entre ellos y las “hijas de los hombres”; uniones de las cuales fueron fruto los nefilim (véase artículo correspondiente). Parece cierto, pues, que los ángeles, en general no son eunucos aunque nada impide suponer que alguno de ellos haya hecho esta opción de vida.

Un ángel y una "hija de los Hombres"

Es también evidente que existen ángeles de sexo femenino pero se carece de fuentes confiables que lo afirmen plenamente. En casi todas las lenguas, a excepción del turco, ángel es de género masculino (en turco es femenino, pero se considera epiceno por cuestiones religiosas) y cuando se los describe se lo hace en términos varoniles. Existen, empero, entre los ángeles rebeldes algunos que parecen ser de género femenino (nos referimos a Lilith y a los súcubos; Lilim en hebreo) lo que nos autoriza a pensar en que sí existen ángeles que sean hembras. Sobre su ausencia en el ámbito del Reino celestial sólo se puede especular, o que ellas tienen poca importancia en esa sociedad patriarcal o bien que todas los ángeles femeninos se unieron a la causa de los rebeldes. Lamentablemente no es posible abundar más en esta importante cuestión ya que los teólogos bizantinos que la debatían fueron interrumpidos en sus discusiones por la molesta invasión de los turcos.

Lilith en una pintura del inglés Collier.

Ya se ha mencionado que los ángeles se organizan de manera jerárquica, pero lo cierto es que las fuentes disponibles sobre este asunto eran escasas y confusas. Afortunadamente en algún momento del siglo Vto , un escritor que se hizo pasar por el célebre Dionisio el Areopagita (discípulo de San Pablo que terminó sus días en París con el nombre de Saint Denis) reunió todo el material disponible y puso orden en el mismo con su libro: “Peri tēs ouranias ierarjías” (¡me encantan los caracteres éstos!), es decir: “Sobre la Jerarquía Celestial”, del cual extraemos los datos que siguen.


Precisa cartografía del Infierno, el Mundo y el Cielo según los informes de Dante Alighieri.

Existen nueve grupos de ángeles, llamados Coros, agrupados a su vez en tres esferas numeradas desde la Primera, ubicada junto al Trono divino, hasta la Tercera, más ligada al mundo sublunar. Nuestra exposición comenzará desde los rangos inferiores hasta los superiores con una breve descripción de cada grupo.

La Tercera Esfera comprende los Coros de los Ángeles, los Arcángeles y los Principados (en adelante, cansados de los caracteres griegos, omitimos su colocación). Se trata del rango más bajo en la Jerarquía, los proletarios del mundo celestial. Los ángeles, que dan su nombre a toda la especie, son los pibes de los mandados y pasan mucho tiempo junto a los seres humanos por lo cual han tomado muchas de sus costumbres mundanas. De entre ellos se recluta a los ángeles guardianes y, según los teólogos del cine, muchas veces se enamoran de mujeres humanas y deciden morar junto a ellas como simples mortales. Quizás por ese motivo en las altas esferas se los considera poco confiables y sufren el sistemático desprecio de sus compatriotas más encumbrados lo que, por supuesto, refuerza sus tendencias indolentes.

Los Arcángeles son los mandos medios del Reino. Forman, por así decir, la suboficialidad y su mentalidad es muy parecida a la de sus colegas humanos; despóticos con los subordinados, siempre saben la manera correcta de hacer las cosas y, cuando quieren dar el ejemplo, trabajan como el que más… por algunos breves minutos; luego entregan la herramienta, o lo que sea, al subalterno y le dicen que haga lo mismo que él durante las restantes doce horas. Ante los superiores son serviciales (no se puede decir servil en un diccionario) y acogen todas y cada una de sus sugerencias con verdadero entusiasmo… lo cual no implica que vayan a cumplirlas. Están muy orgullosos de que los ángeles de mayor rango sean identificados con su propia clase, lo cual colabora para mantener su lealtad.

Por encima de ellos están los Principados, también conocidos como Arcontes, y muy importantes en la tradición gnóstica. Se trata de los intelectuales orgánicos del Reino de los Cielos, en su versión más popular. Desarrollan de manera clara, incuestionable y banal todas las disposiciones y argumentos procedentes de las esferas superiores. Escritores natos son, por eso mismo, poco confiables y muchos de ellos participaron de la revuelta conducida por Satán.

La Segunda Esfera está compuesta por las Potestades, Virtudes y Dominaciones. Estos coros se ocupan de trabajar con los grandes fenómenos naturales, los grupos humanos (eventualmente extrahumanos también) y las diversas artes y ciencias. Están ampliamente formados y se dividen en multitud de oficinas cada una de las cuales se considera a sí misma, la más importante y a las demás como meras dependencias. Como trabajan con abstracciones saben muy poco de lo que sucede en el mundo sublunar, y cometen groseros errores en las directivas que emiten hacia los niveles inferiores, por lo cual éstos acostumbran a no hacerles el menor caso. Su función es doble, impedir el acceso de los habitantes del mundo inferior hacia arriba, lo cual logran antes por la astucia que por la fuerza (trámites, requisitos, normativas absurdas, entre otras variantes) y, a la vez, aislar a los ángeles de la Primera Esfera de las potencialmente nocivas costumbres de los ángeles de la Tercera.

La Primera Esfera es la élite del Reino, la inteligentsia y la nomenklatura, la crème de la crème y la flor y nata del Cielo; todo en sus exclusivos tres coros de Tronos (u Ofanim), Querubines y Serafines. Se trata de la clase dirigente del Reino y se ha llegado a insinuar que son ellos y no Dios, quien o bien estaría muerto o senil, o quizás aburrido de su Creación, los que realmente dirigen el Universo.

Los Tronos son el coro inferior de este orden, con enormes poderes frente a sus subordinados nadie les pregunta cómo logran sus fines en tanto lo hagan; se dice que son como columnas de berilio lo que es una manera de señalar su capacidad de neutralizar las tendencias al cambio (se sabe que el berilio ralentiza la velocidad de los neutrones y que una aleación berilio cobre no produce chispas) con el añadido, tomado de Ezequiel, de la multiplicidad de ojos que les permiten vigilar cuidadosamente todo cuanto sucede en los niveles inferiores.

Hay alguna confusión, producto a buen seguro de la distancia, acerca de quienes ocupan los dos niveles más altos de la Jerarquía.

Los Serafines (o Querubines para algunos) se dedican sobre todo al protocolo y la alabanza divina; lo que ha hecho sospechar a algunos de que efectivamente son los carceleros de la divinidad y responsables de sus supuestas malas decisiones; cuando Dios se equivoca, piensan, en realidad es que estuvo mal informado por su entorno de Serafines y/o Querubines.

Finalmente los Querubines, reputados entre los humanos como de sobrenatural belleza, son los ángeles más cercanos a Dios mismo, su gabinete privado o concejo de ministros, si bien ciertos autores atribuyen este rol a los Serafines. Son los únicos ángeles conocidos por sus nombres y entre ellos se cuenta a Rafael, vinculado al área de Salud, Gabriel, algo así como un ministro de comunicaciones, vocero oficial y encargado de misiones delicadas y Miguel, considerado de rango real, jefe del estado mayor conjunto en operaciones, casi visir del Reino e identificado, por los Testigos de Jehová, es decir una fuente poco confiable, con el propio Jesús antes de su encarnación. Estos ángeles superiores no hacen otra cosa, cuando no cumplen misiones oficiales, que cantar loas a Dios, quemar incienso delante de su Trono y demostrar, de maneras a veces sólo descriptibles por medio de metáforas, su amor por el Creador.

El Arcángel Miguel en una iconografía del siglo XIX

El Arcángel Gabriel anunciando el nacimiento del Hijo de Dios a María, según Leonardo.

El Arcángel Rafael en un moderno ícono ortodoxo

Si bien los ángeles en general son considerados superiores a los humanos, Dios mismo les ordenó en una ocasión que adorasen a Adán, el primer hombre (al menos en la Tierra) lo cual provocó el enojo de uno de sus principales oficiales; el más importante de los Querubines, también el más inteligente, conocido entonces como Lucifer y luego como Satán. Actitud que lo llevó a la rebelión y posterior derrota, tal como se señala en el artículo correspondiente.

Lucifer caído según la interpretación de Gustave Doré para El Paraíso Perdido de Milton

Hasta aquí el texto posible para un diccionario.

No obstante, podría intentar una versión alternativa que dijese…

Ángel: masculino, singular. Dícese de un supuesto ser espiritual que actúa como mensajero de la divinidad según algunas religiones.

lunes, febrero 18, 2008

Evangelios apócrifos





Apócrifo significa secreto o misterioso, no falso.

Dado que estos escritos se presentaban como rivales o complementos de los evangelios que las iglesias cristianas reconocieron como normativos (canónicos) el término pasó a tener características peyorativas.


Un escrito apócrifo es, entonces, un documento no reconocido, extraoficial, definición de raíz teológica que poco tiene que decirnos sobre la historicidad del texto.

En teoría una obra apócrifa puede contener datos histórico fiables en tanto que una canónica, o aceptada, puede suministrarnos informaciones falsas o incorrectas... y viceversa, por supuesto.

Esto último es aceptado incluso por estudiosos cristianos quienes no tienen empacho en recurrir a informaciones de algunos apócrifos para reconstruir datos, hechos y costumbres de la iglesia primitiva o del mismo Jesús y su movimiento; en este contexto se suele distinguir muy bien entre lo que significa canónico, a saber; una obra cuyas afirmaciones, inspiradas por la divinidad, son fundamento del dogma y lo que implica historicidad.

Un esquema, con el que la mayor parte de los estudiosos estaría de acuerdo, de la relaciones entre los evangelios llamados "canónicos"

Existen textos apócrifos de todos los géneros literarios de la Biblia.

Hay Génesis apócrifos y Salmos apócrifos, hay libros históricos y textos apocalípticos, profecías y relatos breves tanto de origen judío como cristiano.

Aún más, ciertos libros del Antiguo Testamento como Judit o Macabeos son considerados canónicos por la Iglesia Católica y Ortodoxa, mientras que el común sentir de los rabinos (que lo decidieron en Jammia en la década del 80 del primer siglo) los considera apócrifos, seguidos en esta tesitura por los protestantes.

En cuanto a los evangelios apócrifos podemos clasificarlos en cuatro grandes grupos atendiendo a su tendencia.

El Jesús de Franco Zefirelli ¿podría entrar en la categoría de
Evangelio Apócrifo Complementario?

  1. Evangelios Paralelos; son aquellos que fueron escritos por la misma época de los cuatro que resultaron "canónicos" pero que, por diferentes motivos, no fueron aceptados por el consenso, y luego coerción, de las comunidades cristianas de los siglos III y IV. El evangelio de los Hebreos, el de los Egipcios o el de Pedro (con dudas) son parte de este grupo; ninguno se conserva completo, sino sólo en fragmentos, en parte por el abandono de su uso, a veces limitado a un área geográfica o a una determinada comunidad, en parte por haber sido destruidos por las autoridades episcopales locales.
    El Evangelio de los Hebreos, perdido, parece ser una versión aramea del Evangelio según Mateo.
  2. Evangelios Rivales; se trata de los que intentaron suplantar a alguno de los canónicos, casi siempre presentando un sesgo ideológico opuesto a lo que resultó ser la ortodoxia triunfante (ortodoxia y heterodoxia definidas por móviles sociopolíticos muy complejos para ser resumidos aquí). La iglesia (iglesias) primitiva distaba de ser una isla de fraternidad y mansedumbre, las polémicas eran frecuentes y si bien algunas tendencias rivales lograron convivir (por ejemplo los juaninos y los paulinos) otras fueron fuertemente combatidas. El Evangelio de Judas, el de María o las Tradiciones de Matías forman parte de este grupo. De estos textos también subsisten sobre todo fragmentos, pero hallazgos recientes han permitido encontrar (En Egipto, en Nag Hammadi sobre todo) manuscritos completos y en razonable estado de conservación.
    Los códices originales de Nag Hammadi, restos de una biblioteca cristiana (gnóstica?) del siglo IV.
  3. Evangelios Gnósticos; incluyo aquí a todos aquellos cuya finalidad era constituirse en escritura sagrada de las comunidades o iglesias gnósticas que competían con las demás iglesias desde una postura teológica radicalmente diferente a la establecida. El gnosticismo, movimiento teológico y filosófico de alto vuelo, puede ser considerado un verdadero cristianismo disidente con creencias y actitudes completamente distintas a las de cualquiera de las demás comunidades, con posiciones opuestas en temas medulares como la resurrección de Cristo, el martirio, la organización eclesiástica y la cosmogonía . El libro de Elaine Pagels de este mismo nombre (Los Evangelios Apócrifos, Barcelona, Grijalbo, 1982) es un excelente resumen de estos escritos y su trasfondo. El evangelio de Felipe, el de Valentín o el Apócrifo de Juan son parte de esta rica herencia que, también en Nag Hammadi, ha sido descubierta en la mitad del siglo pasado.
    Una colección de gemas y grabados con la imagen de Abraxas, símbolo gnóstico.
  4. Evangelios Complementarios; su principal objetivo es completar a los evangelios canónicos (en menor medida otros textos) con datos tradicionales o inventados a fin de satisfacer la curiosidad de los cristianos de tiempos posteriores. Son, a su modo, novelizaciones de la vida de Jesús y sus familiares, llenos de datos pintorescos, refundiciones de leyendas anteriores y un amplio uso del elemento milagroso. Sería, con todo, un error creerlos completamente ingenuos, están al servicio de la polémica interna y hacen un amplio uso de claves simbólicas, algunas de gran belleza. Si bien sufrieron la censura de las comunidades cristianas locales, terminaron reconciliándose con la naciente jerarquía quien adoptó como válidas muchas de sus afirmaciones y tradiciones. A lo largo de los siglos fueron traducidos, ampliados y refundidos llegando hasta el presente como parte del imaginario cristiano. El (mal) llamado Protoevangelio de Santiago, el Evangelio Árabe de la Infancia o la Historia de José, el Carpintero se cuentan en este grupo que, recientemente, viene siendo estudiado con provecho para conocer el medio social e ideológico de los cristianos primitivos.

El Protoevangelio de Santiago recoge la historia de la presentación de María en el Templo y nos revela el nombre de sus padres: Joaquín y Ana.


Esta clasificación, de mi cosecha, es por supuesto algo rígida y sin duda textos hay que puedan ser incluidos en los diferentes grupos, o en todos, según qué elemento de los mismos se privilegie.

Fuera de la serie coloco dos obras únicas, preexistentes a todos los demás evangelios, que resultan las más interesantes de la literatura cristiana primitiva.

Me refiero al

  • Evangelio de Tomás (no confundir con el Evangelio de la Infancia de Tomás, parte del grupo 4) hallado en Nag Hammadi y que, más allá de las ampliaciones posteriores, representa un estado anterior de la tradición, sin materia narrativa y con cortas sentencias aparentemente (sólo aparentemente) inconexas.
Tomás, el Mellizo, mi apóstol favorito... por eso de "ver y tocar para creer"

  • Evangelio Q (del alemán Quelle = Fuente), texto hipotético pero altamente probable, incrustado en los evangelios de Mateo y de Lucas similar en su disposición al de Tomás que ha podido ser reconstruido en las últimas décadas. Ambos requieren una especial atención y, cuando haya tiempo o ganas, me explayaré al respecto abusando de vuestra tolerancia.
El término Q, para designar un hipotético evangelio, proviene de la palabra alemana para Fuente...

Un tema aparte, también para otra ocasión, es la historicidad de estos textos y su validez a la hora de reconstruir la vida del Jesús histórico, pero para esta tarea no es pertinente, como dije, la distinción entre apócrifos y canónicos.

Judas, aquí en una representación barroca, y su "evangelio". Pese a la polémica no se trata de un testimonio de primera mano del "traidor" sino de la interpretación de su accionar por parte de la comunidad de los "ofitas" para quienes el mal era parte del plan divino.

Espero, amigas y amigas, no haberlos aburrido pero si es así, siempre queda el recurso a la papelera de reciclaje, ¿verdad?



Muchos textos apócrifos se demoran describiendo lugares "poco existentes" como el Infierno.

sábado, febrero 16, 2008

La Biblia,; ¿dice la verdad?




Un viejo slogan, casi publicitario, decía allá por los años 30 del pasado siglo: "La Biblia tenía razón".


Lo acuñó, por lo que sé, Werner Keller y era, como todos los lemas, mitad verdad, mitad mentira.

Werner Keller publicó este libro cuya última edición es de los años '50 del siglo pasado. Se sigue, empero, vendiendo para aprendices de apologistas.

El libro de Keller, bellamente escrito y mejor ilustrado, sobre todo los mapas, demostraba y fallaba en demostrar su tesis.

La Biblia tenía "razón" en lo que se refería a ciertos contextos históricos.

Abraham, por ejemplo, podía ser fácilmente ubicable en el Cercano Oriente en un rango amplio de fechas que abarcaba casi todo el Segundo Milenio a.C.

Abraham, no importa tanto su inexistencia, como lo que su figura representa...

El culto lunar en Harrán, su lugar de origen, estaba atestiguado para el siglo XIV a.C., las costumbres comerciales reflejadas en el relato de Macpelá poseían paralelos en la Anatolia del siglo XVIII a.C. y el derecho hereditario se confirmaba por las tablillas de Nuzi del siglo XV a.C. Las pruebas parecen, sobre todo a distancias milenarias, concluyentes. Es, claro, una ilusión. Sería como decir que Sherlock Holmes existió porque Conan Doyle menciona hechos, costumbres y lugares reales de la Inglaterra victoriana.

Se le sigue pidiendo a la arqueología, actualmente sotto voce, que "compruebe la verdad de la Biblia"

Sin embargo, ninguno de estos hallazgos prueba la real existencia de los Patriarcas o, incluso, de los primeros Reyes de Israel; se trata de lo que en el derecho se denominan "pruebas circunstanciales", fuerte indicio de verosimilitud, pero nada más. Y me apresuro a añadir que está bien que así sea, pues lo que interesa a la Humanidad de la Biblia no es sino su mensaje, su peculiar manera de re interpretar la Historia y su belleza intrínseca... no la grosera factualidad que lleva a subir el Ararat para hallar el Arca de Noé.

El sueño de los fundamentalistas...

Los libros que componen la Biblia son como una biblioteca, han sido reunidos (por los rabinos en Jammia, por los presbíteros cristianos en diversos concilios, por el pueblo creyente) con una idea central, de ahí sus coincidencias, pero conservando su heterogeneidad; en esa biblioteca hay diversos géneros y es un error, un grosero error, leer un leyenda como si de una crónica se tratase.

Si voy a la Bilioteca Nacional y escojo El Aleph de Borges, El nombre de la Rosa, de Eco, El curso de lingüística general de Saussure, La riqueza de las naciones de Smith y la Historia Argentina de Levene, tendré cuidado al leer de no creer que Adso de Melk fue realmente un monje del siglo XIV, de saber que el Aleph borgiano funciona como una metáfora de la inabarcable totalidad, que la aridez de Saussure tiene que ver con su interés enrenovar una rama de la ciencia, que Smith refleja los intereses de una burguesía naciente y que Levene intenta escribir una historia nacional que justifique la realidad de la Argentina en esos años...

Cada texto tiene su género y su autor, y sería erróneo, sería tonto además, confundirlos.

Mutatis mutandi es lo que pasa con la Biblia.

No es lo mismo el Génesis que los Libros de Samuel, el Cantar de los Cantares que el Evangelio de Juan, Isaías que el Apocalipsis.

En el primer libro de la Torah, por ejemplo, se recogen leyendas con una finalidad interpretativa de la historia y la geografía, con intenciones didácticas y de crítica social, en los libros de Samuel se asiste, casi en vivo, a la historia en proceso de construcción, llegando a su culmen en esa joya de relato que es la Historia de la Sucesión de David (2Samuel capítulos 11 al 19).

El Cantar refleja la alegría de vivir el encuentro erótico sin referencias explícitas a la divinidad, pero con un dejo de trascendencia que subyuga. Juan, o quien fuera, completa y corrige los evangelios anteriores en su afán de mostrar el rostro oculto de ese hombre que, cree, es más que el Mesías.

Isaías hace política durante el reinado de Ezequías y el Apocalipsis trama sueños subversivos contra el estado romano.

Excelente fotografía, buena actuación, notable reconstrucción histórica... todo reunido crea la ilusión de que "fue así como pasó" y sin embargo ¡cuánto de "interpretación" hay en los evangelios!

La Biblia ¿tiene razón entonces?

Ante esta pregunta no hay una respuesta precisa.

Sí y no, deberíamos decir.

Hoy conocemos mejor el ambiente histórico de esos tiempos (que abarcan casi 2000 años recuérdese) y podemos notar mejor las discrepancias y los grandes lapsos cronológicos de lo que lo hizo Keller en su momento.

Sabemos que no hay evidencia arqueológica de la mayor parte de los relatos bíblicos y existen autores serios, incluso, que proponen poner entre signos de interrogación la existencia misma de David y Salomón.

El arqueólogo Israel Finkelstein, sus hallazgos ponen en evidencia los anacronismos de los relatos históricos de la Biblia... y está bien que así sea. La Biblia no es un libro de Historia (y ciertamente tampoco un manual divino)

Sabemos también que muchas veces la evidencia ha sido manipulada (durante largo tiempo fueron organizaciones religiosas las que financiaban las expediciones) o al menos forzada a encajar (el caso de Jericó) con el relato bíblico.

Por otra parte no ignoramos que existen hechos que no dejan "huellas" (y no me refiero sólo a los milagros...) en el registro histórico y uno debe proceder a reconstruirlos por deducción, sin rechazar la evidencia bíblica, pero tampoco sin aceptarla a ciegas.

Por último nada pierde, antes creo que gana, la lectura de este libro; más allá de creencias religiosas, si uno deja de lado la exactitud de los hechos y se concentra en la verdad más profunda de sus palabras.

La verdad está más allá del fenómeno y más acá de la exégesis.

viernes, febrero 15, 2008

¿Cuántas personas escribieron la Biblia?



La versión alemana de la Biblia, traducida por Martín Lutero



Estimados y apreciadas lectores/as

La del acápite es una de esas preguntas típicamente bizantinas, como la de ¿cuántos ángeles caben en la cabeza de un alfiler? o ¿dios puede querer aún lo que no quiere?, una de esas que hacen que mentes que mejor estarían ocupadas en alguna actividad útil se refugien en sombrías y húmedas celdas para, en el ocio, meditar sobre el vicio de la inanidad...

Ahora, después de este ex abrupto en el estilo de Ambrose Bierce, me dedico a hacer la cuenta que responde a esta pregunta junto contigo, amable lector y a vuestro lado gentil lectora...


¿Cuántos fueron?

Los primeros cinco libros de la Biblia, en el mal llamado Antiguo Testamento, son obra de Moisés, y fueron puestos por escrito cerca del año 1513 o 1250 antes de la era cristiana, o al menos eso dice la tradición.

Ícono copto de Moisés, destacando su origen africano... Muy pocas de sus palabras originales, si es que las hubo, subsisten en la Biblia actual.



Por supuesto esto no es así de ninguna manera.

Al menos cuatro manos redactaron el Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio.

Uno era un funcionario del reino de David (o quizás una dama de la corte como dice Harold Bloom quien, cum grano salis, la identifica con Betsabé, ya saben la de Urías…) aunque Finkelstein lo sitúa en los tiempos posteriores a Ezequías.

A este autor, o autora, le decimos Yavista y a su obra el documento J (de Yavista... en alemán).


Betsabé, esposa de Urías; ¿autora del Documento J?

El otro, conocido como el Elohísta, era un norteño de los tiempos finales del Reino de Israel que, en polémica con los escritores judaítas, reivindicaba los valores de su propia gente.

En tercer lugar tenemos al Deuteronomista, un tipo relacionado con los ambientes proféticos de Jerusalén en los tiempos del buen rey Josías (el mismo que pasó a filo de espada a los sacerdotes que no adoraban a Dios como él creía que debía ser) y que tenía a su cargo el Ministerio de Información (propaganda) del Reino de Judá allá por el año600 a.C.

Por último un cura, es decir un Sacerdote de la supuesta familia de Aarón (en realidad de Sadoc, pero eso es otra historia), redactó las partes finales de la Torah en tiempos del destierro a Babilonia, antes o después.

Si le añadimos al Redactor que zurció los fragmentos, encontramos a cinco personas implicadas en la escritura de los cinco primeros libros de la Biblia. Eso sin contar los textos previos que se citan a veces, como el Libro de las Guerras de Yavé o poemas anónimos intercalados en el texto.

El libro de Josué fue escrito por Josué, en torno al 1450 o 1225 a.C. Aunque por supuesto esto tampoco es cierto y ya los primeros cristianos aventuraron otras hipótesis al respecto. Actualmente se buscan en Josué rastros de las mismas fuentes de la Torah, Yavista y demás, y lo cierto es que también aquí tenemos más de un par de manos que intervinieron en la redacción.

El libro de los Jueces es obra de Samuel, como no, hacia el año 1100 a. C. Lo mismo que el libro de Rut, esa pequeña joyita literaria.

En realidad se trata de una amplia serie de leyendas, la mayor parte etiológicas, agrupadas en un solo texto por un autor relacionado con el movimiento Deuteronomista de Josías y Jeremías.

En cuanto a Rut, en modo alguno una historia, sino una suerte de novela romántica, es varios siglos posterior, del período de dominio persa o quizás después, y representa una de las pocas voces polémicas contra los estrechos criterios de pureza de Esdras y Nehemías.

Seguramente es obra de un hacendado de la montaña de Judá, relacionado con la aristocracia local, dispuesto a la asimilación con las culturas vecinas, sin por ello renegar de su tradición, y con un muy buen conocimiento de la lengua hebrea.




Edición hebrea de la Tanaj, es decir, la Biblia

La cuenta, parcial, es:

Según la tradición, los ocho libros mencionados son obra de tres autores (Moisés, Josué y Samuel) que vivieron entre el siglo XVI y el XII antes de Cristo.

Según la investigación histórica, los libros de marras provienen de cinco u ocho escritores diferentes (Yavista, Elohista, Deuteronomista, Sacerdote, Redactor, Compilador 1 de los relatos de Jueces, Deuteronomista de Jueces, Aristócrata autor de Rut) que trabajaron entre el siglo X y el IV antes de nuestra Era.

Estimada lectora, sagaz lector, tú eliges que versión te cuadra más.

Y basta por ahora.