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jueves, septiembre 25, 2008

Apostillas al Péndulo de Foucault







Voy por la cuarta lectura del libro y realmente me atrapó.

Ya ni recuerdo cuando lo leí por primera vez, la última fue hace un par de horas... mi novia hablaba por teléfono (ya se sabe como suelen ser las chicas) y yo me aburría soberanamente, tanto por distraerme como por alejarme de una conversación que no me concernía me fui hasta su biblioteca. Allí estaba, entre Ionesco y el Larousse ilustrado, el mamotreto de Umberto. Lo tomé con desgano, ya lo conozco me dije, y comencé a leer.

Y seguí leyendo...

Y continué...


No pude desprenderme de ese mundo ilusorio que es cualquier novela sino por algunos momentos.


Mis largos viajes en bondi (rosarinismo por ómnibus urbano) se convirtieron en fantásticos paseos por el Milán de Casaubon, Jacopo Belbo (entrañable) y el desvaído Diotallevi.

Con ellos me reí de esas bromas rebuscadas y académicas, en su minúscula oficina de Gallimard asistí a sus debates insustanciales y compartiendo un martini en el Pílades escuché esas bizarras e irrelevantes conversaciones sobre todo lo divino y lo humano. Estuve presente en su insensata creación de El Plan y me dejé llevar por el vértigo de reinventar la historia; en el ínterin me conmovió la siempre elusiva búsqueda de Jacopo, compartí su fascinación por la hermosa y fútil Lorenza y odié con ganas al impostado Aiglè.


En esta trama encadenada, densa a veces, con baches literarios que sólo son disimulados por la potencia del tema, hay de todo: sueños, fantasías, desengaños, obsesiones y redención.


Un canto a la simplicidad es la intervención, breve y decisiva, de Lía, (me recordó a Sabri)

explicando que que los grandes misterios son mucho más prosaicos y, mirados de cerca, más maravillosos que todas esas mixtificaciones de templarios,

sociedades secretas y poderes ocultos... El nacimiento de un hijo, la cotidianeidad de un mercader resultan, así, en el fondo, el verdadero sentido de la Historia.


Durante toda la lectura sentía que la novela, ¿puede llamarse así? me hablaba personalmente. No, no es que tuviera un mensaje o apelase de alguna manera a mis sentimientos, tampoco porque su historia se pareciese a la mía, sino porque me fascinan los mismos temas y motivos que a Eco; la Historia como juego de interpretaciones y la duda ante ellas, expresada en ese permanente no tomarlas demasiado en serio, la alusión constante, la investigación estética y lúdica de los saberes ocultos.




Alguna vez chapoteé en las aguas de cierto ocultismo y, con una mezcla de credulidad y suspicacia, leí muchas de las obras que cita Eco (también a Salgari en otro tiempo)… mi padre, eterno niño, adoraba esos temas mágicos. Creía en Pauwels y Bergier, en von Däniken, en Fulcanelli y se quejaba porque Borges insinuaba que el Aleph era un falso aleph, de él me vino el gusto por esos temas, y en reacción hacia esas lecturas comencé a devenir escéptico. Nunca le estaré lo suficientemente agradecido por ese don, por ese inadvertido regalo de la duda...


Un estudio cuidadoso de la Historia, un no siempre cumplido afán de comprobar (eran tiempos pre internet) las citas, la verificación de que “los diabólicos” eran”diabólicamente deshonestos”

y el triunfo de una sana crítica en mi espíritu me llevaron a descubrir que no hay nada en el ocultismo (y sus acólitos) que no sea una mentira o un engaño, engaño en el que ellos mismos caen una y otra a vez.


Por eso hago mías las piamontesas palabras de Jacopo Belbo en el momento de su triunfo; y de su muerte....

A todos los místicos, ocultistas y pretensos "nobles":


Ma gavte la nata…

2 comentarios:

Sibila dijo...

Magnífico libro, sin duda. Aunque a los 12 años no fui capaz de entender ni la mitad de las referencias, con las sucesivas relecturas me gusta cada vez más.

Si Eco hubiera usado los mismos mimbres para hacer una danbrownada cualquiera, miles de personas estarían creyendo ahora mismo que El Plan es real.

Lástima que su magnífico mensaje quede ensombrecido por el oscuro idioma, parodia del que usan los crédulos y los pseudomaestros de los que se burla.

Y mayor lástima aún que no lo hayan leído quienes deberían quitarse ese tapón. ;)

Gus dijo...

Jajaja, Sibila, tenés toda la razón. La parodia de Brown fue escrita quince años antes!!!!