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viernes, enero 24, 2014

Historietas de tres ciudades. 2 Venecia

Si Roma es como una sabia abuela que aprendió a mandar sin imponerse y logra sus propósitos apelando a su historia, Venecia es como otra adorable viejecita que, en su sosiego, no disimula una juventud frívola y casquivana. Y cada tanto renace la cortesana que fue, escondida pero no acallada, en los vacíos sotoportegos a la orilla de los canales.

Hay que recorrerla por la mañana, en un día gris o en otro de sol (y parecerán diferentes ciudades), alejándose de las manadas de turistas, perdiéndose en calles estrechas hasta lo increíble, para desembocar, después de un puente, en una inesperada piazza flanqueda por una iglesia barroca, por tiendas repletas de máscaras, delirio para mi compañera, ocasión de injustos reproches: “¡Otra vez te vas a parar!”, maravilla para los ojos de ambos, por aljibes centenarios y por un silencio particular que rumia historias de amantes enmascarados, de puñales afilados, de un cuerpo cayendo al canal, un chapoteo y el rival ha desaparecido, de embajadores embaucados y de Montresor tramando su venganza con la excusa de un barril de amontillado...

Depués uno sale al Gran Canal, gigantesca S que atraviesa Venecia de punta a punta, a la Piazza San Marco, a la Dogana y se encuentra con viajeros de todo el mundo y de la más variada condición. La damisela de Jordania; rubia oxigenada, maquillaje estridente y vertiginosos tacos, la mendiga eslava con el pañuelo en la cabeza que recuerda a un personaje de Chéjov, el nuevo rico ruso, los españoles zezeando el inglés de turista, algún argentino que se revela en el: “mirá esto, che”, los alemanes, sonrientes y satisfechos, con su medido entusiasmo y, claro, los interminables japoneses, ahora también chinos, fotografiando obsesivamente cuanto monumento caiga en el objetivo de sus sofisticadas cámaras.



Todas las grandes marcas en las calles del sestiere San Marco(Venecia se divide en seis barrios, evocados en el ferro de las góndolas), recovecos impensados donde degustar, al paso, una pizza por dos euros, ningún auto, moto o incluso bicicleta que turbe el paseo, las góndolas turísticas, carísimas, las lanchas taxis o los vaporettos, que ya no son tales sino motonaves, por el Gran Canal, las góndolas, que pocos turistas conocen (gracias B.B.) que cruzan el mismo en dos minutos por apenas un euro y centavos, las gaviotas, enormes, a orillas del mar y el león alado del apóstol Marcos mirándolo todo, no sé si amenazante o cómplice, desde su elevada columna.

1 comentario:

David dijo...

Venecia es una de mis ciudades favoritas y por eso disfruto de llegar allí y conocer toda la ciudad. Sin embargo este año he decidido comprar Pasajes al Salvador para quedarme en la playa