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miércoles, febrero 11, 2009

El código Darwin


Un naturalista alrededor del mundo.

Se llamaba Charles y mañana cumpliría doscientos años, pues nació el 12 de febrero de 1809, poco más de un año antes que nuestro país, el cual visitó allá por el año 1832, cuando era un joven veinteañero.
Si quisiéramos resumir su obra en cifras, una manera tan buena como cualquier otra, diríamos que es autor de unos treinta libros, sin contar otras publicaciones menores, o que recorrió más de sesenta mil kilómetros durante su viaje de cinco años (como la Enterprise) alrededor del mundo.
Partió como un joven graduado, a bordo del HMS Beagle que, entre otros fines hacía el inventario del potencial imperio británico, y regresó como algo más que un naturalista. Un científico.

Evolución; hecho y teoría.
Que los seres vivos evolucionan unos de otros es un hecho, basta ser un poco observador para comprobarlo; las similitudes en ciertos rasgos de plantas y animales, los procesos de reproducción, y gestación en el caso de los mamíferos, el examen de los órganos y el registro fósil son evidencia de que las especies vivientes han cambiado a lo largo del tiempo y que, en ese proceso, han surgido nuevas especies. Si ampliamos un poco más el estudio descubriremos que entre esas especies estamos los seres humanos con notables diferencias respecto de las demás. Esto que acabo de enunciar no es, repito, una teoría, sino un hecho demostrado.

Darwin no sólo tuvo el mérito de darse cuenta de este hecho, como ya lo estaban haciendo sus contemporáneos, sino de intentar su explicación. Evolucionamos, sí, pero ¿cómo?
A la respuesta de Darwin se la conoce como Teoría de la Evolución por medio de la Selección Natural o, de manera más abreviada, Teoría de la Evolución.

El más apto.
Se ha dicho que la teoría evolutiva de Darwin puede resumirse como la de la “supervivencia del más fuerte”. Esto, claro, es doblemente inexacto porque en la evolución lo central no es tanto la supervivencia, sino la posibilidad de reproducirse de los seres vivos, en segundo lugar donde muchos leen fuerte habría que aclarar que el término correcto es apto, es decir eficaz a la hora de enfrentar el medio ambiente; y en este punto no siempre ser más fuerte es una ventaja.
Darwin parte de dos observaciones básicas; el medio ambiente está en constante cambio y los miembros de las especies vivientes no son nunca idénticos entre sí. De esto extrajo una importante consecuencia; algunos individuos logran adaptarse o resistir mejor su entorno y, por ello, dejan descendencia; otros, con menos posibilidades, no dejan herederos y, finalmente, se extinguen.

Este sencillo razonamiento forma la base de la selección natural y fue realizado, de manera independiente, por Charles Darwin, de regreso de su viaje en el Beagle, y por Alfred Wallace, que venía de recorrer el archipiélago malayo.

La teoría fue, en su momento, muy bien recibida, aunque no sería sino hasta los años 30 del siglo pasado cuando fuese aceptada como lo que, con modificaciones, sigue siendo; la mejor explicación para el hecho de la evolución, dicho en otros términos; la mejor explicación de la complejidad de la vida.

Desvíos.

Darwin y sus ideas no resultaron indiferentes en esa Gran Bretaña imperial y victoriana del siglo XIX. Se lo amó y se lo odió con igual intensidad.
Algunos clérigos de la Iglesia anglicana lo atacaron duramente y un núcleo de incondicionales, Thomas Huxley, el bulldog de Darwin, fue el principal, asumieron su defensa. En honor a la verdad hubo también eclesiásticos que consideraron a la Selección Natural compatible con sus creencias. Si los primeros fueron coherentes desde el punto de vista lógico, los segundos resultaron más perspicaces.
Otros, pensadores, filósofos, publicistas, tomaron la gran idea y, con razón o sin ella, la extrapolaron hacia otros ámbitos; la economía, la política, la misma sociedad se convirtieron en espacios donde se manifestaba la “lucha por la vida” y la “supervivencia del más apto”. La pobreza y las injusticias sociales quedaban, de este modo, enmarcadas en el cuadro de la evolución; unos debían sobrevivir, otros estaban destinados a perecer; caricatura que el propio Charles llegó a conocer y rechazar.

Darwin, dos siglos después.

La explicación de Darwin es, hoy lo sabemos, insuficiente. Lo cual no implica su abandono, sino al contrario, su enriquecimiento con el aporte de numerosas ciencias de las cuales la genética es la más importante. En la actualidad la teoría sintética de la evolución, llamada a veces neodarwinismo, es ampliamente aceptada y día a día da muestras de su vitalidad al permitirnos desentrañar con mayor exactitud los aspectos más complejos de la vida.

La síntesis moderna de la evolución reconoce que existen otros mecanismos evolutivos además de la selección natural, el azar o el error (deriva genética en términos más técnicos) entre ellos. Sabemos, además, que la variación está en nuestros genes y que no es ilimitada, que no hay una sola causa de la evolución, sino múltiples, y, del mismo modo, que no existe una finalidad determinada, sino un abanico abierto de posibilidades.

Los científicos continúan estudiando y descubriendo en base al legado de Charles Darwin.
De especial interés es el debate entre el gradualismo que sostiene un modelo de pequeños cambios acumulativos y la teoría de los equilibrios puntuados, para la cual el proceso evolutivo es discontinuo con nuevas especies que surgen en, relativamente, poco tiempo.

Del otro lado, empero, está el avance, minoritario pero ruidoso y preocupante, de las ideologías que arguyen a favor de un supuesto Diseño Inteligente. No habría nada que objetar a aquellos que dicen “creer” que la vida se originó por la voluntad creadora de un ser divino, como opinión es perfectamente respetable, pero cuando la creencia pretende hacerse pasar por Ciencia y ser enseñada como tal, estamos en problemas. Hay, con todo una manera de contrarrestar estas tendencias irracionales, que a la larga derivan en oscurantismo e intolerancia.

Regresar a ese joven de doscientos años, leer su prosa serena y convincente para descubrir, en la maravilla de la Naturaleza, no la mano de un dios, sino algo mucho más apasionante: ¡la posibilidad de comprenderla!

7 comentarios:

Anónimo dijo...

darwin? naaa es demasiado espera que encuentre algo de lectura para comentar con fundamento tu publicacion...
lidia

Gus dijo...

Darwin, junto a Marx}, es lo más grande del siglo XIX!!!!!!

Anónimo dijo...

y donde queda "el bardo" ingles?
en lo oscuro del tiempo?

Gus dijo...

¿El bardo inglés?
¿Shakespeare?
Un infinito repertorio de imágenes poderosas...

El Maestro Windu dijo...

Entonces si asumimos que sobrevive "el mas fuerte", ¿podriamos decir que la especie humana se va a quedar un toque estancada por algun tiempo?, porque desde el mas debil hasta el mas feo, hasta el mas etc sobrevive. Lo unico que quizas me atreveria a decir es que en algun momento todas las variaciones humanas se uniran ¿no lo crees?. Bueno, aunque en algunos años cuando el cambio climatico agarre fuerza, la seleccion natural tambien lo hará.

Gus dijo...

Te aconsejo que releas lo que escribí. No sobrevive el más fuerte, se reproduce el más apto, que no es lo mismo. Por otra parte la selección natural no es la única manera de la evolución.
La evolución humana continúa, sólo que ahora es más bien socio cultural que biológica (pero lo biológico persiste, claro). No sé a qué te refieres con "variaciones humanas" ¿me lo puedes aclarar? Gracias

Anónimo dijo...

" sabeis tocar el caramillo?,,,no principe...si no sabeis tocar este simple instrumento como pretendeis tañir las fibras mas intimas de mi ser?" Hamlet con sus amigos
lidia























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