Una amiga, virtual no la conozco en persona, me comentó que pensaba borrarse del Facebook, sitio de encuentros en Internet, al que ambos pertenecemos.
Su decisión, que respeto y me ha rondado también algunas veces (ahora estoy en Facebook más que nada para que mi hijo juegue con no sé qué mascota virtual) me inspiró algunos comentarios que quisiera compartir con ustedes.
Lo hice en forma de carta, el viejo género recuperado por el moderno E mail, y dice lo que sigue:
Creo, siempre he creído, que las decisiones personales son algo que nadie puede impedir, torcer o pretender modificar (en tanto, claro, no afecten a los demás, que no es el caso) y como corolario encuentro insoportablemente molestas a las personas que quieren obligarnos o persuadirnos para que adoptemos su propio curso de acción. Desde el que te insiste a sol y a sombra para que pruebes esa rica comida, que te repugna, hasta quien cae un domingo a la hora de la siesta para que seas testigo de no sé que dios...
Digo esto porque saludo tu intención de dejar de participar en Facebook y en modo alguno me propongo, con lo que sigue, sugerir que cambies tu propósito.
Sin embargo me parece que ingresaste en ese sitio virtual con expectativas que no eran las más acordes.
Quiero decir, si vas al carnaval de Gualeguaychú, por un acaso, no sería esperable que en ese ámbito puedas discutir de filosofía neoplatónica, puede pasar, claro está (conozco gente que terminó una noche de hotel debatiendo sobre filología, pero bueno...) no es razonable, empero, contar con ello.
Primer punto, pues, Facebook es un lugar para conocer o reencontrar gente, yo ubiqué toda una rama de mi familia, un sitio de juegos frívolos, una distracción sin mayor compromiso.
No pretende ser otra cosa y, opinión enteramente personal, está muy bien que lo sea.
Existen, sí, algunos que sugieren adhesiones a diversas causas, en un estilo muy básico de "miren cuantos somos", pero aún así eso es parte de la diversión, no implica un compromiso serio, ni una acción positiva, a lo sumo permite que gente que, como mi hija adolescente, hace su propio camino, encuentre referencias a hechos, personajes u opiniones controvertibles, imitables, repudiables o curiosas... de ahí en más pueden surgir grandes cosas (grandes en el sentido de trascendentes para uno mismo) o acabar en nada. y dejame decirte que es un modo tan bueno como cualquier otro. Los de mi generación íbamos a las peñas para levantar “minitas”, pero a la larga algunos se terminaban comprometiendo con activismos sociales o políticos...
Todo este asunto de los fines y los medios me recuerda lo que pasó, hace algún tiempo, cuando el viejo Solón se encontró con Tespis, el creador del teatro griego:
- ¿No te da vergüenza, Tespis- preguntó el legislador ateniense- decir mentiras tan grandes?
Se refería, claro está, a las tragedias de éste.
- No tiene importancia- le respondió el autor- todo es una farsa.
Solón se enojó: - ¡Por los dioses!- dijo- si seguimos con esto del teatro no habrá seriedad en la vida...
Con el tiempo, como sabemos, el teatro se convirtió en una especie de segunda conciencia de la Humanidad sin dejar de ser, a la vez y en sus productos más logrados, un entretenimiento.
No pretendo tanto para Facebook, pero sí para la red.
Segundo punto. La historia de Internet es un poquitillo más compleja de lo que vos planteás.
Es cierto que surgió de investigaciones militares, pero también es verdad que las Universidades tuvieron mucho que ver en ella, y hoy por hoy es la gran ágora (hoy estoy filohelénico parece) de esta gran polis en que se está convirtiendo nuestro mundo.
Un ágora donde se combate, al fin y al cabo la stasis fue parte siempre de la polis, donde se dirimen supremacías, predominios, agendas para el futuro y también, como buen ágora, donde se chalanea, se vende, se cotillea, se fisgonea y se habla más de la cuenta... somos humanos ¿qué esperaban?
No me hago cruces por la porquería que circula por la red, al fin y al cabo ¿quien no ha echado un vistazo a esa página de ch…?
Tampoco me ilusiono con una eclosión maravillosa de libertad, pero, confieso, soy muy optimista acerca del futuro de la Internet, optimista y cauto, claro, porque en el fondo estoy muy esperanzado con respecto a ese ser prodigoso que evoca Sófocles; el Humano.
Como buen marxista, además; ¿cómo no estar fascinado por el desarrollo tecnológico?. No digo, fíjate bien, deslumbrado, pero sí admirado de la inventiva de nuestra raza humana.
Vamos hacia un futuro mejor, y ayudaremos a construirlo, no sólo con grandes hechos, sino con grandes ideas y con anónimos guijarros.
La tontería de Internet, que tanto parece preocuparte, es también parte de esos nuevos códigos que estamos gestando, balbuceantes, torpes, atrabiliarios, pero profundamente libres y preñados de futuro.
Tercer punto. Te preocupás demasiado y, permíteme decírtelo por la breve pero creo que sincera amistad que nos vincula, te quejás mucho.
Vamos, amiga, que hay que mirar un poco alrededor para ver que:
a. este país en el que nos ha tocado vivir no es mejor ni peor que otros.
b. puestas las cosas en perspectiva las buenas superan a las malas (y te lo dice alguien que no tiene donde caerse muerto)
c. la mayor parte de la gente es confiable, pero de eso no se sigue que deje entrar a la mayoría de la gente a mi casa, puede que justo ese tipo, de sonrisa tan afable, sea un redomado pillo.
d. nuestros padres, abuelos y demás ancestros se quejaban, tan atrás como el Australopitecus, de lo malo que era el tiempo presente y lo buenas que fueron las edades anteriores... es un mito muy común y, como tal, casi completamente falso.
e. la TV es una basura, mucha de la Radio (sobre todo Radio 10) es también una basura... pero esto fue siempre así. Cuando uno, como es mi caso, lee un poco de historia encuentra comentarios similares sobre los medios de comunicación de todas las edades.
El teatro isabelino, el que nos dio a Shakespeare, era morboso, chabacano y grosero, lo mismo una gran parte de la literatura popular del Renacimiento.
Las obras maestras son siempre una minoría y no pocas veces lo que deviene en clásico fue considerado de mal gusto por sus contemporáneos.
¡Vamos que el propio teatro griego (¡perdón, otra vez!) se parecía más a la popular de Rosario Central que al Colón!
Había que aguantarse las ocho o nueve horas en el Odeón, con el calor de las dionisíacas y el aliento a borracho de muchos de los asistentes (recordá que Dioniso era dios del vino), la acústica deficiente, el olor del pescado y los insultos del público. Dos mil años después, en el Globo, las cosas no eran muy diferentes...
f. y último, tienes todo el derecho a tus gustos, pero ¿por qué no te permites dudar un poco de tus juicios tan apodícticos?
Amiga, todo esto, no implica ¡por Hércules!, una crítica hacia tu persona, ni siquiera un cuestionamiento de tus puntos de vista.
Lo que pretendí con este extenso mail que abusa de los adverbios, era acercarte algunas reflexiones que rondan mi espíritu cuando escucho, leo o veo a tantísima gente quejarse del mundo que nos rodea.
No soy Pangloss y no creo que este sea el mejor de los mundos posibles, pero estoy seguro de que, por cierto, no es tampoco el peor.
Hasta pronto
Con afecto sincero
Gustavo
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