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viernes, febrero 15, 2008

Caricias




¿Por qué escribir acerca del sexo y del erotismo?

¿Por qué en esta Red mundial saturada, al parecer, de sexualidad publico estos comentarios?

La primer respuesta que me viene a la mente es: “Porque realmente me gusta el sexo”, porque la sexualidad es una de las más completas vías de comunicación entre las personas, porque, en fin, sólo los seres humanos podemos hacer del sexo una experiencia plena.

Cuando lo pienso un poco más, confieso, descubro a mi alrededor a mucha gente que vive el sexo como una carga, o como una compulsión a la que no puede escapar, incluso como un misterio que les atrae pero a la vez les provoca temor.

Y lo es, es un misterio cotidiano que damos por sentado sin detenernos a considerar la maravilla que encierra.

Por eso quiero demorarme en la sexualidad, en los caminos que llevan a ella.

Un cuerpo desnudo, imagínalo, el de tu amado, el de tu amada.

Mira su piel.

Mira tu propia piel.

Allí comienza el sendero.

Poca atención le prestamos a la piel.

Es evidente, está allí y nos protege del mundo exterior. Cuando más, cuidamos su apariencia o nos preocupamos por algún defecto visible. Y, sin embargo, la piel es nuestro más extenso órgano sexual, la vía de comunicación entre nuestra más profunda intimidad y aquella o aquel que nos ama.

La piel es contacto es el contacto lo que nos hace personas.

Si quieres ciencias, puedes decir que los estudios de etología demuestran que las caricias, los masajes y hasta el mero roce son indispensables para la supervivencia en numerosas especies animales; humanos incluidos.

Lo cierto es que en el mundo moderno, preocupado por la asepsia y los límites, hemos olvidado todo cuanto nuestros ancestros sabían acerca del poder de las caricias.

Un roce puede ser el camino más directo hacia la comunicación, hacia la pasión y, en definitiva, hacia el goce.

Redescubramos, ahora, el valor de la piel, del tacto, de las caricias.

El contacto es como una exploración, avanzas en un terreno a medias conocido, pídele a él, dile a ella que te describa sus sensaciones, cuéntale las tuyas, no temas decir cuánto te fascina ser rozado… ¡justo en ese preciso lugar!

Cierra los ojos.

Déjate llevar y siente como sus dedos te acarician. Al eludir todo contacto visual no sólo evitarás la distracción, también las sensaciones se harán más intensas.

Recuerda que no son las manos las únicas que pueden estremecer la piel de tu pareja: los labios, la lengua y hasta el cabello son parte del juego; invítalos a participar.

Nuestra infancia, nuestras experiencias, nuestras fantasías, tienen mucho que ver con los puntos de mayor excitación. Recuerda, evoca, revive…

Con todo, en la mayor parte de los seres humanos los lóbulos de las orejas, el cuello y los labios son especialmente receptivos.

Nunca olvides que los pies y la cara interna de los muslos ansían, desean, anhelan casi con dolor ser rozados. Bébete los dedos de sus pies, rasga con tus uñas la entrepierna, busca los muslos.

El último lugar es para los genitales, no lo veas como un complemento, amarlos puede ser una experiencia sublime.

Y ahora piensa:

¿dónde te gusta más ser acariciada?

¿dónde gozas con mayor intensidad al ser acariciado?

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