El término imperio se presta, en la actualidad, a confusiones pues designa tanto el poder de un estado sobre territorios obtendios por invasión, conquista o colonización, y en ese sentido podemos hablar del Imperio Español, del Imperio Británico y hasta del Imperio (Norte) Americano, como una forma de gobierno en la cual existe un soberano; el emperador, análogo a un monarca pero investido por una aureola de poder y sacralidad mayores, así el Imperio Alemán (Reich), Turco, Ruso o Chino (el efímero Imperio Centroafricano de Bokassa o el de melodrama de Maximiliano no entran en la cuenta) herederos, los tres primeros, de la tradición romana; una tradición con mucha historia tras de sí desde la lejana Farsalia aquí mentada.
Existe, empero, una tercera acepción que es, de algún modo, la más legítima si entendemos por tal la correspondencia con la etimología. Imperio proviene de Imperium, el término latino para designar el poder militar. En efecto, el concepto de imperium procede de la tradición religiosa etrusca y designaba la potestad de un jefe (o varios) del ejército para mandar a sus tropas, por extensión también el de un dictador (otro término que sólo guarda remota semajanza con el actual) para ejercer el poder sobre la población de la ciudad... no olvidemos que no existe una clara distinción entre ambas; el ejército es el pueblo en armas.
En la Roma monárquica, hasta donde sabemos, y en los tiempos "clásicos" de la República el imperium es el derecho a mandar y la ejecución efectiva de ese derecho legal. Tanto los cónsules como los pretores (magistrados judiciales) poseían el imperium; disquisiciones posteriores diferenciaban entre al imperium domi (de la urbe) y el imperium militae (obvio ¿no?) que se ejercía siempre fuera de Roma.
Esta distinción se difumina en los tiempos posteriores. En los años finales de la República (que nunca cayó, siempre estuvo "suspendida" legalmente) se distingue entre el imperium consular y el imperium proconsular, el primero propio de los cónsules de Roma, el segundo de los gobernadores de provincias, en teoría delegados de aquellos.
Uno de los principales estudiosos del tema A. H. M. Jones define al imperium como: "the power vested by the state in a person to do what he considers to be in the best interests of the state." (el poder investido por el Estado en una persona para hacer lo que juzgue redunde en el óptimo interés del Estado, traduzco con cierta libertad).
Farsalia (cerca de Tebas, Grecia, 9 de agosto de 48 a.C.) fue la batalla que enfrentó (como diría Goscinny) a la legión romana maniobrando contra la legión romana...
Se libraba la guerra entre los populares de César y los optimates de Pompeyo (sería un error ver en ellos partidos, más bien se trata de facciones) que dirimiría como la República, que dominaba el mundo mediterráneo (es decir era ya un verdadero Imperio en la primera acepción) enfrentaría mejor el desafío de gobernar casi toda la ecúmene y mantener la estabilidad de las clases dominantes de ese mundo pequeño, pero enorme en su propia visión, pues los europeos siempre imaginaron que su pequeño continente era más grande de lo que realmente es.
Pompeyo, decía César en sus Comentarios sobre la Guerra Civil, tenía 117 cohortes, lo que representa 66.000 soldados, amén de 7000 jinetes. Julio, por su parte, contaba con 33.000 hombres, en 87 cohortes y una reducida caballería de 1000 guerreros galos y germanos (eduos los primeros, ubios los segundos) con una reducida escolta hispana para el jefe.
Frente a frente ambos ejércitos apoyan un flanco en un arroyuelo y atacan denodadamente el otro con la caballería a fin de forzar el resultado de la batalla en una sola maniobra. Pompeyo, carente de ideas, pretende vencer por la fuerza del número, César, genial nos dicen los historiadores militares (militaristas claro está) se da cuenta de esta maniobra y planea derrotar a la caballería en un súbito contraataque que le permita ser el agresor por el otro flanco.
Julio refuerza, pues, su caballería con seis cohortes en línea oblicua (manteniendo otras en reserva) lo que debilita el centro... pero César confía en sus veteranos. Al superar las líneas cesarianas, los de Pompeyo se encuentran bajo el inesperado ataque de las seis cohortes reforzadas ahora por la caballería de César, que había efectuado una retirada táctica al comenzar la batalla, y se dan a la fuga. La reserva de César, entonces, se desplaza al centro y los pompeyanos quedan entre el yunque y el martillo. El flanco derecho se desbanda, huye Pompeyo y termina, tras dos horas y, según César apenas 200 muertos, entre ellos el querido centurión Caio Crastino, la batalla de Farsalia un triunfo del uso de las reservas y la sabia combinación de las tres armas de la época caballería, infantería ligera e infantería pesada... Un análisis táctico de esta batalla en el magnífico sitio de José Antonio Lago: http://www.historialago.com/leg_01250_tactica_farsalia_01.htm
Farsalia fue, en una perspectiva más amplia, el comienzo del fin de la República, incapaz con sus viejas estructuras de controlar el mundo mediterráneo. César sería, hasta los idus de Marzo, el árbitro supremo de Roma, ciudad, que a su vez detenta una hegemonía indiscutida entre las Columnas de Hércules y el Eúfrates y entre el frío Canal Británico y las riberas del Nilo. Como comandante en jefe César posee ambos imperios, consular y proconsular, en una postura poco ortodoxa constitucionalmente pero en modo alguno completamente ilegal. La monarquía existe nuevamente, de hecho, pero no de derecho y la gran pregunta del Senado y el Pueblo de Roma es ¿César intentará resucitar el abominable título de Rex?
Si lo intentó, parafraseando al Marco Antonio de Shakespeare, fue un grave error, y lo pagó con su vida.
Después de una nueva guerra civil, entre los asesinos de César que postulaban el resurgimiento de una República ya muerta, y los cesarianos que, sin ideas constitucionales claras entendían (de esa manera pragmática que británicos y yanquis heredarán de Roma) mejor que ellos como gobernar el mundo romano surgen los primeros esbozos del régimen que, en la última lucha, Octavio, mediocre general pero político infinitamente más hábil que Antonio, instaurará (con la ayuda inestimable de Agripa y Mecenas entre otros... sin olvidar a Livia, claro para los próximos tres siglos.
La república no es abolida; se la suspende temporalmente y Octavio, pronto hará que lo hagan llamar Augusto, asume entre otras magistraturas utriusque imperii, posteriormente los juristas lo llamarán imperium maius. El imperio romano, que ya existía como dominio de la Urbe sobre el Orbe, se convierte en todo, menos el nombre, en una monarquía análoga a las creadas por los sucesores de Alejandro pero con formas republicanas a la cual los historiadores, gente que perece por las etiquetas, ha llamado principado. En efecto, Augusto no es sino el princeps civitatem, el primer (principal) ciudadano; Imperator en cuanto ejerce el mando militar, proclamado como tal después de algunas campañas victoriosas (como lo son, por otra parte, muchos generales vencedores) pero no como gobernante "mundial". Sin embargo será este titulo el que evolucionará, a través del Dominado (la forma de gobierno que se impuso tras la crisis del siglo III) y de Bizancio, en el concepto moderno de monarca supremo. Los griegos, que lo perciben antes que los romanos deslumbrados por el formulismo, serán sutiles y sagaces al traducirlo como Autocrator.
Farsalia, pues, fue el comienzo del Imperio (si estas cosas tienen tan claro el origen) en cuanto poder monárquico, pero sólo una etapa más del imperio de Roma sobre su "pequeño" mundo.
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